El cuidado libro que hoy nos ofrece la inteligente editorial ‘Pasado y Presente’, nos aproxima a unos hechos históricos, de la Antigüedad, que eran mucho más habituales de lo que se deberían aceptar. En la Roma, bien republicana o imperial, la política tenía un riesgo enorme, ya que se podía perder la vida sin el más mínimo problema, y de paso afectar a la propia familia. La urbe de Roma nace tras un asesinato, el de Rómulo contra su hermano gemelo Remo, al que apuñaló hasta la muerte. Y ese sistema político republicano se cerrará con otro magnicidio, en este segundo caso será el de su dictador vitalicio o perpetuo, Gayo Julio César (100 a.C.-44 a.C.). En ambos casos el sistema político del momento desaparecerá, y dará origen a uno nuevo; República en el primer caso, y Principado o Imperio en el segundo. «Cada vez que se da un episodio transformador en la historia de Roma, hay un asesinato. Una persona muere, en general de manera sangrienta, y allí donde vivía surge algo completamente nuevo. Roma se construyó sobre la sangre de Remo; la República nació con la muerte de Lucrecia; el Imperio apareció a partir del asesinato de César. Roma era un lugar con una extraña tendencia al asesinato. Pero, durante la mayor parte de la historia de Roma, el asesinato no fue un crimen. De hecho, durante toda la historia de Roma, la muerte en la arena de los gladiadores era un deporte, literalmente. El símbolo del estado romano eran las ‘fasces’, un haz de varas con un hacha en medio; las varas representaban el poder del estado de castigar a sus ciudadanos, mientras que el hacha representaba el derecho de matarlos. Unos guardias llamados ‘lictores’ llevaban las ‘fasces’ acompañando a todos los magistrados romanos cuando salían de sus hogares, de modo que el mensaje siempre quedaba bien patente. Hay pocas sociedades que hayan venerado tanto como los romanos la muerte deliberada e intencionada de hombres y mujeres, y que se hayan deleitado tanto con ella». El magnicidio de Gayo Julio César fue un auténtico cataclismo para el sistema político imperante en Roma, la República; de este hecho luctuoso e inesperado, Roma no se recuperaría nunca. Además, lamentablemente, si Julio César no hubiese sido asesinado, la historia podría haber tomado un giro nuevo e inesperado, ya que estaba preparando una campaña bélica para luchar contra el imperio de los partos, que tantos problemas estaban creando a Roma. Los romanos escribieron mucho sobre este asesinato, y, asimismo, sobre los personajes que participaron en el mismo, ya que les interesaba tergiversar los roles de los personajes, por las circunstancias sociopolíticas del momento. Verbigracia, el personaje más importante del grupo, que era un cesariano, ahora contra Julio César, y que figuraba en segundo lugar en el testamento del propio dictador, tras un ignoto joven de 18 años, sobrino-nieto y llamado Gayo Julio César Octaviano (63 a.C.-14 d.C.), el futuro Emperador César Augusto, pues ese personaje, que había sido uno de los lugartenientes de César en las Guerras contra los Galos era Decimo Junio Bruto Albino (81 a.C.-43 a. C .), y no Marco Junio Bruto (85 a.c.-42 a.C.); pero a Marco Tulio Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) le interesaba resaltar a este segundo en vez de al primero, otro de los protagonistas era otro lugarteniente de Julio César, y era Gayo Casio Longino (86 a.C.-42 a.C.), colocado por William Shakespeare (1564-1616) como taimado y sibilino, lo que no se ajustaba a la realidad del personaje. No obstante, años antes, ya se había producido otro asesinato flagrante y, desde mi punto de vista de historiador, más grave y terrible para los intereses de los plebeyos romanos, se trató, ni más ni menos, que el de la persona o cargo político que era el encargado, y lo hacía fehacientemente, de defender los intereses de la mayoría de romanos, que no eran los patricios u optimates, sino la plebe, me estoy refiriendo a uno de los más conspicuos tribunos de la plebe, Tiberio Sempronio Graco (162 a.C.-133 a.C.), quien ya había mamado este comportamiento ético, de sus padres, su madre Cornelia (189 a.C.-110 a.C.) era reputada por su dignitas y su auctoritas públicas, existía un calificativo para sus hijos: ¡Cornelia Gracchorum!, su hijo sería asesinado por la vileza de los patricios, su padre (c. 220 a.C.-Siglo II a.C.) era un procónsul de su mismo nombre, que había estado luchando en Hispania contra lusitanos, vettones y celtíberos, pueblos prerromanos que solo firmaban acuerdos con este cónsul de Roma, ya que sabían que siempre cumplía lo que firmaba, siendo la antítesis de un criminal como el pretor Servio Sulpicio Galba (190 a.C.-136 a.C.), o de alguien similar llamado Quinto Servilio Cepión (183 a.C.-112 a.C.), este ya cónsul de Roma. Tiberio Sempronio Graco, el paradigmático Tribuno de la Plebe, fue asesinado, en el espacio libre situado entre los templos del Capitolio, a golpes de maza. Su cuerpo sería arrojado al río Tíber, negándosele todo tipo de sepultura ritual. Su matador sería un pariente: Publio Cornelio Escipión Nasica Serapión (183 a.C.-132 a.C.), mientras que su cuñado Publio Cornelio Escipión Emiliano (185 a.C.-129 a.C.), el genocida de Cartago, casado con su hermana mayor Sempronia (Siglo II a.C.-post 101 a.C.), no hizo nada por evitarlo, y hasta lo justificó. “Tiberio Graco fue, sin duda, un hombre extraordinario, sobre todo gracias a su muerte. Esta marcó el final de la República romana tanto como la de César, porque fue su asesinato el que dio inicio a casi cien años de guerra abierta en Roma. Y no hablo metafóricamente; los senadores empezaron a apuñalarse unos a otros con inquietante frecuencia durante casi un siglo, y muchas veces en el mismo centro de la ciudad. Fue una epidemia de cuchilladas que se propagó entre los más ricos y poderosos del Imperio romano. En teoría, finalizó con la caída de César, o quizá cuando Octaviano se encargó de Antonio y Cleopatra en Accio; ahora bien, los senadores no dejaron de intentar matarse unos a otros, simplemente se volvieron más sutiles. Pero antes de llegar a ello tenemos que ver por qué el asesinato se hizo tan relevante en la política romana…” Además de estos dos significados atentados, la autora nos acerca a otros romanos que sufrieron el mismo destino, entre otros de mayor o menor enjundia: Publio Clodio Pulcro, Gayo Calpurnio Pisón (asesinado por su mujer, Hostilia), Apronia, Regila, Gayo Calígula (complot pretoriano), Aulo Vitelio, Domiciano, etc., El resto del libro está dedicado a asesinatos con magia (Locusta, Martina, Jocundo), al judicial (Pasifae, Cornelia/Vestal Máxima), o Livila y Sejano que mataron al marido de ella, Druso, para poder vivir su relación. ¡Muy interesante este libro! «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Puedes comprar el libro en:
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