- ¿Tú eres feliz, Puri?
- ¡Ay, tía! La felicidad no existe, es el camino. No puedes esperar que todo sea perfecto, hay que disfrutar de las pequeñas cosas… ¿Es que no has escuchado estas retahílas a menudo, so lela?
- ¡Ya estamos con el insulto gratuito que tanto se lleva en este país! Estaba reflexionando.
- Pocas cosas te llamo, cabeza de chorlito; podía haberte dicho, choriza, corrupta, mentirosa, mastuerza, boquimuelle, pollopera, abanto, alfeñique, bellaca, besuga, cabestra, cagarruta, calientahielos, cantamañanas, caraculo, cebollina, cernícala, chupacables, comebolsas, esbaratabailes, farisea, gilipuertas, lonzanizas, mastuerza, mendruga, morroestufa, pagafantas, pamplinas, pardilla, pazguata, peinaovejas, pelatigres, perceba, pintamonas, quitahipos, sabandija, sinsustancia, tiralevitas, tocapelotas, zascandil, zurcefrenillos… y no sigo para que no se lo aprendan sus señorías. Se saben solo tres adjetivos y los sueltan todos el mismo día, como si de un mantra se tratara. Por eso de la sintonía de partido.
- Desconcertada me hallo con tamaña verborrea copiada, que tú tampoco dominas tanto, so enterá. Empiezas con la felicidad y luego me atizas en los hocicos. Te aguanto porque te quiero, que si no…
- Pues es lo que les pasa a las parejas talluditas que llevan décadas de convivencia; muchas llevan años de aburrición porque se han acostumbrados a no decirse nada con sustancia.
- Pues seguro que son felices. A su manera, porque según la teoría de la “U”, es una edad propicia para ello. Pasó la etapa de asumir retos y muchos se conforman con mirar las obras de la capi, que nunca faltan. O sacar los niños al parque, un suponer.
- Se habla mucho de la curva de la felicidad, será porque andamos buscándola toda la vida y algunos hasta la encuentran porque ponen empeño y no son viceversas indecisos cambiachaquetas. Tienen un objetivo en la vida. Ikigai, para los japoneses. Pero de eso ya hemos hablado, ahora ando dando vueltas a Skinner, que más que respuestas genera preguntas. ¿Por qué intentamos siempre definir las cosas, las emociones, los sentimientos? ¿Nos da seguridad que eso que dicen que es, también nosotros lo hemos experimentado? ¿No sería mejor circunscribirlo a un contexto, a un momento, a una situación? ¿Algo que pasó y que nos provoca una sonrisa al recodarlo? ¿Es un término tan ambiguo que de tanto usarlo tendemos a equivocarlo?
- Pues tía, yo soy feliz cuando me siento bien, y en ese momento no quiero que nada cambie. ¿Soy feliz o me siento feliz?
- Complejo análisis, pequeño saltamontes. Según Skinner, “La felicidad es un sentimiento, un subproducto del reforzamiento operante. Las cosas que nos hacen felices son las cosas que nos refuerzan”. Esa emoción que sientes tiene que ver con lo que los conductistas llaman condicionamiento operante. Si las consecuencias de una conducta son positivas, volverás a repetirla; si ocurre lo contrario, es probable que acabe extinguiéndose.
- Joder Puri, eso vale con ratones; si fuera igual con las personas, el que se porta bien y una vez le dan un caramelo, si sigue haciendo lo mismo acabará diabético perdido… pero feliz por el refuerzo positivo. Ahora la simple eres tú. Somos tan asnos que no aprendemos de las consecuencias de nuestros actos. Refuerzo y castigo debiera servir para ir derechos como una vela, pero a la tropa le trae al pairo, o se la suda mayormente.
- Hay gente que considera que la teoría del susodicho psicólogo es filosofía parecida a la de Epicuro, que dice algo así como que el placer es el inicio y el final de una vida feliz. Y te voy a dar la vuelta a la tortilla. Efectivamente, el condicionamiento operante es un método de aprendizaje que se produce a través de la asociación de refuerzos, positivos o negativos como te he dicho antes. Si la recompensa que obtienes es sustanciosa (positiva), entras por el aro y volverás una y otra vez a repetir esa conducta porque te reporta pingües beneficios, aunque choque con tu sistema de valores o, mayormente, con los de los demás.
- Eso de ande yo caliente… o cubrirme bien los riñones, puede ser. A ningún tonto le amarga un dulce.
- ¡Lo has clavao! Si el trapichear con mascarillas inservibles te reporta maletitas cargadas de billetes, pisos en la costa y una vida de lujos que cavando no hubieras conseguido ni por el forro, a ver, ¿qué vas a hacer? Seguir comprando mascarillas a los chinos. ¡Blanco y en botella! ¡Refuerzo positivo, tía!
- ¡Joder, Puri! ¡Pobrecillos, son víctimas del sistema! Ellos no han tenido la culpa de ir por el mal camino. El problema lo ha creado Skinner con los putos ratones y el refuerzo positivo. Ahora estarán hechos un lío.
- ¡Y que lo digas, Vani! Iban buscando la felicidad a través del placer en esa edad madura que anima a asumir riesgos, nuevos retos. Los incautos no saben que están en sus peores años si aún no han cumplido los cincuenta, como dicen los de la teoría de la “U”. Se hallan en la parte más baja de la curva.
- ¿Quieres decir que los jóvenes y los abuelos son más felices que los maduros?
- ¡Eres un puto as! La juventud es la época de las ilusiones, de ponerte el mundo por montera, de sembrar; sientes que todo es posible, tienes fuerza y ganas… Llegas a la madurez y sudas más que una puta en una iglesia, cuidas de tu familia, de tus hijos a la vez que de tus padres, sigues pagando la hipoteca y andas a la cuarta pregunta, tu jefe te putea cada día y tú no consigues ascender ¡merde! ¿Cómo van a ser felices con tantas responsabilidades?
- ¡Puedes tirar por el camino de en medio! Hasta lo malo pasa.
- Al final te das cuenta de que todo no es tan negativo y sigues cumpliendo años. Como dice el periodista y escritor estadounidense Jonathan Rauch: "A medida que nos hacemos mayores nuestros cerebros se vuelven más resistentes al estrés, experimentamos menos remordimientos, somos más positivos, somos emocionalmente menos volátiles, aprovechamos más el momento, conectamos mejor con la gente e incluso tenemos cierta protección frente al daño emocional causado por la pérdida de salud".
- ¡Tachán! Empezamos a ascender la curva ¡Viva la tercera edad! ¡Por fin llega la felicidad! Nos acercamos a una etapa emocionante, Puri, en la que, por fin, hemos ajustado nuestras expectativas a la realidad y acumulado más experiencia que años. ¡Vamos a convertir nuestras debilidades en fortalezas y a la mierda lo que piensen los demás! Tenemos el ego en su sitio, por fin, y vamos a muerte contra el edadismo.
- Y me niego a leer el estudio de Tali Sharot, “La felicidad evoluciona según la edad”, para el que ha encuestando a más de 500.000 personas, en países desarrollados y en vías de estarlo, y otros más que desmienten y ponen en duda la teoría de la “U”. ¿Puede ser que el secreto de la felicidad está en nuestras manos y no en los lugares en los que solemos buscarla?
- ¡Ahí me has dao, tía! No descartemos hipótesis ahora que vamos subiendo la curva…
- ¡Cien por cien, Vani! ¡Cien por cien!