Tras "El custodio de los libros", "Portosanto" (2021) y, por último, "Hijos de Gael" (2022), el autor se consolida como una de las voces más reconocidas de la narrativa histórica actual con "La última reliquia" (2024). Es profesor en el Instituto Rosalía de Castro, ha recorrido en más de treinta ocasiones el Camino de Santiago y es uno de los grandes divulgadores de la teoría del Colón galego, de la historia de Compostela, su ciudad, y del propio Camino. Colaborador en diversos medios de comunicación y activista cultural, ha organizado una gran cantidad de eventos literarios en los últimos años. Con “La última reliquia” vuelve a Pamies, editorial con la que publicó en castellano sus dos primeros libros. ¿Echaba de menos su vieja editorial? Echaba de menos su buen hacer, su pasión por la narrativa histórica, su trato cercano y el inmenso cariño con el que tratan a los autores y a sus obras. Gracias a eso, y gracias también a los consejos de mi gran amiga Yolanda Rocha Moreno, he vuelto a Pàmies. Y no puedo estar más contento de haberlo hecho, la verdad. ¿Cómo le han tratado en la Editorial Espasa? Me han tratado muy bien en todo momento, y estoy muy agradecido. Lo que pasa es que a veces las dos partes, pese a no hacer nada mal, buscan fines distintos. Pero les mando un abrazo fuerte, por supuesto. La amistad está por encima de cualquier otra cosa. Un compostelano como usted, ¿puede resistir la tentación de pasear a los lectores por la tierra que lo vio nacer? Es imposible resistirse al pasado de Galicia, lugar decisivo en la historia universal en múltiples ocasiones. ¿Y qué decir de la única ciudad del mundo que acoge a cientos de miles de peregrinos cada año? Como afirma uno de nuestros personajes, “No hay lugar en el mundo como Compostela. Una ciudad construida sobre mentiras y sueños”. Después de todo lo que se ha escrito sobre la reliquia más importante de la cristiandad, ¿qué aporta su libro a esta historia? Aporta la verdad, ni más ni menos. La verdad histórica que ha sido eclipsada por la Leyenda Jacobea durante siglos y que sigue viva en nuestros días. ¿Qué tienen las reliquias de verdad y de fraude? Todo. De lo uno y de lo otro. Dudo mucho que más del uno por ciento de todas las supuestas reliquias existentes en el mundo sean lo que afirman ser. De hecho, si reunimos todos los trozos que dicen provenir de la cruz del monte Calvario me temo que sea más alta que la torre Eiffel. Sin embargo, durante siglos han servido para que millones de personas tengan fe. Fe en la curación de una enfermedad, en un futuro mejor o en la vida eterna. Para un ateo convencido como yo sería fácil tildar de timo las reliquias y las indulgencias, pero el respeto que siento por toda esa gente y por su sufrimiento me hace ser cauto. Eso sí, el enriquecimiento de algunas organizaciones con esos temas, sobre todo la iglesia católica, me parece demencial. Usted es uno de los escritores más reconocidos de la novela histórica actual, ¿se considera profeta en su tierra? No puedo estar más agradecido, la verdad. Casi a diario recibo felicitaciones y mensajes de personas que han leído mis libros, siempre en positivo. No sé si profeta en mi tierra, pero feliz de lo que está pasando, sí. Y mucho. Con "El custodio de los libros" ganó el Certamen internacional de novela histórica de Úbeda 2020, ¿considera que aún tiene mucho que aportar a este género literario? Esa fue mi segunda novela, tras Portosanto. Imagínate, claro que creo tener mucho que aportar al género aún, pero eso el tiempo lo dirá. Lo que sí tengo, y a raudales, son historias que contar. Increíbles, trepidantes y asombrosas. "Los novelistas históricos hacemos llegar hechos reales, tan desconocidos como apasionantes, a mucha gente desencantada"¿Qué es lo que más le apasiona de este género? No quisiera criticar al sistema educativo, pero para un amante de la historia como yo es desolador ver cómo se aburre a la gente con datos, fechas y repeticiones de contenidos (esa fue en gran medida mi vivencia personal en las clases de historia) cuando es alucinante ver cómo reacciona la gente cuando les cuento los acontecimientos históricos que se narran en mis novelas. Eso es lo que más me gusta del género: que hacemos llegar hechos reales, tan desconocidos como apasionantes, a mucha gente desencantada que veía la historia como un rollo que les habían obligado a estudiar. Grandes personajes históricos, como Felipe II, el pirata Drake, Elizabeth I, Miguel de Cervantes, la princesa de Éboli o el arzobispo Juan de Sanclemente, aparecen junto a otros creados por la mente del escritor. ¿Dónde está la dificultad de hacerlos convivir de manera creíble? Hay que combinar muchos factores, desde luego. El ritmo narrativo con el rigor histórico, la narrativa de ficción con los hechos que en verdad sucedieron. Las tramas documentadas con aquellas que nacen en la imaginación del autor… Supongo que ahí está la diferencia entre la novela histórica que cala y la que no. ¿Con cuál de estos personajes se identifica más el autor? Es difícil identificarse con esos personajes, tanto por su escala de valores, muy distinta de la actual, como por su papel en una sociedad también inconcebible para nosotros. Sí me identifico con los personajes de ficción que voy creando, en su mayoría humildes, respecto a aquellos valores que trato de resaltar en ellos: la honestidad, la perseverancia, la valentía anónima… Ahí está el bueno de Manuel de Poulo, por ejemplo, o Cándido Suevos. O el Robert de Gwened de Portosanto e Hijos de Gael, que representa el maestro que siempre he querido llegar a ser. Seguramente, en estos momentos, es uno de los escritores que mejor conoce la historia de Galicia ¿con qué dificultades se ha encontrado para obtener datos que otros escritores no saben? Mi experiencia personal es que el que busca, encuentra. Otra cosa es estar dispuesto a invertir cientos de horas durante años para encontrar esas historias diferentes, únicas, desconocidas. Pero el que se queje hoy en día, con tantísimos medios a nuestro alcance, con archivos digitalizados por completo, acceso a búsquedas por internet y en los propios archivos, casi todos de acceso libre y gratuito… Es que no se ha parado a pensar en las dificultades inmensas que había hace bien poco para cualquier investigador. Además, en mi caso, esa búsqueda es una de mis dedicaciones favoritas. Ya lo hacía mucho antes de plantearme escribir nada, y sigo en mi día a día con entusiasmo. Y de verdad que me lo paso increíblemente bien haciéndolo, sobre todo cuando descubro alguna verdad más alucinante que la más retorcida de las ficciones. Dedica el libro a la ciudad de Compostela. ¿Continúa guardando más sueños que mentiras? En número, muchos más sueños que mentiras. Al final, los sueños son incontables, tal vez hayan peregrinado más de quinientos millones de personas en estos doce siglos a Compostela. Y la mentira es una, aunque muchas otras, secundarias, se hayan inventado para apuntalarla. Lo que pasa es que las mentiras y los sueños están en equilibrio y se retroalimentan mutuamente. Seguramente ahí podríamos considerar que están igualadas.
¿La historia real supera siempre la ficción? Como demuestra en su libro… Sin duda. De hecho, las tramas de ficción simplemente acompañan a las históricas en mis libros. Por ejemplo, la locura que supone que el rey más poderoso del mundo envíe a su mejor hombre a confiscar la reliquia más sagrada de la cristiandad es inconcebible como trama imaginada. Y, por supuesto, saber que eso ha sido verdad es lo que hace que la gente se quede con la boca abierta. Tercera persona, prosa excelente que aporta información, diálogos amenos, personajes bien perfilados, capítulos cortos, ritmo… ¿dónde pone el énfasis para que al lector no asusten las 652 páginas que tiene La última reliquia? Justamente en esos factores, sobre todo en el ritmo narrativo. Las opiniones que me llegan de lectores/as son del tipo “no podía dejar de leer”, “se me ha pasado volando”, “ni me he enterado de que estaba devorando el libro”… Algo maravilloso para mí, porque dedico mucha atención a los aspectos técnicos que requiere la escritura para conseguir ese efecto. Que no son nada fáciles, por cierto. Sin relaciones amorosas y sentimientos, dando un lugar destacado a la mujer ¿se pueden construir buenas y amenas novelas históricas? ¿o es un aliciente imprescindible? Cada ingrediente debe estar en la justa medida que cada receta demande. Habrá novelas en las que el amor juegue un papel fundamental y otras en las que no; historias protagonizadas por mujeres y otras que no. En el caso que nos ocupa, el amor se trata desde varias perspectivas… la tétrica relación entre Felipe II y la princesa de Éboli, el desencuentro a lo largo de toda una vida entre Ambrosio y Magdalena, la pasión joven y desbocada entre Mundo y la Crecha… Está presente, pero no es protagonista. Respecto al papel de las mujeres en la Historia… ya en mi anterior novela, Hijos de Gael, eran las principales protagonistas. En esta, aunque pueda parecer al principio que no, al final también se ve que sí, en gran medida. Y no es fácil, teniendo en cuenta lo invisibilizadas que han estado a lo largo de casi toda la Historia de la humanidad. Y lo difícil que lo siguen teniendo, por cierto. Afirma que cuando el lector llegue al final de la novela, nada será igual a sus ojos. ¿No le parece un objetivo un tanto pretencioso o está convencido de que esta obra es imprescindible para desterrar leyendas falas construidas alrededor de las reliquias del santo? Creo sinceramente que nada será igual ante los ojos de quien lea esta novela, no tanto en relación a la verdad que se esconde entre las piedras de Compostela o a los hechos que narramos… Nada será igual respecto a la forma de ver lo que dábamos por cierto. A lo que hemos aceptado sin plantearnos que quizás la realidad sea distinta a la que nos han contado. Esto es algo que creo que ya logramos con nuestras anteriores novelas. Realmente es nuestra principal motivación para contar la Historia que se perdió entre la bruma. La que no pudieron contar los vencidos. La que los intereses de los poderosos han podido eclipsar hasta hacerla desaparecer. La que le han robado a la gente, y que casi nadie conoce. Esa es nuestra batalla. Y, sinceramente, creo que vamos ganando (guiño). Puedes comprar el libro en:
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