En 1802 fallecen sus padres a causa de una explosión registrada en la fábrica de salitre en donde trabajaban, propiedad de su tío Pedro Díaz Panduro, dejando huérfanos a sus cuatro hijos, los hermanos Manuela, Agustín, Isidoro y Pedro Agustín; el tío los acogió y les dio trabajo en la salitrería.
Isidoro trabajó allí durante unos años, principalmente realizando trabajos de abastecimiento de agua, pero su inquietud y sus anhelos por salir al mundo en busca de aventuras hizo que, en 1805, con 18 años de edad, decidiera abandonar Alcázar de San Juan para alistarse en el ejército como voluntario, siendo destinado al Regimiento Almansa, 3º de Dragones, que comandaba el coronel Juan A. Caballero, en donde completó una formación militar de dos años y medio en la caballería ligera.
En 1807 el Regimiento Almansa formaba parte de la División del Norte, un contingente de unos quince mil hombres, doce mil de infantería y tres mil de caballería, que, bajo el mando del General Pedro Caro y Sureda, III Marqués de la Romana, fue enviado a Dinamarca para unirse a las tropas de Napoleón allí estacionadas, en virtud del Segundo Tratado de Basilea firmado el 22 de julio de 1795 entre la República Francesa y la Monarquía de Carlos IV de España,
Esta fuerza de ocupación, de unos treinta y tres mil hombres, estaba integrada por soldados franceses, daneses, holandeses y españoles bajo el mando del Mariscal Jean-Baptiste Bernadotte, General en jefe del Ejército del Elba.
Tras cruzar Francia y Alemania, las unidades españolas pasaron el invierno de 1807 acantonadas en las ciudades alemanas de Hamburgo y Lubeck y el 14 de marzo de 1808 entraron en Dinamarca desplegándose por la península de Jutlandia y las principales islas del Báltico (Fionia y Selandia) con la misión de proteger inicialmente las costas danesas de un posible desembarco inglés y, posteriormente, apoyar a los daneses, aliados de Napoleón, en su intento de invadir Suecia, aliada de Inglaterra; acción que nunca se llevó a cabo pese a haber bombardeado Suecia a Copenhague unos meses antes.
La estancia de los soldados españoles en Dinamarca apenas duró seis meses, pues enterados del levantamiento español del 2 de mayo que da inicio a la Guerra de la Independencia Española, y sintiéndose traicionados por los franceses, salen del país el 21 de agosto a bordo de los buques del almirante británico James Saumarez.
La insurgencia de las tropas españolas desplegadas en Dinamarca comenzó el 22 de julio, tras emitir el Mariscal Bernadotte una orden por la que obligaba a los soldados españoles a prestar juramento de fidelidad a José Bonaparte como rey de España y decretar el gobierno danés que se desarmara a los soldados españoles. Ante la difícil situación creada el Marqués de la Romana toma la decisión de organizar la salida de sus tropas de Dinamarca y ordena que se reagrupen en la isla de Langeland, a donde logran llegar cerca de diez mil españoles, entre ellos la casi totalidad de los componentes del Regimiento de Almansa, y desde donde son evacuados por la armada inglesa que los traslada, primero a Goteborg, en Suecia, y tras una breve escala en Inglaterra, los barcos continuaron rumbo a España. Pero un fuerte temporal provocó que no llegaran juntos al puerto de Santander, como estaba previsto, sino de forma separada y escalonada a diversos puertos del norte de la Península: Santoña, Santander, Ribadeo y la Coruña, a cuyos puertos arriban el 9 de octubre.
Unos cinco mil hombres no lograron escapar siendo apresados y conducidos a Francia en donde fueron internados en campos de prisioneros; con ellos y con otros detenidos capturados en España, Napoleón creó el Regimiento José Napoleón que formó parte de la Grande Armée que invadió Rusia en junio de 1812, siendo de los primeros que entraron en Moscú el 14 de julio.
Isidoro Panduro, que se había fracturado una pierna en un accidente, no pudo llegar a tiempo a la isla de Langeland para embarcar con su regimiento y salir de Dinamarca, quedando aislado en la isla de Fionia, en medio de un país desconocido cuyos habitantes pensaban que los españoles los habían traicionado y abandonado en su intento de invadir Suecia y a los que las tropas napoleónicas buscaban para hacerlos prisioneros.
El accidente de Isidoro ocurrió en agosto de 1808, cuando él y un compañero recibieron órdenes de escoltar a un comisionado francés a Nyborg. Camino de la ciudad fueron detenidos por una concentración de tropas que cruzaban un pequeño puente en el pueblo de Åsum, a media milla al este de Odense, la capital de la isla de Fionia. Isidoro esperó pacientemente con su caballo en el lado derecho del camino mientras el carro de un oficial, con un caballo adicional atado detrás, pasaba junto a él. Sin previo aviso, el caballo pateó la pierna izquierda de Isidoro, rompiéndosela. Isidoro fue trasladado a Nyborg para recibir tratamiento. Pero en las afueras de Nyborg, fue detenido por tropas danesas que lo enviaron a Kerteminde, en donde estuvo un año recuperándose de su lesión.
En 1809 Isidoro viajó a Odense para visitar a un oficial español que planeaba regresar a España; pero en el momento de partir, el oficial, que le había prometido llevarlo consigo, no le avisó y se marchó sin él. Tras este fracaso volvió a Kerteminde en donde el comandante de la ciudad, el mayor Frederik Caspar Conrad Frieboe, le dio una carta de recomendación gracias a la cual pudo entrar al servicio del noble danés Hans Rudolph Juel, cuyas propiedades se encontraban en la aldea de Hverringe, cerca de Kerteminde, allí, avalado por su experiencia como soldado de caballería, pudo trabajar como mozo de cuadra en los establos del noble y más tarde como sirviente auxiliar y ayuda de cámara personal.
De una fuerte personalidad y con una gran capacidad de adaptación para hacer frente a su nueva situación, parece ser que estaba dotado de un trato amable por lo que su señor lo llevaba consigo a las fiestas de sociedad a las que acudía con el fin de divertir a los asistentes relatando las costumbres de España.
Tras convertirse al protestantismo y aceptar la ética luterana, el 2 de mayo de 1813, con 26 años de edad, se casa con la danesa Marie Hansdatter, de 23 años, hija de un granjero de Viby, que trabajaba como ayudante de costura en Hverringe. El matrimonio tuvo nueve hijos de los que siete sobrevivieron.
- Marie Immanuella (1811-1892) sirvienta.
- Agustín (1813-1883) pequeño agricultor y tejedor.
- Anna Dorthea (1815) se casa con Gjerhard Ludvig y se van a vivir a Alemania; se desconoce su destino.
- Gregersine (1819) no sobrevive.
- Condesa Olave (1820-1860) se casa con Hansen; abuela del conde Ejnar Oberbech-Clausen.
- Niels (1830) viaja a Californiacomo buscador de oro; se desconoce su destino.
- Hans Rudolf (1823-1904) vicario; bisabuelo del escritor Leif Thormod Panduro.
- Hans (1826) no sobrevive.
- Hans (1827-1878) mayordomo y obrero.
A finales de 1838, Isidoro sufrió un corte en la mano derecha con un gancho mientras pesaba lúpulo, la herida se le infectó y perdió el uso de esa mano.
Isidoro Panduro siempre residió en Kerteminde fiel a su benefactor el noble Hans Rudolph Juel y nunca regresó a España; incluso renunció a una herencia en su tierra natal.
Integrado plenamente en Dinamarca siempre mantuvo el estilo de vida que allí había encontrado, recibiendo finalmente la ciudadanía danesa. Gran aficionado a la jardinería, en 1840 recibió de la Real Sociedad Agrícola Danesa una copa de plata por su diligencia agrícola.
Ya en la vejez, su esposa Marie contrajo glaucoma y quedó ciega después de una operación fallida. Isidoro, enfermo, padeció episodios de depresión y tristeza, atribuyéndolos a haber abandonado la iglesia católica y seguramente agravados por la muerte de su empleador, el noble Hans Rudolph Juel. También es probable que sintiera melancolía acordándose de su Alcázar de San Juan natal.
Los últimos años de su vida fueron tranquilos, gracias a los cuidados brindados por su hija Marie Immanuella Panduro y por su nieta Sidsel Marie Oberbech Clausen.
En la primavera de 1859 contrajo una neumonía y murió el 23 de junio, a los 72 años, celebrándose su funeral el día 28 de ese mismo mes. Fue enterrado en el cementerio de Viby, pero su tumba se perdió durante la renovación del cementerio.
Su hijo Rudolf fue uno de los primeros habitantes de la comarca en conseguir un título universitario y su tataranieto Leif Thormod Panduro (18 de abril de 1923 – 16 de enero de1977) novelista, cuentista y dramaturgo, es uno de los más acreditados escritores daneses que, entre otros muchos, recibió en 1963 el Premio de la Crítica Danesa de Literatura, en 1971 el Gran Premio de la Academia Danesa y en 1976 se convirtió en miembro de esta Academia. Algunas de sus novelas han sido llevadas al cine y a la televisión.
Otro de sus descendientes, su tataranieto Carlo Panduro, fundó una popular cadena de tiendas que lleva su apellido: *Panduro HOBBY, y están especializadas en el bricolaje, las manualidades y los artículos de regalo.
Ésta es la historia del alcazareño Isidoro Díaz Panduro, una persona totalmente desconocida para la gran mayoría de sus paisanos, pero no así para nuestro socio Juan Miguel Ruiz de Morillas, otro alcazareño, abogado y residente en Copenhague, quién nos ha hablado de él y facilitado la documentación necesaria para completar este breve relato de su vida.
El recuerdo de la buena impresión causada por los soldados españoles se conservó de padres a hijos tanto tiempo en la isla de Fionia que, cien años después, el 14 de marzo de 1908, se conmemoró solemnemente en Odense el Centenario de aquel desembarco, evocando y elogiando la conducta de los españoles durante su estancia en Dinamarca.
Y en 2008, con motivo del bicentenario de aquellos acontecimientos, el museo de Holbæk, al norte de Copenhague, en colaboración con las pinacotecas de las cuatro localidades danesas en donde mayor fue el impacto de su estancia, y con el apoyo de las instituciones españolas, organizó la exposición “Cuando los españoles llegaron, un encuentro cultural en 1808”. Su coordinador, el historiador Henning Petersen, destacó que los españoles fueron y siguen siendo recordados en Dinamarca como gente alegre, educada y musical; añadiendo que nunca entraron en combate, sólo estuvieron estacionado y fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país; vivían entre la gente y se comportaban de forma familiar; aceptaban sin remilgos la comida local, no como franceses y belgas; jugaban con los niños, tocaban la guitarra y hacían fiestas.
Hasta la llegada de los españoles, los daneses no sabían lo que era aliñar la ensalada con aceite y vinagre. También fue la primera vez que los nórdicos tuvieron contacto con los cigarros que fumaban los españoles y les daba miedo tener el cigarro puro encendido tan cerca de la cara. Debido a que los españoles fumaban de esta forma, un cigarro mal apagado pudo ser la causa de que prendiese y se quemase el castillo de Koldinghus, en Kolding.
Pese a que para la Dinamarca Oficial fueron unos traidores por no haber ayudado a invadir Suecia y a que el mantenimiento de su estancia sangró las arcas danesas, Petersen señaló que es difícil encontrar un relato negativo sobre aquellos españoles que les hicieron descubrir una mentalidad distinta; y citando a su gran literato, el célebre Hans Christian Andersen, comentó que mientras que los soldados franceses se caracterizaban por su altanería, los españoles eran bondadosos y amables. Virtudes que, con toda seguridad, adornaron la trayectoria vital de nuestro paisano, el soldado de Dragones Isidoro Díaz Panduro.
Juan Miguel Ruiz de Morillas
Constantino López Sánchez-Tinajero
Manuel Rubio Morano
Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan