Fernando de Rojas, en el nuevo prólogo de la ‘Tragicomedia de Calisto y Melibea’ escribió: “Y pues es antigua querella y visitada de largos tiempos, no quiero maravillarme si esta presente obra ha sey’do instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en diferencias, dando cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad ”. La obra, de forma sintética, se puede resumir de la siguiente forma: “La loca pasión por la joven Melibea, hija de un rico mercader, lleva al joven Calisto a romper todas las barreras sociales y a aliarse con una vieja alcahueta, Celestina, ‘La Trotaconventos’. Desde el momento en que entra en escena, Celestina avasalla toda la obra hasta convertirse en un personaje literario de fama universal”.
El texto base de la presente edición es el de Zaragoza del año 1507; la edición fue impresa en el pavoroso año de la epidemia de Peste Bubónica, que tanta mortalidad produjo. Leamos al inteligente bachiller, alcalde, jurista y escritor, quizás de probable familia de criptojudíos o judíos conversos, aunque para otros autores sería un hidalgo, Fernando de Rojas (La Puebla de Montalbán, Toledo, c. 1465-Talavera de la Reina, Toledo, 1541), en la lengua castellana de su época : «Suelen los que de sus tierras absentes se fallan considerar de qué cosa aquel lugar donde parten mayor inopia o falta padezca para con la tal servir a los conterráneos, de quien en algún tiempo beneficio recebido tienen; y viendo que legítima obligación a investigar lo semijante me compelía para pagar las muchas mercedes de vuestra libre liberalidad recebidas, asaz veces retraydo en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y muy juyzio a bolar, me venía a la memoria no solo la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra por la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que posee, pero aún en particular vuestra mesma persona, cuya juventud de amor ser presa se me representa aver visto y dél cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos, las quales hallé esculpidas en estos papeles, no fabricadas en las grandes herrerías de Milán, mas en los claros ingenios de doctos varones castellanos formados. Y como mirasse su primor, su sotil artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oýdo, leýlo tres o quatro veces, y tantas quantas más lo leýa, tanta más necesidad me ponía de releerlo y tanto más me agradava, y en su proceso nuevas sentencias sentía. Vi no sólo ser dulce en su principal ystoria o fición toda junta, pero aun de algunas de sus particularidades salían delectables fontezicas de filosophía, de otros agradables donayres, de otros avisos y consejos contra lisongeros y malos sirvientes y falsas mujeres hechizeras. Vi que no tenía su firma del autor, el qual según algunos dizen, fue Juan de Mena, e según otros, Rodrigo Cota, pero quienquier que fuese, es digno de recordable memoria por la sotil invención, por la gran copia de sentencias entretexeridas que so color de donayres tiene. Gran filósofo era. Y pues él con temor de detractores y nocibles lenguas más aparejadas a reprehender que a saber inventar, quiso celar e encubrir su nombre, no me culpéys si en el fin baxo que le pongo, no expresare el mío. Mayormente que, siendo jurista yo, aunque obra discreta, es agena de mi facultad, y quien lo supiese diría que no por recreación de mi principal estudio, del qual yo más me precio, como es la verdad, lo fiziesse, antes distraýdo de los derechos, en esta nueva lavor me entremetiesse. Pero aunque no acierten, sería pago de mi osadía. Asimismo pensarían que no quinze días de unas vacaciones, mientras mis socios en sus tierras, en acabarlo me detoviesse, como es lo cierto; pero aun más tiempo y menos accepto. Para desculpa de lo qual todo, no solo a vos, pero a quantos lo leyeren, offrezco los siguientes metros. E por que conoscáys dónde comiençan mis maldoladas razones (y acaban las de antiguo auctor), acorde que todo lo del antiguo auctor fuese sin división en un aucto o cena incluso, hasta el segundo aucto, donde dize: ‘Hermanos míos’, etc., Vale».
Se puede considerar esta obra, auténticamente genial, como una comedia humana de raigambre claramente social, ya que esos personajes son claramente de la época del siglo XVI, final del reinado de los Reyes Católicos. Melibea no es una figura paródica, sino un retrato, sensu stricto, que nos ofrece la viva imagen de una joven enamorada locamente, y hasta su perdición, de Calisto, ayudado este en sus intentos de conquistarla por ese personaje tan genial, e incluso hasta en lo maligno, y que se llama Celestina, casamentera y hechicera por antonomasia. “Otros han litigado sobre el nombre, diciendo que no se avía de llamar comedia, pues acabava en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor quiso darle denominación del principio, que fue placer, y llamóla comedia. Yo, viendo estas discordias, entre estos estremos partí agora por medio la porfía y llaméla tragicomedia”. El personaje de Celestina siempre ha enamorado o emocionado a los críticos que se han acercado a la obra, además de conseguir eclipsar a los demás. Asimismo, algún otro crítico o intelectual, la ha definido como demoniaca y hedonista, calificándola de antiheroína de dimensiones heroicas. Otros autores se fijan en la atracción sexual que ejercen sobre ella su maestra Claudina y la prostituta Areúsa, atracción que es prístinamente lesbiana, sin ambages. También existe una tendencia recordatoria hacia la pedofilia o pederastia, lo que es referido por el personaje de Pármeno cuando recuerda, no se colige si con pesadumbre, como Celestina le obligaba, en su más tierna infancia, a dormir con ella en la misma cama.
Otro de sus carismas, es el relativo a su capacidad de realizar prácticas o conjuros de hechicería. Lo interesante es tener la consciencia de si el bachiller y autor Fernando de Rojas creía en estas prácticas o si las empleaba en el argumento de su obra, como estratagema del hilo conductor de la narración. Aunque existe algún autor que estima que la hechicería es necesaria para la elaboración más compleja de la trama argumental. “Pues bien, quizá parte de la maestría de Rojas estribe en que consigue hacer plausibles todas y cada una de estas explicaciones”. Finalizaré el análisis sobre esta gran obra literaria indicando, sucintamente que la recomiendo sin circunloquios, y que resume los tres asertos esenciales de la Edad Moderna, y final de la Plena Edad Media, que son: la fortuna, el amor y la muerte. Presentación y encuadernación muy correctas, y que soportan este magisterio literario. «Venari, lavari, ludere, ridere hoc est vivere».
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