¿Podría usted contarnos un poco de su vida y actividad literaria?
La lectura y la escritura han formado parte de mi vida desde siempre. Aprendí a leer con tres años, antes de empezar al colegio. Mi madre se sentaba conmigo, me leía y me enseñaba en casa… Siempre me regalaban libros. Vivíamos entonces en Tineo. Muchos sábados veníamos a Oviedo y siempre me compraban un libro que, por regla general, devoraba antes del lunes. En el colegio mi asignatura preferida era Lengua y Literatura y todas las actividades que tuvieran que ver con escribir, desde la perspectiva más creativa. Conservo algún cuento escrito a los 9 o 10 años, alguna obrita de teatro… La poesía llegó más tarde, en la adolescencia. La influencia de mi profesora entonces, Sara Bárcena, y la del dramaturgo Javier Villanueva, con quien comencé en el teatro a los 15 años fueron definitivas para, desde entonces, esta siempre rodeada de literatura y en ambientes muy propicios para la creación. Supongo que todo ello me llevó a estudiar Filología Hispánica.
¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?
Aunque no tengo una imagen muy nítida… las primeras experiencias poéticas están vinculadas, como supongo que las de la mayor parte de niños y niñas de mi generación, a la lírica de carácter más popular: las nanas, las canciones que acompañaban a los juegos, las adivinanzas… Ahí estaba ya la poesía. Y a mí me todavía me tocó vivirla de esa manera.
Más adelante recuerdo a Bécquer, claro. Y a Neruda. Las emociones adolescentes de entonces encontraban perfecta expresión en aquellas rimas y en aquella canción desesperada que servían para adornar amores y carpetas. Estudié BUP y COU en el colegio Santo Domingo de Guzmán, de Oviedo. Allí Villanueva, pionero del teatro independiente en Asturias, tenía un taller de teatro. Al poco de empezar participé ya en una de las representaciones de fin de curso. También solíamos organizar recitales dramatizados. Recuerdo haber memorizado las 40 estrofas del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz con 15-16 años para salir a “interpretarlo” a escena… En esa época llegó también Lorca. Recité infinidad de veces su Romance Sonámbulo o los Prendimiento y Muerte de Antoñito el Camborio. Interpreté a Adela de La casa de Bernarda Alba, a la Novia de Bodas de Sangre y también a Yerma… Poesía hecha teatro en todos los casos. Más adelante apareció Ángel González. Y lo cambió todo. Por supuesto, siempre van conmigo también Miguel Hernández, Machado, Benedetti…
¿Cómo definiría a su poesía?
No sé si me corresponde a mí hacerlo. En todo caso… es la poesía de mi experiencia.
¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?
Desde luego que evoluciona. La experiencia vital, las lecturas… no son las mismas a los 20 que a los 40 años. Todo ello va configurando una voz poética que necesariamente va cambiando. No tengo todavía una perspectiva diacrónica de cómo ha ido evolucionando mi lenguaje. Empiezo a ser consciente ahora de lo que conlleva el proceso creativo y la búsqueda de una voz propia, pero intuyo que todavía queda mucho camino para encontrarla.
¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?
Cuando lo leo en voz alta y “suena” como yo quiero y a lo que yo quiero que suene. Y así lo corrijo también. Quizá por mi vocación actoral le doy mucha importancia a que la intención que quiero transmitir llegue clara y directa. Siento que está terminado cuando al leerlo hay algo que hace “clic”, es decir, cuando todo encaja. De todas formas, siempre necesito dejarlo reposar un tiempo -pueden ser horas, días o meses-, coger distancia… Entonces vuelvo a leerlo en voz alta y si me sigue sonando bien, lo doy por terminado. Si no, sigo dándole vueltas, o lo vuelvo a dejar enfriando en la nevera…
¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?
Pues no me lo planteo. Hasta ahora escribía por imperativo vital. Sigo haciéndolo. Más consciente, como decía antes, del proceso, pero… por pura necesidad al fin y al cabo. En cualquier caso, como lectora de poesía busco que alguien diga por mí lo que yo soy incapaz de expresar con palabras. Cuando eso sucede, cuando lo encuentro, siento un tremendo alivio. Por tanto, si algún verso mío le ha servido o le sirve a alguien para lo mismo, misión cumplida.
¿Qué lugar ocupa, para un poeta como usted, las lecturas en vivo?
Lo veo desde tres perspectivas:
Como actriz desde siempre me ha gustado leer en voz alta, recitar, participar en lecturas dramatizadas… Me apasiona y disfruto mucho intentando transmitir la emoción de lo escrito a través de la voz, o de la voz y el cuerpo.
Como poeta, considero que es una buena manera de acercar la poesía, la literatura en general, al público. De difundir y divulgar, en definitiva.
Como profesora creo, además, que son experiencias de gran valor también en el ámbito educativo. Se trabaja en las aulas, pero debería potenciarse más. En todas las etapas. Incluida la universitaria.
¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs. etc?
Son tan válidas como las tradicionales. Ayudan a difundirla, la hacen accesible y gracias a ello la palabra puede llegar a cualquier rincón del mundo. Sobre los criterios de calidad de lo que se difunde y del buen o mal uso que se haga de esas nuevas -o quizá ya no tan nuevas- formas, deben hablar otros. El tiempo también tendrá mucho que decir. Pero, desde luego, como vía de difusión y de divulgación, tienen un poder incontestable.
¿Podría recomendarnos un poema de otro autor que le haya gustado mucho?
Es muy difícil elegir. Así, rápido y sin pensar, se me viene a la cabeza Si el hombre pudiera decir lo que ama, de Cernuda. Pero podría haber elegido otros cien.
¿Qué libro está leyendo en la actualidad?
En poesía suelo ir acompañada de varios. Ahora mismo estoy con Eloy Sánchez Rosillo y su Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017.
¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que se inicia en este camino de la poesía?
Que lea, que lea y que lea. Y que escriba, escriba y escriba.
¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?
Pues eso: como una industria.
¿Qué libros ha publicado?
El poemario Los versos que nunca os dije, en BajAmar, una editorial independiente que está apostando fuerte por la poesía.
¿Cómo es tu vida día a día?
Soy profesora de Didáctica de la Lengua y coordinadora de prácticas en la Facultad Padre Ossó, con lo que mi semana se centra en las labores de docencia y gestión. Ya sea en el despacho o en casa (porque en esta profesión es habitual llevarse trabajo a casa). Por otro lado, estoy cursando el doctorado. No es fácil compaginarlo con el trabajo, pero lo intento. Además, también me estoy formando como locutora y actriz de doblaje. Acudo a clases, alguna vez surge alguna grabación… Tampoco he dejado del todo el teatro, por lo que, si hay representación, toca ensayar… En los últimos meses he dedicado bastante tiempo a presentar el poemario. Y me gusta asistir, cuando puedo, a recitales, presentaciones, conciertos…
¿Cuál es la pregunta que le gustaría que le hubiera hecho y no se la he hecho?
Creo que ha sido una entrevista muy completa. No he echado de menos nada. Estoy muy agradecida.
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