Estamos ante un libro más que recomendable, sobre uno de los grandes colonizadores españoles, aunque naciese en Portugal, pero se naturalizaría español. Nació en Sabrosa, el 4 de febrero de 1480, y moriría en la Isla de Mactán, el 27 de abríl de 1521. Su mundo estaba lleno de paradojas, en un planeta Tierra regido desde Madrid o Sevilla, estamos en la era de la expansión, por los cambios sociopolíticos, culturales y religiosos que se están produciendo. Se considera que estamos ante lo que se definía ya en ese tiempo como la Era de la Modernidad. Las religiones también tenían su evolución, cristianos, budistas y musulmanes se están expandiendo literariamente, llegando a tocarse geográficamente hablando, venciendo los antiguos abismos culturales que las separaban, el fruto final de esta situación será el de los contactos sociopolíticos, las relaciones comerciales y el contagio de enfermedades en forma de plagas y por el enfriamiento del clima. «El famoso explorador, marino y navegante portugués Fernando de Magallanes ha sido aclamado durante siglos como un verdadero héroe: un noble aventurero que circunnavegó el globo en una extraordinaria gesta de valentía humana. Su nombre aporta connotaciones relacionadas con la ciencia, el emprendimiento y el éxito, por no decir que se reclama para su figura una importancia mundial que trasciende los nacionalismos. Pero ¿fue realmente así? Felipe Fernández-Armesto, en una deslumbrante y magnífica investigación, nos revela a un Magallanes muy diferente, una figura controvertida que nunca se propuso, y menos aún lo logró, dar la vuelta al mundo, que cometió asesinatos, malgastó recursos de la Corona, se desempeñó negligentemente como capitán general del viaje que le hizo célebre, asumió riesgos innecesarios que acarrearon hambre, enfermedades y derrotas, provocó motines, tuvo una conducta con los pueblos indígenas cuando menos controvertida y cuya única y verdadera ambición no fue otra que explotar el oro filipino». La expedición de Magallanes y Elcano resultó de un gran atractivo para todos los que decidieron ir en ella. La extraña heroicidad deja a muchos, de los que se acercan a su figura, perplejos, ya que la tasa de mortalidad fue del 90% más o menos. Nada más y nada menos que 150 hombres perdieron la vida en este intento de circunnavegar el planeta Tierra. Las posibilidades de supervivencia, y es seguro que los participantes lo sabían, siempre fueron muy bajas. Existía, ¡cómo no!, el fervor religioso católico, que en este siglo XVI está en los niveles más altos posibles. Por lo tanto, se puede indicar, de forma taxativa, que el viaje capitaneado por un ilusionado Fernando de Magallanes fue un fracaso casi absoluto en todos los objetivos planteados a priori, salvo para el exiguo número de supervivientes que retornaron a las tierras de los Reinos de Castilla y de León. Estimo que el ensayo literario sobre Fernando de Magallanes es cuanto menos cautivador y, por supuesto brillante. En esta obra casi se puede paladear el relato, habitual, de una estupenda novela histórica, ya que sus aventuras son inesperadas e insospechadas. “A simple vista, no cabría esperar migraciones a gran escala, ni conquistas a larga distancia, ni épocas fecundas en inventos durante un período de severo trastorno medio ambiental y endurecimiento de las condiciones. El clima y las enfermedades fijan el contexto para todo lo demás que sucede en ese momento, y el clima es el condicionante supremo, porque las enfermedades dependen de él. A Magallanes le tocó vivir más o menos en medio de una de las más drásticas interrupciones del calentamiento global desde el fin del Dyras Reciente, casi 12000 años atrás. La ‘Pequeña Edad de Hielo’ que se extendió desde mediados del siglo XIV hasta principios del XVIII infligió daños visibles y medibles en las sociedades que se vieron afectadas por ella, y propagó hambrunas, exacerbó guerras, provocó rebeliones e incubó plagas. El período más frío se dio hacia el final, y dio pie a múltiples anécdotas sobre extraños congelamientos, desde el de la barba del rey de Francia hasta el de mares salados enteros”. Antes que las Españas, incluyendo a Portugal, comenzasen su expansión imperialista, escrito desde la asepsia más absoluta; otros imperios ya se habían estado expandiendo, sin freno, y con bastante rapidez. Estaban en América y en el África subsahariana; todos estos grupos superaban, sin ambages, a la monarquía española consolidada ya en el siglo XVI. Verbigracia, en Las Indias o América, los aztecas o mexicas y los incas fueron mejores conquistadores que los españoles, por lo que resulta inexplicable como los hombres de Carlos V, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, entre otros de mayor o menor enjundia, pudieron en veinte años, a partir de 1520, engullirse, sin más problemas de los que se pueden esperar por cuestiones bélicas. El tlatoani, Moctezuma, emperador de los aztecas desde Tenochtitlán era un conquistador espectacular, podía movilizar ejércitos numerosos desde la boca del río Pánuco hasta la bahía de Soconusco, y tenía a 44 ciudades-estado como nuevas tributarias de los aztecas, y que le aportaban todo lo que se necesitaba en impuestos de la época, desde maíz y frijoles, hasta oro, jade, plumas de aves exóticas y, sobre todo utilizando la moneda de la época en ese territorio, que era el cacao. “Huayna Capac, que falleció poco antes de que los primeros exploradores españoles llegaran al Perú, hizo del Imperio inca uno de los más rápidamente expansivos del mundo en tiempos de Magallanes, pues extendió sus fronteras originales en todas las direcciones, conquistó a los caranquis en territorio del actual Ecuador y, según se decía, ahogó en la laguna de Yahuarcocha a 20.000 de los guerreros derrotados”. En la Europa de dicha época histórica, el Imperio de la Rusia de los zares, ya había enviado expediciones más lejos del círculo polar ártico y de los ríos Perm y Obi, y todo ello ya en la década del año 1490; cuando los Reyes Fernando V de León y de Castilla e Isabel I de León y de Castilla no habían conseguido unificar todas las Españas, y nunca lo conseguirían al faltar Portugal. Casi en el momento de la expedición de Magallanes, los turcos otomanos pudieron conquistar, lamentablemente para la cultura faraónica ancestral, Egipto, y comenzaron el intento, que se cortaría en Lepanto por las tropas del Rey Felipe II de Habsburgo, de dejar su influjo en toda la orilla sur del Mediterráneo. En la época de Magallanes, Europa era un territorio medianamente pobre y atrasado, los españoles le aportarían el impulso para mejorar. Lo que se pretendía era llegar a Catay y a Cipango, China y Japón, donde estaban las riquezas de las especias, y para ello era preciso aventurarse en el Índico, que era la única posibilidad. En suma, estamos ante un libro magnífico, que rezuma sabiduría sobre esta expedición de Magallanes. «Roma locuta, causa finita. ET. O tempora, o mores!». Puedes comprar el libro en:
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