Quedo con Benito Olmo en la Sociedad General de Autores de Madrid (SGAE); el palacio Longoria es un edificio modernista de comienzos del siglo XX, tiene unas escaleras preciosas y unas galerías que son idóneas para hablar tranquilamente con el autor. “Llegué a la historia por accidente. Era un tema que no pensaba abordar, pero me abordó a mí. Los libros robados por los nazis era un tema que me llamaba la atención, pero más cuando supe de un español, nacido en Barcelona, que emigró a Argentina al que habían llamado de la Biblioteca Central de Berlín para devolverle un libro que había pertenecido a su padre”, cuenta el escritor nada más comenzar nuestra charla. Algo muy parecido le ocurrió a Walter Lachmann, que estuvo de niño en diferentes campos de concentración y fue liberado en la primavera de 1945 del campo Bergen-Belsen. Se le devolvió un libro infantil que le pertenecía más de medio siglo más tarde. Pero eso, no era todo. “Su padre no hablaba nunca de su pasado. Ese episodio le dio la oportunidad de conectar con una época que no conocía. Todo se lo contó un tal Sebastián, de esa biblioteca berlinesa. Todo eso lo cuento en la novela tal cual como ocurrió”, se confiesa. Esa persona aparece en la novela, que está trufada de personajes reales y otros ficticios. Los dos protagonistas, Greta y Oleg, son inventados, pero muy reales”, explica el autor gaditano. De los tres millones de libros que hay en la biblioteca pública berlinesa, se calcula que un millón son procedentes del saqueo nazi. Durante años convivieron en silencio hasta que un funcionario decidió saber qué libros eran los expoliados e intentar devolvérselos a sus legítimos dueños. Para eso, crearon un departamento para localizar esos volúmenes y se dieron cuenta que muchos llevaban exlibris con caracteres hebreos. “Durante años, los responsables de la biblioteca los quitaron para tapar ese expolio nazi. Un total de 800 diferentes exlibris fueron catalogados y se comenzó la ingente labor de devolver los libros”, cuenta Benito Olmo. “Tinta y fuego es una excusa para hablar del valor de los libros y del trabajo que hacen ciertas personas para rescatarlos y cuidarlos. Es un trabajo muy minucioso. Devolverlos es todavía más laborioso y difícil, en contadas ocasiones se tiene éxito. Muchos de ellos no se pueden devolver, bien sea porque los propietarios han fallecidos y no tienen descendientes o bien porque no se ha podido determinar de quién eran”, reflexiona el escritor gaditano. La pregunta surge de inmediato. ¿Por qué no se quiso, durante años, investigar sobre estos hechos? Y la respuesta no es nada fácil. “Muchos de esos libros no son ni incunables ni primeras ediciones, así su valor es escaso. No es lo mismo en el sentido emocional. El valor de esos libros no es cuantificable”, sostiene Benito Olmo que para escribir necesita ir a los sitios donde se desarrollan sus tramas. “Fui a Berlín, Italia y Polonia para investigar sobre el tema”, ratifica. “La quema de libros por los nazis no fue un acto irreflexivo sino premeditado”“Aunque pueda parecer que la quema de libros por parte de los nazis era un acto irreflexivo, no lo era tanto. Sabían perfectamente lo que hacían. Al quemar los libros, se eliminaba la historia de los judíos, la memoria histórica de cada uno. Somos lo que leemos”, sentencia Benito Olmo y él es un ávido lector desde su más tierna infancia, desde que cayó en sus manos el libro de Andreu Martín “Todos los detectives se llaman Flanagan”. “En cierta ocasión en Frankfurt, en una de esas cabinas de teléfono que utilizan los alemanes como biblioteca, me encontré el libro de Martín en alemán. Por supuesto, que me lo llevé a casa”, reconoce. Benito Olmo estuvo viviendo durante tres años en esa ciudad alemana.
“Tierra y fuego” es su libro más elaborado. “He investigado más que en cualquier otra novela mía. Tenía mucha información para el libro. Me salió el doble de gordo que la edición final. Meter mucha información es interesante, pero un exceso de información puede perjudicar la novela. Así que la reduje bastante. Mi pretensión era hacer una novela de aventuras con elementos de negra. Quería mezclar esos dos géneros. Mi literatura suele ser bastante negra, lo tengo muy interiorizado, me sale así”, señala. De ahí que el personaje de Greta tenga las características de los protagonistas de ese género. En su opinión, “los lectores están muy dispersos. Por eso, procuro no darles tregua. Es todo un desafío y cada día es más complicado. Yo siento mucho respeto por el lector. Me gusta darles motivo para leer y que continúen haciéndolo”. En cuanto a la forma de perfilar sus personajes dice “me gustan que sean muy humanos, los hago con virtudes, pero también con muchos defectos. Procuro que ante todo sean muy humanos”. Benito Olmo disfruta creando personajes tanto canónicos, como Greta, o más peculiares como su hermana; también se lo pasa genial descubriendo libros de segunda mano en las librerías de lance. Por eso, “en la novela describo varias librerías de ese tipo. No te puedes perder la de Manuel de Falla en Cádiz, que es real, tal y como la describo en la novela. He querido hacer un homenaje a ese tipo de libreros, que cada vez quedan menos”, puntualiza. “El tema de devolver los libros expoliados a sus legítimos dueños es goloso. Todavía queda mucho que rascar y yo estaré atento a lo que vaya sucediendo”, concluye el escritor gaditano que reconoce que estos ladrones de libros o de cuadros tienen su morbo. “Yo tendría un cuadro como El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga en mi casa para disfrutarlo yo solo”. Sabe muy bien lo que escoge. Puedes comprar el libro en:
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