Leer poesía con atención plena es navegar en el universo íntimo del alma de un poeta, transitándolo palabra a palabra, verso a verso. No habría poesía sin esa fuente interior que mana de cada poeta, pero, tampoco sin el mejor lenguaje colectivo, sin la cultura labrada en el tiempo y sin la otredad de los demás como sociedad compleja donde sembrarla con mayor o peor fortuna. No conozco personalmente a José Antonio Santano pero he dialogado calladamente con él a través de la lectura serena de los poemas de su libro Sepulta plenitud (Editorial Olé libros, 2023). Día a día he ido leyendo en silencio cada uno de los treinta poemas, claros y transparentes, de este libro. (Recomiendo esta costumbre de leer o escribir al alba, porque las puertas del subconsciente aún no se han cerrado del todo tras el sueño, y la lectura lírica entra como un estímulo mágico en las redes neuronales del lenguaje interior). Así disfruté de este poemario de José Antonio Santano que alcanza una gran unidad temática, algo que le confiere solidez y dimensión para ser una obra reconocible entre el conjunto de sus más de veinte libros anteriores. Publicado con una portada eficaz: una fotografía que representa el rostro de una escultura clásica parcialmente desenterrada. Su primer poema nos coloca pronto en el escenario real (ruinas romanas de Ituci, actual Baena, Córdoba) y en el espacio simbólico de esta obra: “Sepulta la ciudad / allá en el monte, como una tumba / de cristal bajo la tierra toda, hospedada / en nosotros, hija del tiempo,” […] “Sepulta y desolada en sus ruinas / se desangra en mis manos, / en las manos de todos”. Más allá de la inevitable evocación del poema clásico, Canto a las ruinas de Itálica de Rodrigo Caro (Utrera, 1573-1647), nos sorprende en este libro la excelente variedad de sensaciones y matices humanistas que evoca en torno a un tema similar, modernizando sus recursos descriptivos como si fuera un artista impresionista que pinta las sombras y las luces, las formas y sus contrastes (“del sol reflejo en las ramas del árbol”; “Valga el olvido allá en las cumbres / y yo en su abrazo pernocto, / en su luz de arco iris, / y me dejo llevar en los dedos del tiempo”). Si la medida de un poeta lo da, como dijera Lorca, las metáforas y las asociaciones binarias de palabras que nunca se escribieron juntas, Santano nos ofrece tantas que sería imposible recogerlas en esta reseña, pero —si me permiten— yo destacaría algunas como: “cadáver en el aire / de un silencio mestizo”, “resucita la noche en los labios del trueno”, “Resucita la noche y ruge el olvido”. “Allí el monte y mi ciudad / sepulta, oxidada de olvido”… Aún así, para valorar bien a un poeta, aunque brillen sus metáforas como perlas, lo importante es notar la construcción redonda de un poema que abre y cierra como un broche, la sensación que nos deja uno, otro y otro en el pecho, durante toda una obra. Pueden ser solo letras, grafías tejidas en negro sobre papel blanco ahuesado, pero transmiten tanto que Santano evoca una melancolía fructífera, una vibrante emoción, una serena armonía: la conciencia del paso del tiempo, la contemplación frente al olvido como ética y estética; la esperanza lírica en la palabra como “razón poética” (María Zambrano, 1904-1991) para conocer y comprender todo lo humano. Si estos poemas se leen en voz alta, con la entonación emocional adecuada, se aprecia mucho más el ritmo musical de cada verso, mantenido y reiterado en armonía formal, con un “ritmo sostenido” como señala el prologuista de este libro Francisco López Barrios; “una musicalidad reconocible” como coincide en ello Juan Gaitán, escritor que destaca la profundidad intelectual de este poemario: “Acude Santano a la historia con una poética cercana a lo filosófico, con un constante excavar en el silencio y la muerte”. Es el “silencio”, una de las constantes de este libro que viene a ser esencial en su poesía y que ya diera nombre a su obra reunida hasta ahora: Silencio [Poesía 1994-2021]. Tal como señala en un artículo José Tuvilla Rayo: “El silencio es el eje y núcleo central de la trayectoria poética y vital de José Antonio Santano (…) el producto final de la búsqueda del misterio, del sentido y sentimiento que se oculta detrás de cada palabra, de cada verso y de cada poemario”. De tal modo que Alejandro López Andrada coincide también en que el poeta quiere “dar vida al silencio (…) un silencio épico”, aunque añade, el silencio como “la buena poesía es indescifrable”. Por eso, coincido con este crítico en que el propósito de esta obra se ha conseguido plenamente porque “Santano consigue aquilatar su universo poético evocando lo perdido, esa sepulta plenitud que convierte en belleza el dolor de lo que fue”. Más, añadiría, no solo se trata de rescatar la belleza de lo que fue sino el conocimiento de lo que fuimos y la comprensión de lo que somos, lo que exigiría invertir la tendencia del “abandono de la formación en cultura clásica de Grecia y Roma en el sistema educativo actual” como denuncia Alfonso Berlanga en una de las muchas reseñas que Sepulta plenitud ha generado por su indiscutible calidad. Puedes comprar el poemario en:
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