“Sólo contemplo el género periodístico de la entrevista como conversación”, escribe el autor a propósito de su misión, de su función por su calidad de interlocutor; un gesto democrático que no es difícil de advertir que se pone de manifiesto en cada una de las entrevistas reproducidas aquí, realizadas a personajes relevantes, significativos en distintas áreas en el desempeño de sus tareas en torno al pensamiento creativo, y que nos aproximan, por la calidad de su criterio, a un conocimiento mayor y mejor del mundo convulso en que nos vamos moviendo diariamente. Haciendo caso a un subtítulo que, en principio, tiene atractivo para el buen lector, del encuentro con la escritura destacaría, en este libro rico y ameno y recomendable para escuchar a ese otro que ha demostrado capacidades en su discurso –capacidades, entiéndase, como la capacidad de reflexionar, de analizar, y por ello de transmitir algo de semilla racional, constructiva. Por ejemplo cuando Juan Marsé, un autor de relevancia significativa en la novela realista, señala: “Se suele hablar de un don, el don del talento para crear. Pero también se necesita cierto talento para leer (…) Tiene que ver con la cultura, pero también con la sensibilidad… y eso se tiene o no se tiene” La conversación se hará infinita en la medida en que nos hagamos cargo de que el humano, con capacidad imaginativa amplia y con curiosidad innata, puede prolongar los argumentos del decir, del pensar, de la sorpresa o novedad más allá de cualquier canon establecido: de algún modo pone de manifiesto la libertad como perspectiva de manifestación vital, como paisaje. Inma Puig nos acerca a esta realidad en ocasiones ladeada: “Para poder ver la cantidad de cosas que pasan en las relaciones (la naturaleza intrínseca de la curiosidad) hay que entender a las personas) Y para ello, continúa, hay dos caminos: “El corto es ponerse en el lugar de la otra persona. El otro, el largo, está al alcance de todo el mundo. Consiste en seguir la anatomía: Tenemos dos oídos y una boca, así que, si queremos entender al otro, tenemos que escuchar el doble de lo que hablamos. Y con un oído hemos de escuchar lo que nos dicen, y con el otro, lo que no nos dicen… que a veces es más importante”. Los puntos de vista, los razonamientos, jamás se excluyen, sino que se complementan como resultado de la lectura de este libro en favor del diálogo, entendido éste en sentido generoso y amplio. Gai Xingjian alude al degradado (y degradante, tantas veces) del mal llamado mundo de la política (acaso politiqueo, o politiquerías) y dice: “Un intelectual debe ser lo suficientemente maduro como para saber distanciarse de la política. Yo estoy frontalmente contra la dictadura y contra la censura, pero para estarlo y sentirme bien oralmente, me obligo a permanecer al margen de lo político. En política, las palabras lo esconden todo, según el interés. En el arte, no En ese sentido, el arte es más veraz que la historia. Cabe resaltar también un ejemplo práctico de actidud artística, la de un veterano como Peter Brook: “Para llegar a la sencillez –entiéndase el discurso humano expuesto con argumentos claros y definidos- antes hay que haber pasado por las formas más barrocas y extravagantes imaginables. Yo lo hice. Hay que tener un montón de verduras encima de la mesa para saber con cuál quedarse, cuál es la mejor”. Y, en el decir pensante, no ignoremos en lo posible la aparente contradicción o la dicotomía. Preguntado Ernesto Cardenal si para él Dios no es uno, unívoco, cerrado e indiscutible, responde, que no “Pueden ser varios. O puede no creerse en ningún Dios. Los ateos dicen lo mismo que decían los cristianos primitivos, que también fueron ateos”. Tal vez, como conclusión anímica y cultural habría que tomar en consideración la afirmación de Fernando Savater: “Leer es un placer y los placeres no se enseñan, se contagian” Luego, el ser y raciocinio de cada cual decidirá. Por sí. https://ricardomartinez-conde.esPuedes comprar el libro en:
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