El pasado 7 de diciembre, impartí en las Jornadas Cervantinas, que coordinan el Ayuntamiento de Esquivias, la Casa Museo de Cervantes y la Sociedad Cervantista de Esquivias una conferencia con el título “Catalina y el humor cervantino”. Precisamente, días atrás le había mencionado a mi mujer las ganas que tenía de conocer esta localidad. ¿Casualidad? ¿Regalo prenavideño? Pues dicho y hecho. Un correo de Susana García, responsable del Museo Casa Cervantes me invitaba a impartir una conferencia. Y escogí hablarles de la influencia de Catalina en el humor cervantino, una cuestión poco tratada en las biografías, al tratarse de un sentimiento difícil -en teoría- de documentar. Sin embargo, el corazón también te señala caminos, que no por intuitivos dejan de ser acertados. A menudo, un hallazgo documental fue antes una intuición. También se me dio la oportunidad de presentar mi libro “Entrevista a Cervantes” [Luna de Abajo,2022] a partir de la obra de teatro del mismo nombre, y en la que el escritor es interpretado por una actriz, la mexicana Ángeles Rodríguez, algo que -sin duda- a Catalina la hubiese hecho reír. Siempre me ha parecida injusta la afirmación, tan frecuente en las biografías, de que Cervantes se asfixiaba en Esquivias. ¿Por qué iba a asfixiarse allí alguien que necesitaba soledad para escribir? Mero prejuicio urbano. También Nueva York puede asfixiar, si anhelas tu pueblo. Además, Toledo y Madrid le quedaban muy cerca. Otra cuestión es dónde ganarse el sustento, y a él su trabajo extraliterario le llevo a Andalucía. Pero Catalina fue siempre su Ítaca. ¿Cómo dudar que llevaba en el corazón a Esquivias, como todos pertenecemos al lugar en el que conocimos a quien amamos? De todo esto hablé en mi conferencia, pues creo que el humor cervantino no hubiese podido darse sin la felicidad conyugal que al escritor le aportó Catalina, y que mutuamente se aportaron. Posiblemente, con sus cosillas, pues ni él ni ella hubieron de ser personas convencionales. La infelicidad conyugal es compatible con el humor, pero suele hacerlo derivar a una mordacidad satírica, registro antagónico del universo vital cervantino. En la obra de Cervantes hay una visión muy positiva de la mujer, independientemente de algunas ideas propias de la época, y que hoy pueden parecernos reaccionarias. Otras heridas pueden rastrearse en sus obras, pero no esa. Conoció penalidades, pero no la del desamor. Catalina hubo de ser, pues, una esposa adecuada para él. Y él el hombre adecuado para ella, a su valía. De haber sido desdichado con Catalina, el humor del Quijote hubiera sido…quevedesco. Y desde luego, no se habría despedido del mundo con su vital “Adiós, gracias. Adiós, donaires”. A Catalina le debemos la publicación póstuma del Persiles, pero también que el escritor pudiese centrarse en la publicación de su obra, en esa década prodigiosa que va desde 1605 a 1615. Y ahora, sí. Ahora, hablemos de la escenificación del desposorio, el día grande las jornadas cervantinas de Esquivias. Tuve la suerte de conocer y recorrer este acto, celebrado por las calles de la villa, en compañía de los mejores anfitriones: Antonio Sánchez, director de la revista Galatea, y Sabino de Diego, presidente de la Asociación Cervantista de Esquivias, quien tuvo la idea de la representación y es autor de la mayor parte de los textos. Y sobre estos quiero detenerme: son pequeñas joyas, ricos en documentación y con toques de humor que eluden siempre lo sainetesco. Cada episodio o entremés está dentro del registro de la ternura humorística, característica esencial del autor del Quijote, sin renunciar a la crítica benevolente, también en equilibrio muy cervantino. Recomiendo que estos textos sean “fijados” en un pequeño libro, con indicaciones para futuras escenificaciones, acerca de cómo han de ser interpretados en el futuro. Qué prodigio ver a los esquivianos y las esquivianas convertidos en intérpretes, solo con el apoyo de algunos actores profesionales. Una buena interpretación se logra combinando talento, ensayos y amor por lo que haces, pero también con un trabajo eficaz de dirección. Mi aplauso para los directores de las escenas, Oliver Romero y Zoraida Ballesteros. Cada escena es única, pero está dentro de un mismo registro común. Qué entrañable -y que difícil, bajo su aparente sencillez- el episodio de los Niños de la Piedra a la puerta de la iglesia y ermitas, aquí con su final feliz y bondadoso. Qué desternillante el rifirrafe en la fuente de los caños: “¡¡Questá en los papeles!!”. Y los comentarios en el mesón posada, donde mi mujer -Marta- fue vestida para la ocasión y participó de extra. Y los de las lugareñas cosiendo en la calle. Y el tronchante episodio de las pócimas Y qué estupenda representación del pique entre los Salazar y los Quixada. Qué divertida la venta del majuelo al astuto don Alonso Quixada. Y qué bello el episodio de la declaración de amor de Miguel a Catalina, maravillosamente interpretados por Juan Antonio Martínez y por Paula Pomares. Y qué espectacular el desfile nupcial, en que cada participante iba representado a un personaje real, natural y vecino del Lugar de Esquivias. Y qué creíble el sacerdote que celebró el desposorio, al que le deseamos el ascenso a obispo. Y la voz que cantó al final. El libro de Sabino Romero, “Catalina. Fuente de inspiración de Cervantes” (Punto Rojo, 2015), no debe faltar en la biblioteca de ningún cervantista. Pero ni siquiera la suma de talentos es suficiente para explicar esta felicidad que emitía Esquivias y nos contagiaba a los visitantes. ¿Cómo es posible? Sí, la villa desbordaba felicidad colectiva, algo que adquiere una ejemplaridad especial en estos tiempos de horror y deshumanización. Creo que el padre Vicente Ruiz, párroco de Esquivias, sabrá a lo que me refiero. La escenificación del desposorio es teatro, pero es Verdad, no solo porque ocurrió un 12 de diciembre de 1584 sino porque Esquivias nos regala lo mejor de ella misma, en un precioso y conmovedor actor de amor. Les irrumpe del corazón, como fuegos artificiales de bondad. Durante mi estancia, sentimos a nuestro lado la presencia invisible del gran cervantista Krzysztof Sliwa, quien tanto ama a esta villa y a sus gentes. También tuve la ocasión de saludar al excelente periodista José Antonio Hernández de la Moya. Y disfrutar de la amistad y saberes de Antonio Sánchez. El día anterior, el padre Vicente me había enseñado el documento de la unión entre Miguel y Catalina. Ellos dos, intuyo, amaron siempre a Esquivias, pero a la vez fueron capaces de crear un territorio propio, sin distancias geográficas o intelectuales, que les hacía sentir cerca aunque estuviesen lejos. No tengo la menor duda: Cervantes no hubiese podido escribir el Quijote sin la felicidad que le proporcionó Catalina, compensación de otras vivencias amargas; estas en su vida no faltaron, no hay necesidad de exagerarlas, pero tampoco de disminuirlas. Justo es restarle al cervantismo los excesos románticos, pero no puede ser a costa de restarle Verdad a la historia del hombre que escribió el Quijote, además de joyas como Rinconete y Cortadillo o el prólogo del Persiles, entre otras obras maestras. Qué mayor logro que conseguir que el asistente parta con la promesa interior de volver. Inolvidable. Esquivias, lugar de cuyo nombre siempre querré acordarme. Esquivas, villa de la buena gente. Esquivias, donde comenzó todo. Eduardo Aguirre Romerode la Asociación de CervantistasNoticias relacionadas+ 0 comentarios
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