Una obra grandiosa en tamaño y en calidad, sobre un hecho histórico paradigmático. “El periódico La Democracia decía el otro día que la defensa de Baler lo mismo podía ser un acto de heroísmo que de locura. Conformes, pero es indudablemente una locura en la que jamás incurrirán, de seguro, los redactores de aquel periódico (El Noticiero de Manila, 13 de julio de 1899). La iglesia de San Luis Obispo de Tolosa en Baler, una pequeña localidad filipina de la costa nororiental de la isla de Luzón, fue testigo de uno de los hechos más heroicos de la historia militar. Allí, un pequeño destacamento del Ejército español, junto a tres padres franciscanos, se hicieron fuertes durante 337 días defendiendo la última bandera española en las islas filipinas”. A partir del mes de mayo de 1898, los destacamentos españoles ya quedaron aislados en aquellas islas de ubérrima vegetación, muy tropical y más que agobiante. Sea como sea el caso del Asedio-Sitio de Baler fue un caso único, y la verdad completa nunca se conocerá, ya que será, lamentablemente manipulada muchas veces desde las Españas, por ese complejo ridículo de los españoles a no asumir y enorgullecerse de su glorioso pasado colonial. Solo se conservan dos relatos, realizados por algunos de los supervivientes, uno de ellos por Saturnino Martín Cerezo, del año-1904; y el manuscrito de fray Félix Minaya Rojo, escrito en fecha indeterminada, aunque publicado ya por los frailes franciscanos Lorenzo Pérez y Antolín Abad, en 1956. El primer texto fue la base argumental original de la película dirigida por Antonio Román, en el año de 1945, ‘Los últimos de Filipinas’. “Cuando los españoles entraron en la iglesia, su intención inicial era resistir hasta que las fuerzas españolas llegaran en su auxilio. No podían sospechar que su espera sería inútil. La iglesia se convertiría en una especie de cápsula del tiempo, ajena a los acontecimientos que se iban sucediendo. Aislados desde la segunda quincena de mayo de 1898 y sin noticias que pudiesen considerar fidedignas, serán los únicos españoles que hasta el 2 de junio de 1899 desconozcan la realidad que se ha vivido en todos aquellos meses, tanto en el archipiélago como en la metrópoli. Entraron en la iglesia siendo dueños de un imperio. ¿Cómo iban a dar crédito a todo lo que iba a suceder? ¿Cómo iban a creer a sus sitiadores cuando les decían todas aquellas mentiras para incitarlos a la rendición? ¡Qué imaginación la de aquellos indios! ¡Nadie en su sano juicio podría creerse aquello! Estaban allí para cumplir una misión, habían jurado defender una bandera y la defenderían pasara lo que pasara”. Debo indicar, por ser necesariamente de justicia, que la calidad editorial de todos los libros de Actas es paradigmática. Quizás aquellos 35 supervivientes no llegaron a la consciencia de que con ese trágico final en Baler, cerraban, definitivamente, la soberanía española de más de trescientos años en el archipiélago, y que ellos habían defendido ya con uñas y dientes. En la torre del campanario de aquella iglesia, sería el último sitio filipino donde permanecería ondeando la bandera de las Españas, por última vez, en las islas Filipinas. La Historia no daría una nueva oportunidad a las Españas. Detrás de todo ello estaría la maldición imperialista norteamericana para atizar la rebelión, y quedarse con las islas, imponiendo hasta el inglés y anulando al castellano-español. La huella española sería borrada de la faz de la tierra filipina, per saecula saeculorum. «El 30 de junio de 1898 un pequeño destacamento militar español quedó sitiado por una fuerza diez veces superior en la iglesia de la localidad filipina de Baler. A pesar del terrible fuego de cañón y fusilería al que fueron sometidos y sin posibilidad de reponer víveres, afrontaron valerosamente el asedio plantando cara al enemigo, al hambre y a la enfermedad. Sin creer que la guerra había acabado, continuaron luchando fieles al cumplimiento de su deber y a la misión que allí les había llevado; defender hasta las últimas consecuencias la bandera española que ondeaba en lo alto del campanario. Desoyendo las múltiples intimidaciones de rendición del enemigo y a los comisionados españoles que les ordenaban abandonar su inútil resistencia, consiguieron mantener su posición durante 337 días en condiciones verdaderamente infrahumanas, escribiendo lo que constituye una de las páginas más brillantes de la historia militar de España. ¿Quiénes fueron esos hombres? ¿Cuáles son las claves que hicieron posibles unos hechos que asombraron al mundo? Contando con amplia documentación inédita y con testimonios hasta hoy desconocidos de los descendientes de aquellos héroes, tras largos años de investigación, los autores nos ofrecen una obra repleta de novedades e interesantes revelaciones sobre la gesta de Baler y una aproximación a sus protagonistas que incluye por primera vez a los fallecidos durante el asedio». Cuando llegan los primeros emisarios españoles, que eran los capitanes Belloto y Olmedo, este hecho conformó ya las primeras diatribas entre el jefe del destacamento y los franciscanos. A primeros de agosto, el soldado Jaime Caldentey va a desertar, ya que lo prioritario es salvar la vida; no obstante no tuvo mucha suerte, ya que pasó a mejor vida a las pocas de escapar, pero ya estando en campo enemigo. En los inicios del sitio, los defensores tenían la consciencia, paradójicamente, sin existir el más mínimo fundamento, de que se les iba a socorrer en unos cuatros meses de guerra. Cuando se hace cargo de la defensa el teniente Martín Cerezo, la situación ya es desesperada. La epidemia está en el máximo apogeo, existen muertos casi a diario, y los suministros alimenticios y de subsistencia ya están bajo mínimos. “Martín apenas tenía argumentos para mantener la convicción de sus subordinados. Contando con el refuerzo del médico y los dos frailes, la disciplina fue el medio eficaz que dispuso para hacerse con la lealtad de sus hombres. La salida del 14 de diciembre fue un revulsivo que devolvió la confianza y la esperanza, reforzando la cohesión del grupo.” Deseo destacar, a partir de la página 390, la presentación de las Biografías de los españoles del sitio de Baler. En todas ellas existen unos textos alusivos al personaje narrado, y que definen su valor y su idiosincrasia. ¡Magníficas! El libro finaliza con la trascripción de documentos, muy esclarecedores, muchos inéditos, y que dejan bien claro, sin ningún tipo de sesgo, la valentía, la ética y el heroísmo de aquellos españoles destacados. Se ha respetado la ortografía y la puntuación de los textos manuscritos originales, y de esta forma la integridad de los mismos está respetada y mantenida con todo rigor. Todas sus más de 680 páginas tienen una enjundia a prueba de todo tipo de estudios. Por consiguiente, magnificente libro, muy esencial para todos, incluyendo los absurdos descreídos. «Diaboli tremens et diem iudicit terriblem tremens. ET. Miles factus». Puedes comprar el libro en:
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