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"Manual de desvanecimientos", de Eugenio Rivera Claudio

Colección “Tras la Puerta”. Torrejón de Ardoz, Madrid (España)
lunes 18 de diciembre de 2023, 07:06h
Manual de desvanecimientos
Manual de desvanecimientos

El discreto y amable Eugenio Rivera -esa es su imagen personal- demuestra poseer a su vez una personalidad manifiestamente polifacética: químico de carrera, ilustrador y poeta, director de la revista digital “Entreletras”, articulista y viñetista, actor, colaborador radiofónico, miembro de jurados literarios y cinematográficos, especialista en la historia y música de los ‘Beatles’… Se hace difícil recordar y enumerar sus múltiples actividades culturales y artísticas. Y, ahora, este personaje de manifiesta ascendencia renacentista cobra de nuevo actualidad por la reciente publicación de Manual de desvanecimientos, su segundo libro de versos, que edita el Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz (Madrid) en la colección de poesía “Tras la Puerta”.

Y si diverso y versátil resulta ser el autor, Eugenio Rivera, tampoco parece ser menos sorprendente la obra, Manual de desvanecimientos, pues esta excede con amplitud, sin duda alguna, el canon y la forma ordinaria de presentación de los poemarios contemporáneos. Su originalidad se hará notar de inmediato, a partir del prólogo, firmado por un tal Dr. Max Valdemar, intelectual apócrifo, especializado en saberes curiosos y accesorios, que irá añadiendo notas caprichosas, o incluso bastante peregrinas y pretendidamente aclaratorias, al pie de los poemas hasta llegar a apoderarse casi por completo de las páginas finales del libro, sustituyendo a versos y a poeta. Nada que resulte demasiado extraño, puesto que, como el propio Nietzsche se ocupaba de advertir en Así habló Zaratustra, “el peor enemigo con que puedas encontrarte serás siempre tú mismo“. Y esta circunstancia peculiar de emparejar poemas y notas explicativas, aunque no sea exactamente semejante, acerca Manual de desvanecimientos a antiguos modelos literarios como la llamada sátira menipea o el prosimetrum, fórmulas caracterizadas por alternar y combinar el verso y la prosa de modo equilibrado en la misma obra.

Mas la originalidad no solo se encuentra en la estructura del libro, sino que destaca asimismo por el estilo literario elegido por el autor para dar forma a los poemas. Estilo que se manifestaba ya en el primer poemario de Eugenio Rivera, titulado Memorias del derrumbe, donde es posible leer, por ejemplo: “Poemas para matar golondrinas / y embalsamar cadáveres. / Para el ejercicio de la sombra / y sus sicarios. / Poemas para atar el álgebra / quejumbroso al pupitre de mi infancia…” (fragmento de ‘Poemas para matar golondrinas’). O también: “Sensible al espanto / aleteo con el gorrión desvencijado / con la puta en la cuneta / con la escafandra insólita del buzo muerto / y en mi desolación te tiendo / la mano que tiembla / con la hoja palpitante del roble / con la astucia fingida / de las aspas / del molino de viento…” (fragmento de ‘Sensible al espanto’). Estilo literario que sigue sin disimulo la huella creacionista del chileno Vicente Huidobro. Estilo vanguardista en el que también militó con gloria y honor el poeta español Gerardo Diego, autor del admirable “Manual de espumas”, al que Eugenio Rivera, a modo de homenaje, no duda en tomar uno de los términos para titular su propio libro: Manual de desvanecimientos.

Otras admiraciones y fuentes literarias inspiradoras que Eugenio Rivera tampoco oculta serían autores como el celebérrimo creador de “Alicia en el país de las maravillas”, Lewis Carroll, o el escritor e ilustrador Edward Lear, famoso por su poesía del sinsentido y su poesía humorística, los limericks. Al igual que otro de los movimientos vanguardistas más conocidos, el dadaísmo irreverente y sarcástico de Tristan Tzara y Francis Picabia.

Y acreditando tal genealogía, no parece exagerado afirmar que Eugenio Rivera se muestra, cuando menos, como un autor atípico, a quien no resulta posible encuadrar dentro de las formas y actitudes de la poesía más acostumbrada. Valgan tres fragmentos de sus poemas, elegidos casi al azar, para demostrarlo. Uno: “Desvanecerse como el gato de Cheshire, / noble ocelote en su cubil de altos lirios cortados. / Con la sonrisa de máscara, como hastío vivo / en alegre congoja al cero absoluto”. Dos: “Sé -aunque no estoy seguro de ello- / que las palabras solo son palabras. / Jitanjáforas o jinotepas. / Sé -aunque tampoco lo estoy- / que los recuerdos son solo recuerdos: / una flor mustia de nomeolvides en una maceta de sangre”. Y tres: “Una cigüeña ingrávida atraviesa la tarde / llevando en su pico el fuego sagrado del anochecer. / Unos caballos galopan ungidos de bronce / y viento, la plaza porticada".

Versos, como en su poemario anterior, de temática doliente, apesadumbrados por una realidad existenciaria insensible y más bien trágica: “Caminemos hacia la Nada / con la costumbre ciega de los niños”. Poesía de quien no se engaña a sí mismo ni pretende tampoco ser complaciente: “En cada desvanecimiento nos reconocemos. / Todo abandono nos nombra: / lleva nuestro infortunio dentro, nuestro desconsuelo / y el de los dioses antiguos”. Única conclusión posible: “Entre la banalidad y su opuesto, / como la vida misma: así crece la hierba en las cloacas. / Viajamos del negro al blanco sin mancharnos. / Absoluto, soluto, luto. / Leteo, no lo olvides en tus aguas.”.

Libro serio, Manual de desvanecimientos, y atractivo por su original planteamiento literario. Recomendable, sí, por su calidad y por la doble lectura del verso y la prosa. Eugenio Rivera continúa sorprendiendo. Ahora como poeta. ¿Mañana…?

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