Los gestos de Pablo Messiez, los de todos nosotros, algunas veces gratuitos, repetitivos, desacompasados, humanos y, por lo tanto, imperfectos.
La tienda de los gestos es un entremés de Lope de Vega donde el comerciante pone a sus clientes en el atuendo y actitud que les corresponde en virtud de su forma de ser y de comportarse. Algo parecido ocurre en esta obra, donde los personajes pueden parecer absurdos o surrealistas, pero se interpelan entre ellos en función de sus vivencias, sus sueños, sus necesidades, algunas veces como yendo en contra de su propia creación.
Personajes que pueden parecer muñecos en algún momento, autómatas, deslumbrados por su entorno y su propia iridiscencia. Viven en una sociedad donde se echan los telones para no ver el exterior, porque mirar hacia fuera puede llevar a engaños y lo sencillo se convierte en cotidiano y nos consideramos únicos.
Si observamos un poco, nos percatamos que somos seres repetitivos y de costumbres, de gestos, y la sociedad está al tanto de lo que ocurre en cada momento para juzgarnos, para someternos, para criticarnos, con la excusa de que debemos ir en busca de la perfección. Vana tarea. Porque mostrarse tal cual somos es desnudarse de lo evidente.
Gestos infinitos. Violentos y suaves, orondos y superficiales, tranquilos y soñadores, adornan la realidad de nuestros quehaceres.
Creo que el autor y director de esta obra, Pablo Messiez, nos lanza un reto de búsqueda y reflexión, de desasosiego y materialidad, de sentimientos agazapados y silencios con pausas que hablan. Se adueña de nuestra inquietud. Es un reto creativo en un lenguaje que indaga en el movimiento, como si le diera la vuelta al jersey para que sepamos cómo son las costuras del mismo.
La naturaleza está tras los ventanales, cristales que dejan pasar una sensibilidad cargada de preocupaciones. Quizás nos indique que no hay prisas, que es más eficiente la necesidad de reafirmarse, desnaturalizar la realidad y entender que necesitamos de los sueños.
Gestos que, la mayoría de las veces, nos pasan desapercibidos, la música de un piano, un vestido, la luz que entra por la rendija de la persiana, el aroma del café, el roce de una mano, el requisito de la compañía.
La compañía, en este caso, es el Centro Dramático Nacional y el Teatro Kamikaze. Es imprescindible que pase algo, y que no sea siempre lo mismo. No importaría repetir los gestos, pero deberían parecer los primeros y únicos.
FICHA ARTÍSTICA
LOS GESTOS
Texto y dirección: Pablo Messiez
Reparto: Elena Córdoba, Manuel Egozkue, Fernanda Orazi, Nacho Sánchez y Emilio Tomé
Escenografía: Mariana Tirantte
Coreografía: Elena Córdoba
Espacio sonoro: Lorena Álvarez y Óscar G. Villegas
Producción: Centro Dramático Nacional y Teatro Kamikaze
Espacio: Teatro Valle Inclán