La propuesta que nos hacen el Colectivo Argonautas y la Compañía Becuadro tiene mucho de reivindicación, de teatro documento, de danza, de interactividad, de música, de realidad, de pasión, de un país, que nos puede parecer ajeno, Uganda, del que sacamos lecturas paralelas de nuestra manera de vivir, de afrontar problemas, de reclamar derechos.
Partiendo del cineasta, director de teatro, coreográfo, Jason Russell que denunció a través de las redes los desmanes y crímenes de guerra del líder y déspota ugandés, Joseph Kony, el espectáculo nos ofrece un paralelismo con la tragedia griega de Medea, con el corifeo y los coros, con testigos del dolor, en su lucha constante para sobrevivir, aunque sea en malas condiciones.
Entran y salen de los personajes, implicando a todo el equipo, incluso al público, para despertar nuestras conciencias sobre la guerra y sus desafueros, sobre los niños soldados, sobre la sangre vertida en la propia tierra, sobre la tiranía, sobre el horror, sobre la incomunicación en mundo altamente conectado.
Érase una vez un G.I. Joe en la Cólquide de Uganda, que firma Paloma Arroyo, pero que se inspira en las sensaciones de cada uno, en la acogida viral que tuvo el documental de Jason Russell. Pero esto no es un cuento, aunque comience con el consabido “Érase una vez…”
Jasón y los argonautas, en busca del maldito vellocino de oro. Donde la Cólquida ya no está en Georgia sino en Uganda, donde los héroes son gente que sufre y sueña bajo un tirano, sintiendo dolor de siglos, ancestral, que no acaba de terminar nunca, porque a ese dolor después se añade otro y otro, en diferentes puntos de esta geografía deteriorada y que, algunos mandatarios, se encargan de ir exterminando, invadiendo, asesinando.
Ana Contreras dirige este montaje que intenta dar luz a estos temas de rincones oscuros, pero visibles. Con coreografía de Paola T. y la compañía Becuadro de Julio Provencio. La reflexión se impone como método activo igualmente.
En la tierra debería latir una luz encendida de comprensión, gozo y dicha, pero hechizados por el dinero, (u otras monedas de cambio, léase suministros, energías, armamento), el quebranto putrefacta el aire, se pisotean las flores, se mata impunemente.
Los G.I. Joe deberían ser solo muñecos, (aunque fueran de guerra), y sí, convertir tal desatino de destrucción solo en un juego, y no en una cruda realidad que sigue escalando peldaños en lo más terrorífico de los mal llamados seres humanos.
FICHA ARTÍSTICA
Érase una vez un G.I. Joe en la Cólquide de Uganda
Texto: Paloma Arroyo
Dirección: Ana Contreras
Intérpretes: Esther Arranz, Nadal Bin, Begoña Caparrós, Rita Carrasco, Mamadou Coulibaly, Thomas King Jessica Miranda, Julio Provencio y Paola T.
Coreografía: Paola T.
Música: Alberto Tresguerres
Producción: Becuadro Teatro
Espacio: Sala Cuarta Pared