Gregorio Muelas nos propone un fascinante viaje al Imperio romano del siglo IV d. C., y nos traslada exactamente al año 310, cuando la Tetrarquía se encamina a su fin y la división del imperio es un hecho consumado; con Diocleciano, fundador de dicho sistema de gobierno, retirado es su palacio de Spalatum, y su heredero, Galerio, gravemente enfermo, la lucha por el poder cimero es una realidad: Constantino y Majencio se disputan el poder sobre Roma en Occidente; y Licinio y Maximino Daia se enfrentan por el dominio de Tracia en Oriente.
En esta primera entrega de la saga «Caos», planteada como una trilogía, el autor explora los intrincados caminos de la ambición humana, la grandeza del individuo como virtud y la sangrienta violencia de las contiendas, en este caso, de las guerras civiles entre los herederos de la primera Tetrarquía. Para ello, Muelas se sirve de un narrador omnisciente que relata, al detalle, cada uno de los acontecimientos importantes: intrigas palaciegas, traiciones, estrategias y batallas épicas. Pero como nos tiene acostumbrados, en la novela, cuya ingeniosa estructura es un aliciente más, nos deleitaremos al comprobar desde el praefatio, que Firminiano de Saguntum (alter ego del autor), es por petición expresa de su señor, Constancio II, el encargado de tomar nota y transmitir a los lectores lo que aconteció y quienes fueron los protagonistas de esta interesante y pedagógica historia.
Unos protagonistas, principales y secundarios (se agradece la galería o dramatis personae que antecede al texto) descritos de tal forma, que se puede llegar a sentir la carga emotiva de cada uno de ellos; de dónde vienen, a dónde van y cual es el dios que les guía, entre ellos tenemos a Constantino el Grande, que pasaría a la historia como un gran estadista y guerrero, o a Crispo, su primogénito, que desde bien pequeño tuvo una gran formación militar y admiraba a su padre con devoción. Pero no olvidemos el papel de las mujeres en este texto coral, pues sin ellas, tal vez, todo hubiera sucedido de forma diferente: Helena, la madre de emperador, cristiana y resuelta; Fausta, segunda esposa del Constantino, seductora y ambiciosa; Valeria, hija de Diocleciano, fiel esposa, abocada a un cruel destino, junto a Prisca, su madre...
CAOS I. El águila y la Cruz, es una novela tremendamente visual. La recreación de las batallas -de Puente Milvio y de Tzirallum-, la ambientación, las escenas eróticas y la muerte, están resueltas con maestría y todo lujo de detalles, tanto es así, que se llega a sentir el olor que desprende el cuerpo putrefacto de Galerio en la fase final de su enfermedad, y a ver los ríos teñidos de sangre después del fragor del combate.
Se trata, además, de un texto cuidado al extremo, con equilibrio literario, donde la cadencia en la prosa del autor invita a releer más de un pasaje; esto último nos recuerda que no es solo lo que se cuenta, sino cómo se cuenta lo verdaderamente importante, y ciertamente esta historia, tan desconocida y que forma parte del comienzo de la decadencia de Roma, está narrada con oficio y sentimiento, con conocimiento y verdad. La emoción, la aventura, la política, la intriga y la pasión en tiempos convulsos forman parte de Caos, de la misma manera, que hoy en día, a pesar del mucho tiempo transcurrido, forman parte del ciclo de la vida. Así es y así será siempre.
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