“Todo surge con Spiculus, en ella conté una historia de gladiadores y, ahora, tocaba a las gladiadoras que era un tema poco o nada conocido. Sólo en un relieve en las ruinas de Halicarnaso se da fe de ello. Es una prueba irrefutable de que aquello existió”, afirma el escritor afincado en Fuenlabrada. A partir de encontrarse con ese testimonio en piedra comenzó a preguntarse cómo fue la vida de estas mujeres en el circo romano. La novela está protagonizada por dos mujeres, Helena y Valeria, de diferente condición económica, que no tienen nada que ver la una con la otra”. “Una de ellas es una mulier, esclava o persona de clase baja, y la otra es una fémina, proveniente de la clase social alta, noble. La historia se desarrolla durante diez años, en el siglo II d. C. en los tiempos de los emperadores Adriano y Antinoo. Los historiadores no se decantan por si la relación entre ambos era consentida o no. Lo que sí está claro es que Antinoo se deja llevar por la vida regalada que le proporcionó el emperador Adriano”, desmenuza Juan Tranche con pasión. Se sabe que las “gladiatrix” tuvieron una cierta preminencia en los reinados de Augusto, Nerón, Domiciano y Trajano. “He querido ser a fiel a Nerón y su tiempo”, subraya el autor y añade “se sabe que fueron muy pocas las gladiadoras que hubo, su tipo era el de provocator o provocatrices, exactamente igual que los hombres, que imitaban a los soldados de las legiones y que llevaba, obviamente, una protección en el pecho”. “Algunos escritores de novela histórica pretenden abrumar con demasiados datos”“Mi novela es una ficción histórica con visos de thriller. Una ficción porque de la vida de esas mujeres gladiadoras no se sabe nada; por eso, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Algunos escritores de novela histórica pretenden abrumar con demasiados datos. Yo, aun siendo riguroso, quiero que prime la ficción y que en ella haya mucho suspense, que el lector esté continuamente en un sobresalto, por eso tiene muchos giros en su trama y varias historias”, analiza el autor de "Gladiadoras". Para Juan Tranche, la época romana fue una larga serie de “juego de tronos”. “Roma nunca pasa de moda. Si hay una sociedad con la que nos identificamos, esa es la romana. Si la tuviésemos más en cuenta, seríamos una sociedad mejor” y continúa diciendo “las leyes romanas o su arquitectura, entre otras artes, siguen estando de actualidad. Pensemos en el hormigón romano que se endurece cuando entra en contacto con el agua. Ahí está el embalse de Proserpina como ejemplo, pero también la red de calzadas romanas o sus acueductos, o sus circos”. Otros de sus posibles atractivos es que “Roma sigue teniendo muchas luces y sombras. Hubo violaciones parecidas a las que ocurren ahora con las manadas. Los abogados defendieron a esas mujeres. En ocasiones, estaba mal visto y, por supuesto, en el circo también. Las luchas entre mujeres ocupaban las peores horas. En esta obra no he querido que hubiese muchas luchas, solo las necesarias para entender la historia. Creo que he tenido una evolución en mi forma de escribir. Ha sido un reto y una superación para mí”, puntualiza Tranche.
“Las gladiadoras, como en la vida normal, no sobreviven las más fuertes, sino las que nunca se rinden. A muchas de esas mujeres romanas, les servían de inspiración la lucha de estas mujeres en el circo”, apunta el autor y, agrega “las gladiadoras recibían muchos insultos cuando se enfrentaban entre ellas, eso, en vez de amilanarlas, hacía que se esforzasen más. Se sabe muy poco de la vida cotidiana de estas luchadoras. En Arlés se encontró una lucerna donde aparecía una de estas gladiadoras haciendo el amor con un hombre, es de los pocos testimonios que se han guardado”. Juan Tranche plantea sus personajes como si fueran personas reales, “son personas que sienten el dolor y se enfrentan a la muerte. Eso es lo que quiero reflejar fielmente en mi libro. La mayoría de las gladiadoras provenían de la clase social más baja, muchas eran esclavas, pero había sus excepciones. Ellas luchaban para divertir a los hombres, las féminas eran postergadas en los circos a las gradas más alejadas de la arena. En la época de Augusto se las prohíbe el acceso. Las mujeres tenían que estar en casa cardando lana. En cualquier caso, las gladiadoras tenían un papel secundario. Salían para rellenar los tiempos entre los combates de los gladiadores”. Le pregunto por los lugares donde se celebraban las mejores luchas y señala que “el hipogeo mejor era el de Capua; el de Nola (Napóles) era muy espectacular y, en Hispania, el supremo era el de Mérida”. Para finalizar, me comenta que “las novelas sobre Roma suelen tratar sobre el imperio y los personajes principales, a mí me gusta retratar a la gente normal y escribir sobre sus vidas cotidianas. Las gladiadoras no eran un estamento muy habitual, pero sí muy interesante y que se ha tratado pocas veces”, concluye este escritor que es un apasionado sobre todo lo que tiene que ver con los circos romanos.
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