¿Por qué has querido reunir todos tus poemas más significativos justo ahora en una antología?
La primera idea que tuve fue recopilar todos los poemas que estaban dispersos en diversas antologías. A medida que maduraba el proyecto, pensé que sería oportuno seleccionar otros poemas de mis libros publicados y cerrar de esta manera una etapa. Añadí al final unos poemas inéditos sin vocación de libro.
Y… en este momento precisamente por la edad, porque creo que cada momento tiene su afán y el mío ahora es ir ordenando lo vivido.
¿Qué te llevó a titular a tu antología De arena y hierro?
Es el resultado de una reflexión. La naturaleza nos da respuestas y pone nombre a muchas situaciones.
La arena es piedra molida, humilde, pero resistente. Ni el más feroz oleaje la destruye, aunque la zarandee.
El hierro es duro, se sabe poderoso porque puede hacer daño, pero la humedad lo corroe y al oxidarse se pudre y se convierte en trozos minúsculos de lo que fue.
Hay personas que son de arena y otras que son de hierro. Esa fue la conclusión en mi paseo cotidiano.
¿Qué tipo de cosas te empujan a escribir?
Al principio era una búsqueda, no sabía exactamente qué, pero escribir para mí era encontrar respuestas. Más tarde fue la observación del entorno y la interpretación literaria que hacía de las cosas más sencillas.
Por otro lado, la necesidad de comunicar, de compartir por medio del lenguaje emociones comunes, guiaron mis pasos durante unos años muy productivos en los que cualquier detalle se convertía en relato o poema. Estaba atenta y la inspiración fue generosa conmigo.
¿Qué dirías que es lo más crucial en tu poesía?
Sinceramente, no lo sé. Mi sentido autocritico funciona en contra mía, no lo puedo evitar. Al escoger los poemas he dejado de lado algunos que no creía con entidad suficiente para estar en esta antología. Creo que me equivoqué en algunos casos. De todos modos, no me arrepiento, esos poemas siguen allí, en los libros originales a donde siempre puedo regresar.
Pensándolo bien creo que lo más importante de la poesía es quien la recibe y no quien la emite.
¿Qué valoras de tu poesía y de la de los otros?
El valor de toda poesía está en la autenticidad. Aunque Pessoa diga que “el poeta es un fingidor”, siempre se cuela algo íntimo del autor. Quizá porque la mirada del poeta, por muy objetiva que pretenda ser, aporta su propio estilo, su racionalidad y sus emociones. Es entonces cuando el poema trasciende o deja indiferente, depende de las certezas de ese “fingidor”.
Me conmueve especialmente en tu poesía, tu preocupación por los otros, de dónde crees que te viene esa solidaridad.
Me educaron así, el mérito no es mío. La empatía es una virtud que hay que alimentar durante toda la vida en todos los sentidos. Me perturban las injusticias, los desarraigos, el sufrimiento, la estulticia humana. Poner palabras no basta, lo sé, pero un poema puede llegar al infinito y con esa idea escribo.
Tu opinión es muy valorada en el circuito literario, de hecho, has sido más de una vez jurado de los premios más importantes de esta ciudad, cómo te ha ido ganando ese respeto merecido.
Me considero una mujer muy afortunada, el destino ha puesto en mi camino personas amables y generosas que han confiado en mí y a las que he tratado de no defraudar. Cuando el presidente de los Premios de la Crítica Valenciana me propone formar parte de uno de los jurados, es él quien me otorga una importancia que agradezco y asumo con alegría.
Eres una persona muy inquieta que a día de hoy sigue formándose, ¿qué estudias ahora?
En estos momentos estudio Filosofía en La Nau Gran, es una asignatura pendiente que en su momento no pude estudiar en profundidad y a la que ahora puedo dedicar más tiempo para leer y debatir con mis compañeros.
¿Qué crees que le has querido decir al mundo a través de tu poesía?
Me conformo con dejar un sencillo testimonio de mi paso por la vida a mi gente más cercana.
Comparte si eres tan amable uno de tus poemas.
CONCLUSIONES
Nunca cuentes los pasos que diste en la penumbra.
No busques en el mapa caminos sin retorno.
No cites al destino a los pies de los cedros.
No valores el peso de la casa vacía.
No calcules señales cuando la noche acecha.
No sucumbas al frío ni al silencio infinito.
Solo des tu palabra como quien da la vida.
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