Tal vez sea, Vicente Cervera Salinas, uno de los pocos poetas actuales a los que les creo cuando me adentro en ese intimismo poético que despliegan en sus poemas, sin convertir estos nunca en escenarios para una voz que no sepa hacer de nuestras contumacias emocionales/sentimentales -donde se incluyen las políticas también, qué duda cabe, por religiosas que son- y del paso del tiempo, que es lo único que realmente nos ocurre, como lo cantara otro poeta en su elogio del tiempo, José Sarria…; hacer de todo ello “tripas, corazón”, como reza el homónimo poema de la página 24. Situación la anterior que no ha ocurrido en ninguno de sus libros y por eso su poesía es tierra rara dentro de su generación en España y ejemplo para las siguientes, esto lo probó, por ejemplo, con El alma oblicua (2003) y lo vuelve a hacer con El sueño de Leteo, pero ahora de una manera algo más directa, es que no por nada hay aquí un oficio decantado en las aguas mansa del sano olvido. Este poemario se abre con “Leteo” y con un mandato que pone en jaque toda la arquitectura psicológica, epistemológica, artística, etc., que hemos construido a propósito del ‘yo’. Aquí lo que interesa es ese mandato en el orden poético: Olvida a quien no eres. No eres quien crees. Desenmascara al otro que está en ti. (11) […] Y los mandatos se multiplican en este poema -y en otros, en variada modulación- con la discreción del que sabe lo que dice y lo que no dice, para dar cabida en el entretanto a una serie, a través de tres secciones que organizan el fluido curso del libro, de otros 30 poemas, donde el poeta dialoga consigo mismo, con sus amores, soledades, doctrinas, credos, Bremen, con nuestras antropo-manías, con las sombras acechantes del edadismo triunfante del instante…, y, evidentemente, en ellos se explica por sí mismo el título del poemario y su poética afectiva. Y se cierra, precisamente, con el que sería el 31, “Rosas y apotegmas”, un poema dedicado al padre, lo cual dentro del diseño del libro y por lo que he dicho hasta aquí del primero, no deja de ser sino la única forma de desenmascararse uno de uno mismo, cuando “logres su nombre conjurar” (11), porque es el tuyo, tanto en la vida como en la poesía. Al lector le será de utilidad, llegados a este punto, volver al poema de la página 35. No es difícil darse cuenta que la obra poética de Cervera hunde sus raíces en fuentes clásicas -de corte helénico, sin descuidar otras más remotas y más cercanas-, y lo hace con una visión de futuro que no se les escapará a los lectores atentos que se alleguen a estos poemas, donde oirán entrelíneas algunas notas de esas “canciones de un mundo nuevo / por doquier” (22). A propósito, he leído partes de su libro mientras escuchaba momentos del álbum Leteo (2023) de Le temps du loup, en YouTube, por cierto. (https://www.youtube.com/watch?v=R7PyNbNZevM) Puedes comprar el poemario en:
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