www.todoliteratura.es

"18 ciervas", de Rosana Acquaroni

miércoles 01 de noviembre de 2023, 23:22h
18 ciervas
18 ciervas

“Líbreme Dios de mentir cuando canto” decía Neruda acerca de la verdad en poesía. Si en los años 70 una poeta como Denise Levertov nos enseñó que todo lo político es personal, después hemos aprendido también que todo lo personal es político puesto que lo que nos hace humanos nos hace también libres y responsables y viceversa. Una historia no queda suelta, en el aire, no es una descripción de un sentimiento unívoco, no está desligada del conjunto social en que todos nos movemos, y por tanto importa a todos. Le importa al lector que es quien lo percibe, le importa a su autora que es quien lo plantea. En una reciente reseña Ana Pérez Cañamares recuerda que Szymborska nos dice que todos Somos hijos de la época, y que la época es política.

Si escribir un libro de poesía siempre es complicado, hacerlo sobre un tema amoroso probablemente sea la tarea más difícil para cualquier poeta, porque el equilibrio a guardar es mayúsculo si no se quiere caer en la frivolidad o en la cursilería, es decir, si se quiere convencer, construir una historia universal. Y tampoco puede haber descripción amorosa sin su envés, la decepción, referidas ambas en el último libro de Rosana Acquaroni 18 ciervas, a dos distintas parejas: aquella con la que se fracasó en el pasado y aquella con la que empieza el futuro: el amor de juventud que ha dado un hijo y el amor tardío, más entregado si cabe. El simbolismo de la cierva le sirve a Rosana Acquaroni para describir ambos amores: la cierva herida o el animal cazado, y la delicadeza de un animal que nosotros conocemos casi siempre en retirada, o, lo que es lo mismo en su forma de salvarse del cazador, pero también es símbolo de la delicadeza de todo principio de enamoramiento. Si el detonante del libro surge en la cueva de Covalanas, en Cantabria, también llamada Cueva de las ciervas rojas, por las pinturas rupestres de 18 ciervas en su interior, asimismo la página de una web de cazadores sirve de organicidad al desamor, que es su parte central, mientras las etapas del enamoramiento primero y luego del acto amoroso sirven de enlace y cohesión a lo que yo entiendo por primera parte. Aunque la organicidad del libro está atravesada en 18 tramos, yo imagino tres partes: el presente, el pasado y la esperanza de un futuro. Sin embargo, no hay erotismo apenas en el acto amoroso, por el contrario, la delicadeza del verso acaba en un poema en prosa en que se describe a la actual pareja saliendo de la ducha y colocando la alfombrilla de la bañera en el lugar en que la ha encontrado. Ese respeto por los objetos, se vuelve extensible al respeto por la amada.

Ha dicho el crítico Alberto García-Teresa que la particularidad y el acierto de los dos últimos libros de Acquaroni, no son tanto la escritura de la expresión de un sentimiento, sino la escritura de un proceso, la autora estaría poniendo así la necesaria distancia con su texto, sabedora de la importancia de estar escribiendo desde un lugar, y esa sería, una de las claves tanto de La casa grande como de 18 ciervas. Si en el primer libro describe la vida rota de su madre, en el segundo el sujeto es ella misma, lo roto y lo nuevo que llega después, lo que se deja atrás y el futuro que se abre.

Pero cada poeta se caracteriza no solo por un estilo, sino por una forma de trabajar desde un lugar, y desde una postura ética, lo hemos dicho al principio, para ello solo es necesaria una cosa: “decirse la verdad” son palabras de Rosana, enfrentarse al toro y al espejo, encararse y llevar lo escrito a la máxima alegoría, una verdad que a veces es entregada con una inflexión metafórica y otras llanamente, sin doblez, entre sugerir y decir anda este juego, que también implica la alternancia entre dos amores, dos tiempos y dos posturas frente a la forma de entender el amor, y que nos atrae hacia una escritura de postura ética que nada tiene que ver con la poesía social de los 50, pero que retoma, revitalizándola, una mirada desde la necesidad de comunicar antes que desde el arte por el arte, sin desdecirse en absoluto de la búsqueda de la belleza por la palabra escrita, el resultado es una historia convertida en un minicosmos alegórico, que es todo el propósito de un autor, por lo que implica además de cohesión interna, de ahí que la poesía de esta autora nos resulte tan convincente.

La mente del escritor es una mente sintética que recoge obstinadamente todas las pequeñas piezas en un intento de unirlas nuevamente para crear un todo universal, por tanto si el escritor es sobre todo el estructurador de una historia capaz de elevar una gran forma de constelación del mundo, otorgando a la vez una conexión entre los sucesos o, en este caso, entre los poemas en forma de alegoría, 18 ciervas es un libro que reivindica la vulnerabilidad, pero también el instinto para la huida y la capacidad para sobreponerse, es un libro de segundas oportunidades, delicado y firme a la vez. A este proceso de descripción amorosa escrito a través de dos historias contrastadas, hay que añadirle el difícil equilibrio de hacerlo en una forma que no es ni totalmente realista ni totalmente abstracta, además de la multiplicidad de voces puestas en cursiva, que, al contestar desde dentro, a la vez son y no son nosotras mismas. El resultado: las palabras acompañan decididamente al lector sin llegar a soltarlo nunca de la mano. Hay buenos poemas en el libro, pero también hay poemas magníficos, tras la lectura de los cuales se recomienda encarecidamente hacer una pausa, respirar hondo y a continuación seguir leyendo.

Puedes comprar el poemario en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios