El poemario contiene un prólogo titulado “Allá donde el silencio” de Francisco López Barrios. 30 poemas divididos en tres partes no manifiestas en el índice, pero sí reconocibles en la lectura, separadas cada una por una cita de Friedrich Hölderlin. Cierra el libro, como una coda, una cuarta cita del mismo autor. La primera y la segunda con 10 poemas cada una, sin títulos, solo con números romanos (del I al X y del XI al XX). Y la tercera parte con otros 10 poemas, éstos con títulos que conducen a Roma. El último se titula Epitafio. La muerte y el silencio como hilo que teje o sudario que envuelve la lectura. La poética de necrópolis que tiene este poemario, donde poesía y filosofía se dan la mano de alguna manera, convierte al poeta en un arqueólogo que va con su pluma-pincel descubriendo el yacimiento de sus versos, rescatando de las ruinas un puñado de emociones y pensamientos que son el más preciado tesoro del poeta, su pasado y su presente. Sepulta Plenitud es himno, pero también elegía dedicada a Baena-Ituci; un paisaje construido a fuerza de palabras, pero también de silencios. Una tumba o sepultura que se hace biografía, con epitafio incluido. Hay un soneto de Blas de Otero titulado “Digo vivir” que canta: “Porque escribir es viento fugitivo,/ y publicar, columna arrinconada./ Digo vivir, vivir a pulso: airada-/ mente morir, citar desde el estribo./ Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,/ abominando cuanto he escrito: escombro/ del hombre aquel que fui cuando callaba.” En un artículo de Alfonso Solano titulado “Poesía y Filosofía: meridianos de la existencia” y publicado en Letralia.com leo: “el logos de la palabra poética y el pensamiento racional del hombre se nos antojan dos formas de aproximación para una verdad del ser: por un lado, una busca trascender la mortalidad a través de la palabra transmutada en versos e imágenes verbales; por el otro, la filosofía pretende explicar, con ese mismo logos, la totalidad de las cosas con la reflexión consciente y científica… Poesía y filosofía son los dos polos de una misma realidad… El poeta y el filósofo son dos individuos que piensan sobre una misma realidad y en la cual ejecutan dos movimientos aparentemente distintos, pero que en realidad son pares y homogéneos.” Escribe San Juan de la Cruz que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge cómo lleva el vaso” Y eso mismo podríamos decir de la poesía y la lectura. Vivir el silencio, habitarlo para destilar la palabra, para encarnarse en el lenguaje, esa es la máxima aspiración de cualquier poeta. José Antonio Santano aspira a la sabiduría, porque como afirma Hölderlin: “los sabios suelen ser propensos a lo bello”. El poeta tituló las 842 páginas del volumen de su poesía reunida 1994-2021 “Silencio”. Del cual destaca Basilio Sánchez su coherencia. Y es que su poesía reunida es un libro con una gran unidad y brillantez lírica que muestra a un autor seguro de su obra y satisfecho de su trabajo. El silencio es una constante en la poética de José Antonio Santano, así como la muerte, la memoria, la lluvia. El silencio como camino que nos lleva a una estancia superior, como destino que da sentido a la vida, a la música, a la palabra. “Silentium est aurum”, deja dicho en el colofón, como si fuera el último estertor juguetón de su poética. Cuando un autor publica un libro así, es porque está preparado para enfrentarse al juicio sumarísimo del Canon Literario y se siente con las fuerzas y los méritos suficientes para afrontar ese destino que está en manos de los lectores y del academicismo mediático. Si escribir una antología supone que una obra empieza a ser un filón, preparar la publicación de unas obras completas supone que el autor está dispuesto a pasar el filtro del tiempo y de la crítica. Y la obra de José Antonio Santano lo está, brilla con la luz que emiten los autores llamados clásicos, aunque sigue ampliándose su legado, y que sea por mucho tiempo. Pero el libro que nos ocupa ahora es su último poemario: “Sepulta Plenitud”. Dice Alfonso Berlanga para Diario de Almería que “el poemario refleja lo más parecido a un diálogo emocional entre el poeta y su ciudad actual, Baena, y pasada, Ituci, la ciudad romana, sepulta”. “La obra está servida. Pura riqueza expresiva, pura cultura y pura sutileza”. Leemos en la contraportada una cita de Ricardo Bellveser: “Sepulta Plenitud es una memorabilia que se propone evidenciar lo breve que es la gloria y lo inútil de sus aledaños”. Basilio Sánchez afirma que “es, además, con la compañía de los románticos alemanes, un ejercicio de retorno a los paisajes clausurados de otras épocas en los que permanece intacta la noción de lo bello y lo armonioso. Un espacio de ruinas –no de escombros- impregnado por la melancolía…” Una dedicatoria triple abre el libro: a su pueblo Baena, a su familia y a sus amigos. Después nos esperan cinco citas que sirven de atmósfera propiciatoria para emprender la lectura. Una de John Keats, y las otras de Pablo Neruda, Luis Rosales, Antonio Hernández y Blas Muñoz Pizarro. Tres citas de Friedrich Hölderlin separan el poemario como en tres partes que no se manifiestan en el índice, pero que son evidentes en el trayecto lector. La primera y la segunda con 10 poemas cada una, sin títulos, solo éstos con títulos “apachetas” que marcan el camino que conduce a Roma, evocadores de ese pasado romano de “la ciudad sepulta”. Cierra el libro una cuarta cita de Hölderlin, antes del índice y el colofón, una cita que abre al silencio y a la meditación. Las citas de Hölderlin nos adentran en una mirada romántica y clásica. Nuestro autor, como aquél, también necesita evadirse a un mundo ideal y puro, sintiéndose atraído de igual manera por lo clásico, aquél con Grecia, y José Antonio Santano con la colonia romana de Ituci Virtus Iulia, en Torreparedones, Baena. Paralelismos e intertextualidades que el autor ha buscado para darle un mayor lirismo al texto. En él resuenan los ecos de una lírica que busca también la armonía del hombre y la naturaleza, del pasado y el presente, como antesala del futuro que es el silencio; pensamientos, emociones, miradas y palabras que se vuelven espejos llenos de nostalgia. El poemario emerge y se sumerge al mismo tiempo, la superficie se refleja en el subsuelo, lo etéreo en lo profundo. José Antonio y Lucio Cornelio Marcus, y Séneca y Keats, y a través de ellos el autor y sus lectores, Baena e Ituci, presente y pasado, como en un gran salón de espejos. Lo externo invade la interioridad de José Antonio para abrir paso a la poesía. “Ayer la tarde estuvo coronada/ de un aire dolorido y de barbecho/ que subía conmigo hasta la cumbre./ Resonaba la tierra en sus raíces/ alertando de la ciudad sepulta/ en la memoria:” –leemos en la página 30. Las palabras usadas en el poemario marcan también un itinerario/excavación a seguir: ruínas, panteón, Hélade, Dea Caelestis, Roma, Lucio Cornelio Marcus, Guadajoz, oppidum, tumbas, mármoles, Ituci, Silveria, exvoto, Augusto, Thoracata, Gorgona, Medusa, Tiberio, termas, sestercio, Agripina, macellum, Pompeyo, Séneca, Dionysos, Lucernas, Portón de Oriente, teselas, Lucina… Sepulta Plenitud es un poemario vitrina que se hace museo y homenaje, memoria y reflejo. Es un canto a su ciudad presente y pasada, Baena-Ituci, “la ciudad, mi ciudad,/ la que habita el silencio en su grandeza,/”, “sepulta la ciudad/ allá en el monte, como una tumba”, “sagrado monte,/ refugio y sepultura de viejos esqueletos”, “a ese pozo infinito de ciudad/ enterrada en un bosque de olivos”. La poética de este poemario convierte al poeta en un arqueólogo que va con su pluma-pincel descubriendo capa a capa el yacimiento de sus emociones, rescatando de las ruinas un puñado de versos: “piezas incompletas/ cuarteadas y rotas/ con los nombres dispuestos en la piel/ rojiza de la arcilla”. Sepulta Plenitud es himno, pero también elegía; un paisaje construido a fuerza de palabras, pero también de silencios. Una tumba o sepultura que se hace biografía, con epitafio incluido, donde se pone de manifiesto la fugacidad de la gloria y del tiempo que se refleja en las ruinas de su ciudad amuleto. El poeta dialoga con Lucio en toda la segunda parte, pero concretamente en el poema XVI evoca las máximas romanas y así leemos: “Maldito sea, Lucio, este tiempo sin poesía,/…/ Maldito sea, Lucio,/ el oro que aviva la arrogancia/ y ahoga los anhelos”. El texto une pasado y presente, halago y crítica, poética y metapoética, lo actual y lo antiguo, lo romántico y lo clásico. “Todo está escrito/ en las entrañas de Ituci/…/ Todo está escrito, Lucio/ todo está escrito, amigo”. También leemos: “Desciendo a la caverna,/ al silencio en su luz”, o, “Mi patria es el silencio/ la muerte que bosteza en este valle/ el aroma de otoño y de alpechín/ mi patria”. “La tierra nos iguala,/ nos devuelve al ensueño/ de ser aquello que no fuimos,/ de ser lo que seremos luego:/ un soplo de polvo y de ceniza” –dice el poeta con una voz omnisciente y casi escatológica. Leer su poema Thoracata de la página 55 es una invitación a ver la escultura romana encontrada en el yacimiento de Torreparedones. El autor la cincela de nuevo, esta vez con palabras: “la coraza inmisericorde/ del poder y la muerte”. Tema que es el leitmotiv de todo el poemario. “Así la muerte a todos nos iguala/ siglo a siglo/ irremisiblemente.” –leemos en el poema Mausoleo de la página 60 que luce como una urna cineraria. En el penúltimo poema “Regreso a Ituci”, que empieza con una cita de Séneca, sobre la amistad, el poeta abrazado a Lucio guía al lector amigo, el propio poeta se erige en guía turístico o cicerone para conducirnos a la última liturgia de la piedra, la del silencio y el amor, un poema convertido en brindis “por la amistad,/ y por la vida.” Y qué es “Sepulta Plenitud” sino “el silencio coral/ de una póstuma plegaria” a una ciudad que el autor corona “con los versos humildes del poeta”, “que habitan el sagrado espacio/ de la ciudad sepulta”, ruinas sublimadas por los versos y las palabras convertidas en museo de la memoria. Y qué es lo que pretende el autor con este poemario sino transcender a través de la palabra y explicar la realidad que ven sus ojos. José Antonio Santano hace del silencio una llama que atrae a la palomita de la luz para quemar sus alas. “Regrésame al silencio/ una vez más” –implora al final del poema X. El silencio como hallazgo, obsesión y descanso, como juicio final y quizá hasta como paraíso. Porque qué es el silencio sino el barro primigenio del que todos estamos hechos, el polvo del que fuimos creados y al que regresaremos más pronto que tarde. Opiniones de un lector Custodio Tejada 15 de octubre de 2023 http://custodiotejada.blogspot.com/ Puedes comprar el poemario en:
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