Por esta razón, el lector debe agradecer iniciativas como el Premio Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano”, ya en su tercera edición. Conlleva no sólo una magnífica edición en la editorial Alhulia, Colección Calíope, sino también un anexo de un poema traducido a varios idiomas. La primera edición del premio recayó en Mitología del agua de Isabel Hernández, la segunda en un magnífico poemario de Andrés París, Desde el azul del mundo, y el poemario que nos ocupa hoy del polivalente artista puertorriqueño, Edwin Fi, docente, ilustrador, artesano, narrador, poeta. Con mucho acierto, el crítico José Luis Morante señala “el sentido paradójico de muchas composiciones [que] nos acerca más a una lírica indagatoria y reflexiva, que sondea en la conjetura con bellísimas imágenes que convierte al cuerpo en árbol y abismo, en laberinto de sombras y caudaloso río irreductible”. A su vez, Lynette Mabel Pérez Villanueva, también docente, investigadora, crítica, poeta, afirma en el prólogo al poemario que es “un texto de acercamiento a las formas breves y al tema del deseo como estrato esencial del libro”.
En efecto, la disposición formal especialmente concentrada en esa intensa poesía breve nos haría bucear por las estructuras japonesas más populares como el haiku, senryu, tanka o renga, tratando de dilucidar la economía del lenguaje, las pausas rítmicas y gramaticales para relacionar imágenes contrastantes, los tiempos verbales, fundamentalmente el “aquí y ahora”, la contemplación de la naturaleza humana, la musicalidad, los diálogos líricos, las canciones a dos voces propias del renga, y, siendo cierto, que el heptasílabo y el pentasílabo tienen cierta presencia, nada permite emparentar la poesía de Edwin Fi con los recursos poemáticos japoneses, ni siquiera con esa idea del poema breve, ingenioso y satírico que representa el epigrama. Ciertamente, tampoco hay un deseo moralizante, pero también apreciamos poemas de estrofas más largas, un versolibrismo en ocasiones respondido con un soneto en otras. Lo que sí plantea el poeta es la necesidad de escribir encima, una sobreescritura que se nutre de distintas fuentes, incluso distintas disciplinas. En gran medida, la poesía de Edwin Fi participa de un eclecticismo inteligente que aúna distintos recursos poéticos, que experimenta con otras métricas afines a lo tradicional, que comporta elementos eróticos, irónicos, reflexivos. Entiendo que participa de la brevedad en lo que supone un estado poético puro. El propio poeta nos aporta un término esencial, la construcción del origami, más complejo que la papiroflexia en la medida en que no hay tijeras ni pegamentos. A partir de un folio en blanco, no sólo obtiene figuras sino una fértil inquietud creativa que destaca en una construcción objetual tan evocadoramente intimista que cohesiona un fecundo juego de contrastes y contrarios. Un bellísimo poema como “Aviario” que desde el título nos apunta a un anhelo de libertad que traspase la imagen del cuerpo-jaula, al interrogar como antesala del conocimiento: “Ha venido el rumor de la luna/que desde q ue me fui/construyes origami de pájaros/y los cuelgas en el balcón/con mi nombre./No sé con qué pretexto./¿Para qué lo haces?/¿Para que vuelen con la memoria del viento?/¿O es una extensión/a la costumbre de mis alas?”. Paralelamente se recrea otra situación, donde el término okupa se reviste de connotaciones ilusionantes. Ciertamente, no he podido evitar el recuerdo de aquella magnífica canción del genial Raimundo Amador, “Un okupa dentro de tu corazón”. El poema de Edwin Fi se titula “Yermo”: Tú, ente nómada,/una okupa sin riendas,/te apoderaste de mi templo,/deshabitado como un páramo;/y en los predios baldíos/cultivaste las semillas de la lumbre./La carne se me pobló de girasoles”.
Una tentativa por lograr sumergirse en el seno de la palabra que se presenta en gran medida como mediadora entre la conciencia y la realidad, pero, sobre todo, como instrumento capaz de hacer posible el encuentro entre ambos, el encuentro entre opuestos y antítesis, un genuino espacio de vivencias y plenitud. Y, en ese itinerario de deconstrucción y fragmentación para apreciar en su absoluto esplendor el todo, inserta una serie de citas que expresan no sólo sus raíces en cierta manera, sino también el elemento aglutinador que logra fusionar la cita en su texto. Bécquer, García Márquez, Villaespesa, Laura Esquivel, Arturo Dávila, Jarhat Pacheco, Jocelyn Pimentel, Carlos Gómez Beras, Alberto Martínez Márque, Manuel Álvarez Calle, Rogelio Guedea, salvaguardando sus singulares identidades perfilan un verso preciso, sensual y sustantivo. El poema “Fragmentación” encabezado por una cita de Bécquer -un tajante Podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal- ilustra con toda nitidez la poética del poeta de Puerto Rico, para apresar la contradicción que, tal vez, sea la referencia más universal de nuestra existencia. La disposición tipográfica para enfatizar la deconstrucción y un proceder fonético y fonológico de la propia reconstrucción. La paradoja de la memoria adquiere tintes de goce, donde el elemento cotidiano y los abismos corpóreos y existenciales se van transformando en pasiones diversas; la poesía, el erotismo, el amor o el desamor, punta de lanza más habitual del amor.