Esta obra magníficamente escrita por un estudioso escritor leonesista, que es decir que es un defensor de un rigor exquisito del Reino de León, narra cómo se fueron produciendo diferentes hechos históricos que conllevaron, por multitud de traiciones, y de hechos paradójicos, el que el hegemónico Regnum Imperium Legionensis cediera su preeminencia al anhistórico Reino de Castilla. Recomiendo esta esclarecedora novela-histórica para conocer cómo se gestó la deslealtad frente al testamento ineluctable del Rey Alfonso IX de León. «A través de una cuidada y respetuosa cronología con la historia, el autor nos introduce en una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en los reinos de León y Castilla en el período comprendido entre la muerte del primer Alfonso que reinó en Castilla, octavo según la cronología actual, acaecida a finales de 1214, y el mes de diciembre de 1230, fecha en la que las reinas Berenguela de Castilla y Teresa de Portugal alcanzaron un acuerdo por el que, a cambio de una generosa transacción económica, las infantas Sancha y Dulce renunciaron al reino heredado de su padre y se lo entregaron a su hermanastro, al rey Fernando III. En la mayor parte de los hechos que contemplaron aquellos años, dos personajes destacaron por encima del resto de nobles y ricos hombres. Berenguela, que reinó Castilla un mes escaso, y el todopoderoso Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo desde 1208 hasta su muerte; primado de los reinos cristianos peninsulares y legado papal durante 10 años. Dos protagonistas que forjaron una alianza inquebrantable con la que lograron todo cuanto se propusieron durante gran parte del reinado del rey Santo, periodo de tiempo en el que se desarrolla esta novela. A través de numerosas intrigas, traiciones, ambiciones de poder y adhesiones inquebrantables, el autor nos traslada a un tiempo en el que el poder casi absoluto de la Iglesia católica depositado en manos del arzobispo de Toledo se puso al servicio de la mujer más ambiciosa de aquel tiempo. De ese dominio y poder clerical se valió nuestra protagonista para entregarle a su hijo Fernando el reino de Castilla, tras morir en extrañas circunstancias el rey Enrique I, hermano menor de Berenguela y tío del nuevo monarca. Aconsejada por el toledano y en ocasiones instigada por este, en 1230, tras la muerte del rey leonés, Berenguela volvió a jugar sus cartas de manera magistral para, mediante una importantísima transacción económica, lograr para su hijo Fernando el reino de León que el malogrado rey Alfonso había entregado a sus hijas las infantas Sancha y Dulce». Esta novela está fundamentada, con todo rigor, en el análisis pormenorizado de tres crónicas, dos son un panegírico excesivo sobre la muy ambiciosa Reina Berenguela de León, pero son hasta cierto punto aceptables, ya que ambos cronistas lo son de la corte del Reino de Castilla, y no se puede olvidar que Juan de Osma y Ruy Ximénez de Rada están en el cenit del poder de la curia regia de Burgos; el tercero está al otro lado de la frontera hídrica Pisuerga-Carrión, es canónigo en San Isidoro de León, será obispo de Tui, y convivió en el aula regia legionense con la prepotente soberana y su inteligente esposo Alfonso IX de León. Las crónicas son: ‘DE REBUS HISPANIAE’ del Toledano; la ‘CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA’ del Soriano; y por fin el ‘CHRONICON MUNDI’ del Tudense. Los cronistas navarro y castellano, que escriben desde la corte del Rey Alfonso VIII de Castilla “el de Las Navas de Tolosa” incluso ven en la soberana de León como a la auténtica salvadora del cristianismo, dejando bien claro que la deuda de su hijo Fernando III “el Santo” de León y de Castilla era impagable y absoluta, ya que gracias a ella reinaba en las dos coronas. Lo que ciertamente es muy correcto. El historiador leonesista es el diferente, ya que sus comentarios no resultan tan laudatorios para la reina de León como los de los anteriores, pero el Tudense tiene más la verdad en sus análisis, ya que participó en muchas ocasiones de la amistad regia para escribir su obra y educar a los infantes, entre otros al futuro Fernando III “el Santo”. “Tres crónicas que, si leemos con detenimiento, podremos comprobar que sirvieron de fuente de inspiración a narradores posteriores encargados de legarnos una historia altamente contaminada, por no decir tergiversada y censurada en parte, quienes, sin pretenderlo, o sí, dejaron su impronta e inclinaron la balanza de unos hechos hacia una de las partes, concretamente en favor de los reyes y magnates castellanos”. Al Tudense se le ha pretendido descalificar por historiadores medievalistas contemporáneos, entre los que obviamente un servidor no se encuentra; ya que sea como sea, soy un historiador medievalista leonesista pero muy riguroso y nada manipulador. Tanto el de Osma como el Toledano demuestran un rechazo casi absoluto hacia el Rey Alfonso IX de León, dedicándole improperios y descalificaciones sin cuento y basadas en nada fehaciente. El autor, de forma lógica y prístina, nos ofrece una serie de datos (páginas 10 y 11) sobre las tres crónicas, que muchas veces no aparecen en los libros de texto medievales. Su obra narra, estupendamente, un período polémico dentro de la Plena Edad Media, y que represento el comienzo del desastre identitario e historiográfico para el REINO-CORONA DE LEÓN. No obstante, debo indicar que, en lo que se refiere a la consideración de qué es León y que es Castilla, Juan de Osma tiene bastante respeto, ya que, en su ‘Crónica Latina de los Reyes de Castilla’, solo considera de Castilla a aquellos que lo son, como Enrique I o Fernando III, y este solo hasta 1230, ya que, al serlo asimismo de León, ya no lo incluye. Me parece, no obstante, acertado que el Metropolitano de Toledo, admirador navarro absoluto de Castilla, sea un panegirista ilimitado de un monarca, Alfonso VIII, y de un territorio regio, Castilla, que le dio el todo por el todo, y eso no se lo entregó nunca su Navarra de Sancho VI “el Sabio” o de Sancho VII “el Fuerte”, aunque el rigor debería ser lo más adecuado. En suma, una obra rica en léxico y en narración sobre una época ubérrima de León y de Castilla, que recomiendo vivamente. “Las altas fiebres padecidas por el rey Alfonso de Castilla le inducían a debatirse entre tormentosos delirios y agradables recuerdos, entre escenas de glorias pasadas e inexcusables pecados cometidos a lo largo de su prolongada y azarosa vida portando la corona castellana… Al lado del jergón que cobijaba al decrépito y sudoroso cuerpo del monarca castellano, su otro gran amor, la reina doña Leonor, y sus hijos Berenguela, Leonor y Enrique lloraban desconsolados al ser testigos de los quebrantos que atormentaban a su esposo y padre, a un legendario rey glorificado por algunos y difamados por otros”. ¡Esclarecedora! «Romani, ueteres peregrinum regem aspernabantur». Puedes comprar el libro en:
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