El último poemario de la autora Paloma Fernández Gomá inaugura la colección Dabisse Romero con tanto esmero como rigor bajo la dirección de la escritora y gestora cultural Isabel Romero. Con una veintena de poemarios firma ya la poeta madrileña afincada en el Campo de Gibraltar. Un espacio, por cierto, que constituye una parte esencial de su cartografía lírica y que se desplaza hacia la ciudad de Silo, buscando quizá como afirma la propia autora girar “en torno a la naturaleza como fuerza que posibilita experiencias en la conciencia del hombre y acerca individualidades de pensamiento, creencias y culturas”. Un concepto que transversalmente se verá completado con unas reflexiones reivindicativas del papel de la mujer que, en esta ocasión partirá de referencias de mujeres bíblicas, a saber Débora, Rebeca, Ester, Abigail, Ruth, Miriam, Eva, Susana, Sara, Jael, Jezabel, Dalila, Rahab, Agar, Hulda, Lea, Ana, Noemí, María de Magdala, Dina que encabezan cada composición como sujeto y objeto del discurrir lírico, una conformación tan efectista como singular en esa suerte de glorificación del trabajo, de culto a la tierra y a las heroínas y, en gran medida, la belleza plástica de lo natural reforzada por un versolibrismo de factura clásica y de sensual sonoridad , si se permite la paradoja. En gran medida, podría reafirmar lo que siempre he percibido de su poesía, una obra concienzuda, rigurosa, sensual y expresivamente simbólica que toma la tradición como inagotable fuente de inspiración pero que se configura como una permanente búsqueda cuando no experimentación. La poeta nunca ha permanecido ajena a su entorno, a su tiempo, y, el peso histórico además del poético que toda su poesía proyecta es indiscutible. “En el haz del viento se desgranan las promesas/que sustentaron la voz de los pueblos”, leemos en el poema III. Probablemente a través de la poesía de Paloma Fernández Gomá podríamos entender las grandes verdades y también las mentiras. En este poemario, la libertad se nos aparece a través de visiones alegóricas, con cierta carga de herencia simbolista singularizada, actualizando el rol de mujeres bíblicas en una búsqueda de personificación universal; en el poema dedicado a Dina, se corrobora la fusión o confusión de “lluvia” y “fuego”, se plantea el reto y la esperanza y determina el punto de partida, el amor: “Vivir es tender las alas sobre el horizonte /en nombre del amor”. Dentro del enrevesado panorama poético, donde los valores y parámetros literarios se arrinconan ante la tiranía mediática, la ocurrencia y el todo vale, nuestra autora aboga por insertarse en la tradición poética sin por ello renunciar al componente de originalidad. Sin duda, el carácter fronterizo es un rasgo singular pero sobre todo la luz, el brillo y la música y una disposición casi pictórica cuando se refiere a los colores del mar, los matices del cielo o los distintos momentos de la jornada, el ámbar, la retama, los rituales, el musgo, los crótalos, las elegías, el plancton, la hierba, el sigilo, el galium, los códigos, en definitiva “el verso sobrevoló la tarde de todos los tiempos. Pero además, aparecen con fuerza protagonistas indiscutibles en su poesía, los ángeles, que para no sembrar duda, cierran el libro conformando la tercera parte del mismo, titulado “Ángeles (Amanece el mar en los campos de Dios) que concuerda con una defensa de la soledad como principio creativo y también como búsqueda de un mundo más justo donde se cuiden la libertad y la razón para que la verdad, si decidiera aparecer, condensara brillantez. Observaremos una permanente sensación de pérdida que la poesía le permitirá rearmar ética y temporalmente. Con una llamada intimista de profundo lirismo, cuyas sensaciones poéticas se enlazan a los principios más efectivos de la musicalidad. De ahí, los campos semánticos y léxicos mencionados en torno a la naturaleza y paralelamente los trinos de golondrinas, el canto de las alondras, los salmos, el ardor de los calderos, las noches de cadencia, el mar como música y por supuesto los silencios. Toda la luz que sus poemas a lo largo de tres décadas absorben para luego devolver con tanta sensualidad como fuerza expresiva perfila una fórmula para seguir creyendo en la esperanza, eje vertebrador del Humanismo Solidario, que en su esencia actitudinal se refleja igualmente no sólo en la misma temática poética sino en distintos modos de apresar la literatura, la cultura y su difusión. Por consiguiente, una luz que es sustancia misma del credo poético, así leeremos con toda belleza el inicio del poema XVI: “Existe una luz interior en los cauces de la noche/donde recitan los ángeles/sus versos inacabados,/urdidos en viajes estelares”. Una luz que quiere reforzarse con la musicalidad remitiéndonos a la tradición, a la oralidad de la poesía, a su aliado más inestimable que es el mar, la naturaleza en definitiva, insondables interrogantes y vivencias del ser humano que en su fragua como conceptualización universalizadora y esperanzadora se impregna de relatos bíblicos, orígenes de creencias y civilizaciones que deberían tener la libertaria misión de reencontrarse. Disponiendo el poemario de modo tripartito refuerza el simbolismo idealizado desde los mismos títulos. Las tierras de Silo, el escenario para depositar las fuentes de inspiración, comprende una primera parte titulada “Poemas I a XLII”, lo que tampoco es casual, toda vez, que la filosofía, tan lírica en su argumentación, considera tal como hace Platón, el estudio del simbolismo numérico como el más alto nivel de conocimiento. Por si fuera poco, Pitágoras entendía que los números tenían alma y hasta poderes mágicos, y si nos fijamos en el número de cierre coincide con el primer libro del mundo impreso con letras móviles que es la Biblia de Gutenberg y que tiene 42 líneas por página. La segunda parte lleva por título “Mujeres bíblicas”, donde las palabras alcanzan el máximo nivel de sonoridad hilvanando referencias culturales literarias, históricas, bíblicas, otorgando una dimensión tan singular como cósmica a cada una de las protagonistas. La última parte, “Ángeles”crepita por los meses del año y subraya “el aroma de su estela luminosa”. Carlos Gardel nos cantaba que “20 años no es nada”, y es posible que sea así, sólo un “soplo de vida”, pero 20 libros son muchos y conforman una obra poética de enorme trasfondo ético, gran expresividad lírica que combina a partes iguales técnica y pasión, una obra genuina como lo es la propia mirada de la autora. Puedes comprar el poemario en:
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