‘La mujer que desafió a todo un reino para que su hijo Alejandro Magno alcanzase la gloria’. La presente obra es una buena obra de la novelística histórica, además de acercarnos a una mujer muy importante dentro del mundo europeo de la Antigüedad. El valor de estas mujeres es extraordinario y, para mí y en mi modesta opinión, junto a las del Medioevo, hasta la Edad Moderna con Isabel “la Católica”, las que conforman lo esencial del ser femenino; es que parto de la base de que como historiador de Antigua y de Medieval que soy y donde milito, estas son las épocas que me interesan, y las que valoro como vitales para la evolución de la Humanidad. «Macedonia, año 357 a.C. La joven princesa de Epiro, Mírtale, se instala en el palacio de Pela tras su matrimonio con Filipo, rey de Macedonia. Pronto cambiará su nombre por el de Olimpia tras dar a luz a un niño, pero su afición por las serpientes y su condición de extranjera generará el rechazo de muchos. A partir de lo poco que se conoce de esta mujer fascinante, Laura Mas construye una novela en la que da voz a la ambiciosa e inconformista reina, que nos explicará en primera persona su propia historia: durante años, tratará de hacerse un hueco en una corte en la que florecían las intrigas y las luchas de poder. Avalada por su fuerte carácter, su clara inteligencia y, sobre todo, por la autoridad que le daba ser madre de Alejandro, la reina luchará contra todo y contra todos para colocar a su hijo en el trono. Olimpia es el retrato de una mujer que traspasó los roles de género de su época para alzar su dinastía a la gloria. Temida por sus contemporáneos y denostada por la Historia, fue la verdadera responsable de que Alejandro Magno reinase en Macedonia». La reina de Macedonia narra los hechos históricos que motivaron el que su hijo fuese, en contra de los deseos del regio-padre Filipo II, nuevo monarca macedónico, además de hegemón de todos los griegos, salvo de los espartanos que nunca le aceptaron, y andando la evolución de sus conquistas asiáticas, asimismo gran rey de los medos y de los persas, sin olvidar el ser considerado como faraón de Egipto; hasta tal punto fue arrolladora su personalidad, que moriría en la gran urbe mesopotámica de Babilonia, en muy extrañas e inexplicables circunstancias. Su evolución política y militar sería la que conllevaría que fuese considerado como el soberano que cambió el curso del mundo conocido hasta ese momento histórico. La madre, Olimpia, es el centro de la narración, con el esfuerzo que siempre hizo para que su hijo ocupase el trono de Pela, tras el magnicidio de Filipo II, en el que ella pudo tener algo que ver. La narración nos manifiesta todos los esfuerzos que se vio obligada a realizar para que su hijo, una vez coronado, dominase amplios territorios en Europa, Asia y en la India. Su soberbia, casi sobrehumana, es prístina en el hecho relativo al número importante de poleis que creó y a las que puso su propio nombre, ‘ALEJANDRÍA’. Pero estas batallas ya las había tenido que librar su madre entre los entresijos complejos políticos que se desarrollaban en el palacio real de Pela; la finalidad sería la de que su hijo llegase al poder absoluto, por encima del destartalado intelectual primogénito llamado Filipo III Arrideo, hijo de la intrigante primera esposa filipina cuyo nombre era el de Filina. Todo un conglomerado ingente de sentimientos encontrados, se suceden en este volumen, y resumen la realidad de la corte macedónica del reinado de Filipo II y de su época. Desde amores y desamores, hasta odios y traiciones, pasando por engaños, envidias, venganzas, pasiones insatisfechas y que no se pueden contener en ninguna circunstancia. Estamos ante otra mujer insuperable, que se puede unir a: Boudica, Sofonisbaal, Popea, Berenice, Cleopatra VII Filopater, Himilce, Livia-Drusila, Julia, Antonia “la Mayor”, Agripina “la Menor”, Hipatia, Julia Domna, Octavia, Julia Mesa, Cornelia, Roxana, Servilia o Calpurnia y tantas otras de mayor o menor enjundia, que jalonan toda la historiografía de la Antigüedad. “Dodona (Epiro), 323 a.C. Dos cuervos negros sobrevolaron el palacio anunciando la muerte. Sus graznidos me suspendieron en el aire, arrojándome a un abismo sin fin. Los dioses habían cumplido su voluntad. La vida de Alejandro se había apagado en Babilonia en extrañas circunstancias, aunque yo intuía quiénes estaban detrás de su muerte. Posé la mano sobre mi ombligo y lo sentí desvanecer, igual que en mi sueño. De pronto, mi cuerpo volvió a inundarse de un vino púrpura con el que me fundía. Alejandro había enfermado tras excederse con el elixir de Dionisio en un banquete. Yació varios días en cama durante los que recibió largos baños de inmersión para sanarse. Pero ni el más grande de los sacrificios a los dioses pudo detener lo que ya estaba escrito. Así lo habían presagiado las estrellas. La suave brisa del estío meció las higueras del patio. Sus dulces frutos estaban empezando a madurar, y pronto descendería su tiempo. La muerte de Alejandro se había llevado gran parte de mí, pero mis enemigos no descansarían hasta acabar conmigo. Todos me arrancarían, como a aquellos frutos, dispuestos a devorarme. Vagué hasta mis aposentos con el peso de quien ya no se halla. Tumbada en mi lecho, recordé a mi pequeño Aquiles. Había vivido durante once años con el dolor de su ausencia. Once largos años que partieron con él hacia la conquista de Asia. Ahora, el tiempo ya no nos concedía una despedida, un último abrazo. Sentí que me asfixiaba, pero una inesperada brizna de luz se instaló en mi pecho. Roxana, la esposa de Alejandro. El niño que albergaba en su vientre era la semilla de esperanza para mantener mi dinastía a salvo”. Este delicioso y delicado prólogo narra el hecho histórico de como la reina recibió la noticia de la muerte de su hijo. La realidad histórica sobre Roxana es muy lamentable, ya que la princesa bactriana nacida c. 347 a.C., fue asesinada por orden de Casandro en el año 309 a.C., quien era el diádoco al que le había correspondido Macedonia. En primer lugar, asesinó a Olimpia en la ciudad de Pidna, tras engañarla para que regresase desde el Epiro. A continuación, apresó a Roxana y a su hijo Alejandro IV Aego, y prohibió que fuesen tratados como personas, para acabar asesinándolos sin el más mínimo escrúpulo. Estamos, por lo tanto, ante una novela histórica muy sui generis, y de gran agilidad narrativa, diferente sensu stricto, ya que nos ofrece un retrato vívido de una mujer y reina, sobre la que existen pocos datos históricos, pero que es fácil de averiguar cuál fue el rol que ocupó, por los acontecimientos y los varones que la rodearon. Se colige que era de fuerte carácter y de aguda inteligencia. La autora se ha documentado bien, y nos ofrece un relato muy pormenorizado y detallado de cómo fue la vida de Olimpia en los palacios de Pela y de Dodona. Es menester su lectura. «Ceterum censeo Carthaginem ese delendam ». Puedes comprar el libro en:
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