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"La Segunda República en Benavente. Radiografía de una ciudad en cambio", de Fernando Pernía Vega

Ed. Centro de Estudio Benaventados "Ledo del Pozo". 2021
martes 01 de agosto de 2023, 14:13h
La Segunda República en Benavente
La Segunda República en Benavente
El autor nos indica, sin ambages, que este libro fue un duro y arduo trabajo de investigación, que conllevó cinco años de estudio. F. Pernía Vega nació en la ciudad leonesa de Benavente, en el año 1983; siendo licenciado en Historia por la Universidad leonesa de Salamanca. En la actualidad ejerce como profesor de Geografía e Historia en el IES del pueblo leonés de Camarzana de Tera (Zamora-País Leonés).

«El libro se organiza en dos partes (y unos muy útiles apéndices finales para la cabal lectura del texto): una imprescindible y évenementielle (como rezaba la vieja historiografía francesa), política, enmarcante del periodo que se estudia, desde el súbito advenimiento del nuevo régimen al desarrollo institucional del Ayuntamiento entre 1931 y 1936 y las fuerzas políticas y sindicales que lo animan. La segunda, que es grueso del libro, trata del tiempo más largo de las situaciones estructurales que se quisieron transformar (con mayor o menor ingenuidad) y algunos detener: un tejido económico tradicional que el breve lustro de la República apenas tuvo ocasión de modificar en la difícil coyuntura de la Gran Depresión de los años 30. Y, sin embargo, en tiempos tan convulsos de paro, miseria y analfabetismo, reinó en Benavente una relativa ‘paz social’, a diferencia de otros lugares de España. Tampoco hubo violencia religiosa, a pesar del laicismo militante que consagraba la constitución de 1931, y sí tolerancia (creación de la Capilla Evangélica), en buena medida debido al alcalde socialista Alfredo Rodríguez Enríquez, católico confeso, hombre de bien y una auténtica referencia para todos los benaventanos de izquierda o derecha. Pero la gran apuesta del gobierno republicano fue una cultura universal, derecho e instrumento para el arraigo de la democracia. La fiesta del árbol y del libro; el aumento de escuelas y profesores, éxito que no empañan el malogro de la creación de un Instituto de Segunda Enseñanza y una biblioteca pública; las visitas -de acogida multitudinaria- de las Misiones Pedagógicas; las restauraciones modélicas de Santa María de Azogue y San Juan del Mercado por Alejandro Ferrant, a quien nuestros paisanos quisieron dedicar una calle, por su bonhomía y buen hacer; la plétora de publicaciones y periódicos locales, las bandas musicales, el asociacionismo cultural (casinos, cafés, etc.)».

El 28 de enero de 1930; como siempre ha sido el comportamiento habitual en los Borbones, sobre todo en las Españas, de sostener o no a los políticos que les sirven a sus intereses; el rey Alfonso XIII dejó caer o empujó al teniente-general y dictador Miguel Primo de Rivera y Orbaneja; en este momento histórico el soberano que ya contemplaba como difícil su permanencia en el trono decidió aferrarse a su último cartucho, y para ello encargó a un nuevo militar el gobierno, el pueblo lo denominaría la ‘Dictadura-Blanda o Dictablanda’, y el encargado de ella sería el teniente-general Dámaso Berenguer Fusté. Lo que se pretendía era volver al orden constitucional, previo al Golpe de Estado de Primo de Rivera del año 1923; y, por consiguiente, de esta forma se preparaba a los españoles para que se celebrasen unas elecciones generales, pero el hecho no se llevó a cabo nunca y en ninguna circunstancia.

Era, además, preciso crear nuevas corporaciones municipales, vulgo ayuntamientos, que anulasen aquellas nombradas por la Dictadura de Primo de Rivera. De esta forma se constituía el nuevo ayuntamiento benaventano el 26 de febrero de 1930, para ello era preciso destituir al nombrado por el dictador, y cuyo alcalde-presidente era Toribio Mayo Barrios, el cual volvería a serlo con el triunfo del ejército nacional-franquista tras la Guerra Civil de 1936 a 1939, quien manifestó así que: “Acepto el cargo en cuyo desempeño todos sabrían sacrificarse por amor a la patria y expreso mi agradecimiento en nombre de la ciudad de Benavente a las autoridades militares que han sabido restablecer el orden alterado y luchar por una España grande”.

Asimismo, el 26 de enero de 1931, el gobierno Berenguer suspendió el Estado de Guerra, y manifestaba que los cargos municipales serían elegidos. Pero, como era de esperar, y ahítos ya los españoles de este sistema monárquico bastante corrupto e inepto, decidieron, y la leonesa Benavente (Zamora) no sería una excepción, organizarse en nuevos grupos de oposición a la monarquía imperante. Durante el otoño de 1930, se crearon ya en Benavente diversos grupos de oposición a la Dictablanda y, por ende, a la monarquía que la sustentaba; buen número de benaventanos esperaban la llegada de la que sería la Segunda República, que, lamentablemente, nunca sería lo anhelado, pero esto ya es otra Historia.

Detrás de todo este enjambre de anhelos y fracasos económicos, sociales, religiosos y culturales están las personas, la gente de la República, anónimos la mayoría, pero también los actores de este drama que despertó como un sueño y acabó bruscamente en la peor de las pesadillas. En sus nombres y apellidos nos reencontramos y reconocemos muchos benaventanos (una de las virtudes privadas de este libro). Hay, sin embargo, dos personajes, no nacidos en la villa, que por su categoría humana (Alfredo Rodríguez) o por su rango intelectual, diría, incluso, literario (José Almoina), ambos miembros del PSOE, merecen ponerse de relieve. El primero, alcalde durante buena parte de la República, ‘prietista’, moderado en sus planteamientos políticos y siempre conciliador, persona respetada y querida por todos, incluidos los curas, lo que, milagrosamente, le permitió salvarse de la barbarie franquista. Almoina, en cambio, es una figura contradictoria, poliédrico, odiado tanto por la derecha (rojo extremista) como por la izquierda (traidor). Cuando llega a Benavente a principios de los 30, es un ‘pollo pera’ paseante de muchas ‘señoritas’ del entorno burgués de la villa. En los años de la República, ‘largocaballerista’ empedernido, mantiene también una entrañable amistad con Audelino González, pastor protestante de Benavente y bibliófilo. Aquí se casa, tiene su primer hijo y se convierte en el mayor agitador de masas de la tierra, lo que le valió el destierro. A él se debe además el más seductor relato de un jueves de Benavente y precisas noticias sobre sus monumentos. La noche del golpe se salvó por los pelos de haber sido asesinado, como tantos, por los matones del nuevo Régimen. Exiliado después en Francia, traductor, escritor sobre Goya ‘erasmista’, fue secretario personal y preceptor de Ramfis, hijo del generalísimo y tirano caribeño Rafael Leónidas Trujillo cuyos sicarios le balearon en Ciudad de México en plena calle. Allí murió, con un rosario entre las manos, según testimonio de una de sus hijas”.

El presidente del CEB, Fernando Regueras Grande ha realizado un estudio paradigmático esclarecedor de este libro, y que figura en este ensayo. «Vanitas vanitatum et omnia vanitas».

Puedes comprar el libro en:

9788412245721
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