La escritura, en “Noviembre”, permite a un niño de 14 años, salvarse de una realidad dura. ¿Cómo sería la redacción, hay día, de esos mismos adolescentes con los nuevos planes de educación? Mira, en los últimos cinco años he pasado por muchísimos colegios e institutos para hablar de mis libros para lectores y lectoras jóvenes. Siempre, siempre, siempre me encuentro a algún alumno o alumna que sueña con escribir. Hay quien sueña con escribir manga o quien sueña con escribir fantasía. Es verdad que hay mucha oferta de ocio ahora mismo, pero mi experiencia me dice que se les puede dar un voto de confianza a los lectores y lectoras jóvenes. Además, la escena inicial de Noviembre, en la que su protagonista, Óscar, escribe una historia tan mal escrita que la profe tiene que cortarlo, me pasó a mí con esa edad. No caigamos en el error de pensar que los y las jóvenes están peor que antes. Sustantivos, verbos, frases complicadas… ¿cómo aprendemos sin el apoyo de buenas lecturas? No aprendemos, directamente. Por eso siempre les hago una confesión a quienes asisten a mis charlas para lectores y lectoras jóvenes: yo odio leer… por obligación. No hay cosa que odie más. Se me atragantan los libros que tengo que leerme por fuerza. Y por eso, lo que les recomiendo es que busquen un tema que les apasione: el fútbol, el Fortnite, el trap… seguro, seguro, seguro que hay un libro sobre ese tema. Así es como tienen que entrar en la lectura. Y la lectura es clave. Vamos a olvidarnos de lo que son buenas o malas lecturas, que tampoco está la situación para ir repartiendo carnets: que los jóvenes lean. Y luego, cuando le pillen el gusto, ya leerán lo que nosotros tenemos en la cabeza que son buenas lecturas. O no, porque cada lector y lectora es distinto. El acoso escolar sigue siendo una lacra en la mayoría de los colegios, ¿qué está fallando a pesar de los protocolos existentes? ¿es más fácil aparentar normalidad donde no la hay que intervenir de manera activa? Es un tema complejísimo cuya solución escapa a una respuesta enmarcada en una entrevista. Yo te puedo decir que sufrí bullying todos mis años escolares, y ni siquiera así se me ocurren medidas concretas para ponerle freno. Quizá la clave esté en algo que me dijo un amigo hace tiempo hablando de violencia machista, un tema que abordaba mi última novela para adultos: “por supuesto que hay que educar a las niñas para que no sean sumisas, obedientes y dóciles, pero sobre todo tengo que educar yo a mi hijo para que no piensen que son objetos a su merced”. Puede que por ahí vayan los tiros. ¿Y el papel que juegan las familias en estas situaciones? ¿Los niños pueden superar los traumas producidos por el mobbing sin apoyo? El papel que juega la familia es capital tanto en el bullying como en absolutamente todos los demás aspectos del crecimiento. La educación no es una cosa que sucede en los márgenes de la escuela, sino que queda coja si no se hace un acompañamiento desde casa, y no me refiero solo a lo académico, sino a lo personal, a la inteligencia emocional, a la empatía. Son temas que me obsesionan, porque mi hija entra el año que viene en primaria, y no dejo de darles vueltas. El protagonista deshumaniza a las personas de su entorno representándola a través de animales. ¿Por qué las aleja? ¿Por qué las percibe como no humanas? No es tanto que Óscar deshumanice a su entorno, sino que lo pasa por el filtro de la ficción, de la fantasía. Por eso ve a una profesora desentendida como un ser alado que se aleja volando en cuanto suena la campana, o por eso la relación fría con su madre se traduce a sus ojos en un bloque de hielo mágico que la rodea y que les impide abrazarse. Es complicado de explicar, pero digamos que, hasta donde yo sé, así nos funciona la cabeza a todos los autores y autoras. En pocas palabras: somos unos flipaos que ven el mundo desde la fantasía. No lo podemos evitar. "La literatura infantil y juvenil crea soñadores y lectores. La literatura de adultos los pierde"¿Qué le hace soñar a Jesús Cañadas? ¿Necesitamos volver al mundo de las fantasías? Me quitan el sueño todos los aspectos del mundo adulto, y por otro lado, jamás he abandonado el mundo de la fantasía. Creo que Neil Gaiman decía algo parecido a esto: “leo muchos libros infantiles y pienso, ¿pero esta persona no se acuerda de lo que es ser un niño?”. Por algún motivo hay autores y autoras que sí se acuerdan. Y supongo que por eso hay quien conecta mejor con lectores y lectoras jóvenes. Dicho de otro modo: la literatura infantil y juvenil crea soñadores y lectores. La literatura de adultos los pierde. ¿La vida de algunas personas es tan pobre que puede caber dentro de unas cajas de cartón? Quien haya hecho una mudanza sabrá que así es, y se acordará de mi madre, de paso. Cuando escribe, ¿le acompaña algún amuleto? ¿Quizá en su infancia tuvo uno que nunca abandonaba? ¿Para crear hay que creer? Yo, al igual que todos los autores y autoras que conozco, tengo ciertas manías férreas que hay que respetar, y sin las cuales me parece que no saldrá bien la sesión de escritura. Esto pasa porque absolutamente todos los autores (hasta, qué te digo yo, García Márquez, que tenía que escribir siempre con el mismo tipo de lápiz y una flor concreta en la mesa) somos unos inseguros asquerosos y pensamos que la magia de la escritura no proviene de nosotros, sino que se aposenta en esos pequeños rituales, en el entorno. Y que, si un día se dio bien la escritura, hay que reproducir al milímetro todas las condiciones exteriores de ese día. Es un poco ritual, pero también me parece bonito. Y sin embargo, lo único que sirve para crear es justo lo que apuntas, y que se señala en la novela como magia. Para crear hace falta creer. Tienes que creerte tu historia si quieres crearla. De otro modo te saldrá un churro.
¿Los mejores libros salen siempre de una mentira? ¿Cómo nuestros mejores recuerdos? Memoria e imaginación viven puerta con puerta en la mente. No tenemos un solo recuerdo que sea al 100% verdad. A veces los modificamos un poquiiiiito para situarnos bajo una luz mejor, o para que la historia salga un poco más en nuestra conveniencia; mientras que a veces simplemente nos los inventamos. Todo lo que contamos es mentira, desde una anécdota a una trilogía de guerras galácticas. Pero son mentiras bellas, inspiradoras, tenebrosas… ahí reside la magia, y todo el que haya llorado alguna vez con una historia lo sabe. ¿Cuesta menos rodearse de la compañía de gente que no existe que de gente de verdad cuando esta nos hace daño? ¿Los libros siempre serán una alternativa a la soledad? Para mí lo fueron en su día y lo siguen siendo, pero esto no es Cristiano-Messi o McDonalds-Burger King. Es posible compaginar las buenas lecturas y la compañía de los libros, que es una compañía muy grata, con la de las personas que a veces nos escuchan cuando les decimos: “se me ha ocurrido una historia…” o bien “el otro día me pasó una cosa…” ¿Todos los escritores tienen miedo a empezar una nueva obra? ¿Cómo se supera el terror a la hoja en blanco? ¿Cómo se sabe de qué hilo hay que tirar? Absolutamente todos. Creo que era el autor Christopher Golden quien decía algo así como “qué curioso que en el mismo momento en que pones punto final a una novela se te olvida cómo se escribe una novela”. Y es verdad. Cada historia es, literalmente, un mundo, y hay que explorarlo y aprender sus reglas primero. En cuanto a qué hilo tirar, como bien se ve en Noviembre, yo soy el tipo de escritor que prefiere ir probando y fiarse de sus instintos a la hora de encontrar una buena historia y desarrollarla. Da muchos más problemas, pero si lo hiciese de otro modo me aburriría. Y no existen fórmulas del éxito, pero sí del fracaso: aburrirte escribiendo. Ahí tienes garantizado que el lector o la lectora también se aburrirá. ¿Qué extraña fuerza le impele a escribir a Jesús Cañadas? ¿Quién le regaló el primer cuaderno? ¿Dónde comenzó a escribir? Pues como te he dicho antes, lo que me empuja es ser un flipao. Vuelvo a Gaiman para decirte que las ideas nunca son un problema; siempre están revoloteando en tu cabeza, ya sean frases, situaciones, diálogos, finales, personajes o bien arcos completos. Lo difícil es sentarte todos los días y convertir esa idea en noventa mil palabras que emocionen, diviertan y entretengan. Creo que el impulso de la literatura, al menos en mi caso, no tuvo tanto que ver con el primer cuaderno, sino con la actividad principal de un escritor, que en ningún caso es escribir: es pensar. Y empecé a pensar en cómo podía hacerse discurrir una historia cuando el Ratón Pérez me trajo de pequeño, como a muchos y muchas de mi generación, un libro de Elige tu propia aventura. Ahí me vi con las riendas de la historia y para mí fue droga dura: poder controlar qué pasaba. Es más que probable que ahí estuviese el germen. Pero claro, luego me quedaba aprender… ¿Alguna vez ha llorado con un libro? O, todavía, le siguen emocionando las buenas historias… ¿Te imaginas ser tan idiota como para afirmar que escribes libros pero que los libros ya no te emocionan? Claro, hombre, lloro mucho, con libros, con películas, con cómics, con ficción en general. El último libro con el que lloré fue Las malas, de Camila Sosa Villada. Y el día que deje de llorar, mal iremos. ¿Por qué, para usted, Noviembre es mucho más que un mes del año? ¿Sólo entendemos cuando llegamos al final de la historia, porque salvar la vida significa comprenderla…? El título de Noviembre es una de esas cosas en las que, como te decía antes, tuve que fiarme de mi intuición. Desde el primer momento en que abordé esta novela tuve claro que su protagonista se llamaba Noviembre, y aún no sé por qué. Pero algo me decía que era así y tuve que fiarme de ese algo. Si no me fío, una vez más, mal vamos. Cierto, solo al final de Noviembre entendemos qué significa que una historia pueda salvarte la vida. Pero sería una pena estropeárselo a quien aún no se haya acercado a esta historia. Podría no salir indemne. Puedes comprar el libro en:
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