Estamos ante una obra muy cuidada sobre la historiografía medieval, presentada por la editora Ático de los Libros, que enaltece las obras que presenta. Deseo destacar, in principium, su esclarecedora portada procedente de la Biblia de los cruzados. En el siglo XII, mientras se producía ya la Reconquista en las tierras Españas, llevada a cabo por los Reinos de León, de Portugal, de Navarra, de Aragón y de Castilla, en Europa nacía un movimiento, promovido desde El Vaticano, que pretendía la recuperación de los Santos Lugares para el cristianismo, y que en ese momento histórico estaban en poder de los infieles del Islam, todo ello costaría sangre, sudor y lágrimas, con miles de muertos y múltiples crueldades por ambos bandos. Todo ello se encuentra en este libro, y de forma pormenorizada. «Una nueva y magistral historia de las cruzadas. En el siglo XI, un vasto ejército cristiano irrumpió en las tierras del Mediterráneo oriental y conquistó Jerusalén. Durante los doscientos años posteriores a la Primera Cruzada, el islam y Occidente libraron una lucha sin cuartel por el dominio de Tierra Santa que se materializó en una sucesión de guerras terribles. Thomas Asbridge, uno de los historiadores medievales más destacados del panorama internacional, narra la historia del épico enfrentamiento desde la perspectiva de cristianos y musulmanes, reconstruye sus experiencias y actitudes, y expone los horrores, las pasiones y la barbarie de la era de las cruzadas con un fuerte pulso narrativo y una aguda y reveladora visión. "Las cruzadas" ofrece un retrato vívido y detallado del conflicto más importante de la Edad Media y establece un nuevo estándar en el ámbito de los estudios medievales. Gracias a sus exhaustivos conocimientos de Oriente Próximo y a sus nuevas fuentes, Asbridge nos descubre qué llevó a musulmanes y cristianos a adoptar los ideales de la yihad y las cruzadas, y revela cómo estas guerras santas, cuyos ecos resuenan en nuestros días, dieron forma al mundo tal y como lo conocemos». Durante el discurrir de estos sangrientos enfrentamientos, desde ambos bandos invocando el nombre de Dios y el de Allah, se produjo el tránsito de miles de personas desde la Europa occidental hasta el Oriente palestinense o sirio, tratando los cruzados de conquistar Tierra Santa y, por ende, luego defender a sangre y fuego esa conquista, siempre en el hinterland más o menos grande de la urbe cosmopolita jerosolimitana. No escatimarían en llevar a personajes conspicuos de mucho porte comandando las mesnadas, desde Luis VII de Francia hasta Felipe II “Augusto” de Francia y Ricardo I “Corazón de León” de Inglaterra hasta San Luis IX de Francia. “Estos los conducirían a luchar en extenuantes asedios y terribles batallas, los empujarían a cruzar bosques frondosos y áridos desiertos en los que tendrían que soportar las penalidades de la hambruna y las enfermedades, los llevarían en presencia de los legendarios emperadores de Bizancio y los instarían a marchar en compañía de los imponentes caballeros del Temple. Los que morían eran considerados mártires y aquellos que conseguían sobrevivir creerían haber purgado su alma de todo pecado con el vendaval de los acontecimientos y los suplicios de la peregrinación”. Esa acción despertaría la esperada reacción por parte de los ismaelitas, dedicando todos sus esfuerzos al renacimiento del yihaz o guerra santa mahometana. Para ello, los agarenos de Siria, Egipto e Iraq se unirían en un frente común, para de esta forma poder acabar con el peligro cruzado que se cernía sobre sus intereses políticos y religiosos, y escogerían para este fin a un despiadado y crudelísimo caudillo militar llamado Din Zengi, y también al muy inteligente caudillo kurdo llamado Saladino; con el escenario ya montado, los contendientes ya estaban preparados para mostrar su lado más terrorífico, y lo más alejado posible de la compasión. Un grupo muy violento hace su aparición, y siguiendo el ejemplo de los sicarios y los zelotes, y utilizando el puñal habitual, y se dedicarán al asesinato terrorista sensu stricto. Pero, como en todos los conflictos bélicos prolongados en el tiempo, las relaciones humanas violentas cambian su status quo, “los prolongados años de conflicto darían lugar, inevitablemente, a una mayor familiaridad entre cristianos y musulmanes, llegando incluso a abrir oportunidades para el surgimiento de un respeto asumido a regañadientes y de una serie de contactos pacíficos propiciados por las treguas y el comercio. Sin embargo, con el transcurso de las décadas, las llamas del conflicto terminarían por hacer su efecto y determinarían que las tornas se volverían lentamente en favor del islam. Pese a que el sueño de la victoria cristiana permaneciera vivo, el mundo musulmán prevalecería, instalándose de forma duradera en Jerusalén y en Oriente Próximo”. En el inicio del siglo XI existe un condado preeminente en el Reino de Francia, con suficiente personalidad como para plantar cara a la propia corte de Saint Denis o de Reims, esta dinastía condal angevina se considerará con la suficiente personalidad y poder, como para hablar de igual a igual al propio Rey Capeto de turno. En este momento su jefe político y militar es el conde Fulco Nerra o “el Halcón Negro o el Constructor”, magnate titular de Anjou desde el año 987 hasta el 1040. Era de carácter impulsivo y contradictorio, a la par que violento y piadoso, sus biógrafos ensalzarían sus desafueros y sus hazañas. Fue capaz de quemar a su propia esposa, Elizabeth de Vendôme en la hoguera por considerarla adúltera y además vestida con su traje de novia. “Con todo, el hecho de tener las manos tan manchadas de sangre no impedía a Fulco ser también un devoto cristiano, uno que reconocía que sus brutales métodos eran intrínsecamente pecaminosos según los principios de su fe y podían, por tanto, condenarlo para toda la eternidad. El mismo conde admitió en una carta haber ‘causado un gran derramamiento de sangre en varias batallas’ y hallarse en consecuencia ‘aterrado por el miedo a los infiernos’. Y precisamente con la esperanza de purificar su alma, habría de efectuar tres peregrinaciones a Jerusalén, una ciudad a más de tres mil kilómetros de distancia”. Deseo destacar, asimismo, una gran cantidad de fotos en color, que ilustran el libro y que provienen de diferentes manuscritos facsímil. Cronología y múltiples notas bibliográficas ilustran la obra. Se puede, como realiza esta editorial, y algunas otras encomiásticas, presentar sus volúmenes buscando el incremento de la cultura histórica, sin buscar un negocio económico preeminente o prioritario. Por todo lo que antecede, deseo destacar esta obra que ilustra todo lo que fueron las cruzadas entre cristianos y musulmanes y, que en ninguna circunstancia consiguió lo que se pretendía por ambos bandos, sobre todo por el de los seguidores del Hijo de Dios. «Populi romani est propria libertas». Puedes comprar el libro en:
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|