Y más, si somos nosotros los que nos introducimos en su vientre para experimentar (teatralmente) esa sensación de soledad, desolación, aislamiento, podredumbre, imaginación, intimidad, concentración, aventura, tormenta, tormento, entretenimiento, sentido, desaparición, recuerdos, orientación, irrealidad, realidad, espejo, contemplación, creatividad, abandono, libertad, encierro, temporalidad, sorpresa, arraigo, confort, riesgo, literatura, teatro, refugio. Se me ocurren más términos, pero no quiero cansar al personal que no leerá esto. [Los números imaginarios], crean esta pieza de lectura (¿dramatizada?, ¿interiorizada?, ¿personalista?) a partir de la dramaturgia de Luis Sorolla, y dirigida por Carlos Tuñón. Los intérpretes somos nosotros, los espectadores, y nunca mejor dicho: intérpretes. Tenemos que interpretar, como jugadores de ajedrez, qué vendrá luego. Con qué nos sorprenderán. Cada uno en su espacio, en su yo, defendiendo su estancia dentro de su propio espacio dentro de la cabaña dentro de la ballena dentro del teatro Cuarta Pared dentro del Festival Essencia de la Teatralidad dentro del estómago de la ciudad, dentro del corazón aunque este ya lo tengamos también dentro. No se trata de defender a las ballenas, se trata de comprendernos a nosotros mismos. Porque dentro puede llover, podemos caernos, podemos sufrir, reír, bostezar, soñar, hablar, gritar, dibujar, escribir, jugar, o marcharnos por donde hemos venido. Un caballito de mar nos guiará en la decisión, es un caballito desbocado, de nombre le puse Rulos al mío, aunque nadie me lo preguntó, y a la ballena la bauticé como Alenteje. Me hubiera gustado conocer el nombre que les pusieron a sus ballenas mis compañeros de estómago de la ballena. Porque ahí estábamos todos, sin dorsal, cada uno a lo suyo y todos leyendo lo mismo, creo. Cada uno asistiendo a una pieza teatral distinta pero en el mismo espacio y en el mismo tiempo. Éramos números imaginarios en esos momentos. Éramos palabras imaginarias, silencios concretos, situaciones particulares, personajes de una trama sin final. “Yo no sé qué se hace ahora”. Hay muchos espacios en negro, tachados, muchas repeticiones que se hacen nuevas, estoy en el vientre de Alenteje (la ballena) y ella no me está sintiendo. El universo existe desde hace 14 mil millones de años. ¡Y yo qué sé! Porque, como bien dicen en los papeles que nos entregan, el tiempo no pasa. Siempre es ahora. Y da igual repetir una palabra cien veces, si tiene que desaparecer, lo hará, igual que nosotros. Pero eso sí, esto es un viaje. Una forma distinta de asistir al teatro. Lo acepto o no. Aunque haya retórica escrita, aunque sea una apuesta libre de premio, “elige un lugar” y si quieres estar quédate y, si no, cambia de sitio. Nadie decidió renunciar a su terreno. A la hora de la verdad, somos inmovilistas, si no nos obligan a movernos. Leviatán, la experiencia de habitar dentro de una ballena, que no es otra cosa que abrir los ojos a algo nuevo, que es desacostumbrarnos a lo estipulado (o formalmente correcto) que es emerger a través de los espiráculos en un chorro incontenido de oxígeno, dióxido de carbono, exhalando libertad y desahogo. Todos debiéramos introducirnos en el vientre de nuestra propia ballena, de vez en cuando, aunque solo fuera un poco, solo por un momento. FICHA ARTÍSTICADirección: Carlos Tuñón Espacio: Cuarta Pared, dentro del IX Festival Essencia de la Teatralidad
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