La historiografía medieval francesa siempre ha sido de primera calidad, y acorde a su rica Historia del Medioevo. Y, en todas las ocasiones cuidan sus hechos históricos de una forma totalmente rigurosa. En el año de la batalla, el día correspondía a un domingo, que siempre ha sido el día del Señor, y mucho más en el Pleno Medioevo; por lo tanto, el hecho bélico fue de una enorme gravedad para todos los lugareños, incluyendo a los reyes. «En la línea de ‘Guillermo el Mariscal’, esta nueva obra -igualmente magistral- de GEORGES DUBY utiliza un acontecimiento histórico como pretexto para analizar diversos aspectos trascendentales de la Edad Media, como son la paz, la guerra, las batallas y las victorias. En esta ocasión el motivo es la batalla de Bouvines, gracias a la cual se consolidaron definitivamente los fundamentos de la monarquía francesa: el 27 de julio de 1214 el rey Felipe Augusto derrotó a una temible coalición compuesta por el emperador Otón, el conde de Flandes y el conde de Boulogne. EL DOMINGO DE BOUVINES retoma un tema casi mítico -sobre el cual se empezó a hablar abundantemente desde la misma noche de la batalla y no ha dejado de hablarse desde entonces- como vía para ilustrar, de manera directa y concreta, los valores, los ideales y las mentalidades medievales». Lo paradójico del momento histórico de la batalla, se encuentra en que estamos en la Plena Edad Media, siglo XIII, y, felizmente, todavía los europeos tenían un sentido de la religiosidad que hoy no existe. Por consiguiente, fue un trauma psicológico importante para los campesinos de la época, el que la batalla se celebrase en domingo, fecha de la semana que es, reitero, el día de Dios Todopoderoso. En ese día el sacerdote de la parroquia que fuese, prohibía a los campesinos que realizasen el más mínimo trabajo manual; esa falsamente denostada Época Medieval, sobre todo por algunos hipotróficos de los siglos XIX, XX y XXI, presentaba un sentido de la ética mucho más desarrollado que en la actualidad. Asimismo, el clérigo parroquial del momento, intentaba convencer, por las buenas doctrinas evangélicas a sus parroquianos de que el domingo debía ser protegido de tres impurezas, desde la del dinero, hasta la del sexo y, por supuesto, el evitar las batallas que siempre, es obvio, provocaban derramamientos de sangre de otros seres humanos. Pero, la lucha por el poder por parte de los poderosos nunca ha conocido fechas o santificaciones ad hoc. “Sin embargo, el domingo 27 de julio de 1214, miles de guerreros transgredieron la prohibición, combatieron con furia cerca del puente de Bouvines, en Flandes. Dos reyes, el de Alemania y el de Francia, los conducían; elegidos por Dios para mantener el orden del mundo, uncidos por los obispos, ellos mismos, en parte, sacerdotes, deberían haber respetado más que ningún otro las prescripciones de la Iglesia. Pero, a pesar de todo, ese día osaron enfrentarse, llamar a las armas a sus compañeros, lanzarse al combate. No se trataba de una simple escaramuza, sino de una verdadera batalla. Además, se trataba de la primera batalla que libraba un rey de Francia desde hacía más de un siglo. Finalmente, la victoria que Dios concedió a sus preferidos fue mucho más esplendorosa que cualquiera que se podía recordar. Un triunfo digno de César o del emperador Carlos, el de los cantares. Por todas estas razones, los campos a medio cosechar de Bouvines fueron ese día escenario de un acontecimiento memorable”. El profesor Georges Duby es un medievalista paradigmático, su narración de esta importante conflagración bélica parece una novela-histórica más que prestigiosa. El cronista-eclesiástico en prosa sobre este hecho bélico será Guillaume Le Breton/Guillermo el Bretón, quien nacería hacia el año 1165 en el Pays de Léon, en la Basse-Bretagne y moriría en el año 1226; sería capellán y biógrafo del Rey Felipe II “el Augusto” de Francia, entre los años 1180 y 1223. Escribiría una biografía de dicho soberano, y el ‘Elogio Fúnebre’ de dicho monarca. Hasta el año-1224 substituiría a Pierre Rigord en la obra ‘Gesta Philippi Augusti’. Sería un cronista muy hábil e inteligente, ya que cuando Felipe “Augusto” le volvió a indicar que escribiese, otra vez sobre su vida, el cronista atenuó e ignoró aquellos hechos que empañaban la idiosincrasia de ese monarca, verbigracia el inexplicable encarcelamiento de la segunda esposa regia llamada Ingeborg de Dinamarca, la cual estuvo prisionera de su esposo por un espacio crudelísimo de veinte largos años. Cuando Felipe Augusto asciende al trono de Francia, la personalidad arrolladora de este soberano, muy querido entre sus súbditos, conllevará la aparición de diversas crónicas necesarias, ya que sus enemigos Plantagenêt, sobre todo Ricardo I “Corazón de León” tienen toda una pléyade de cronistas. Entre los años 1185 y 1204 se compila en la Abadía de Saint-Denis una esclarecedora Histoire des rois des Francs. Guillermo “el Bretón” es de baja estofa, y para todos estos seres humanos que deseaban ascender en la escala social, el camino obvio y necesario era ingresar en una escuela eclesiástica, donde les enseñaban a hablar muy correctamente y, por supuesto, a escribir de forma magistral, sobre todo en latín, aunque no se obviaba el romance. El monarca de la dinastía de los Capeto lo controlaba todo, y para ello había tenido un buen maestro en su archienemigo el rey Enrique II Plantagenêt de Inglaterra; todos sus clérigos podían recibir una buena ‘jubilación o prebenda’ cuando llegasen a la sesentena; inclusive existían bastantes posibilidades de poder llegar a algún obispado, si eran inteligentes, y Guillermo “el Bretón” era de los más conspicuos. “Después de 1200 y de su misión romana, se vuelve indispensable; el rey le quiere a su lado, en todas partes. Participa del sitio de Chateau-Gaillard, como capellán su función esencial es cantar en coro junto a los demás la continua plegaria que debe circundar la persona del rey e inscribir cada uno de sus gestos en las modulaciones de un salmo apropiado. En Bouvines, en plena barahúnda, sigue cantando detrás de Felipe. Y aquí es donde se revela: es el primero que hace de los hechos del día un acontecimiento”. Los santos están ausentes de la Crónica, aunque, como en la Iliada, todos conocen que están a su lado, de forma subliminal. San Dionisio estará en el bando de Felipe II Augusto, ya que protege al reino de los francos; el patrono de Lieja San Lamberto de Maastricht estará con los enemigos del Capeto. Todo el escenario lo ocupan los guerreros, que se alzarán en armas. El resto está en esta obra magistral, enriquecedora, que nos permite conocer como la victoria del Capeto, mutó la Historia de Francia, que pudo desahogarse de la presión que padecía desde los comienzos del reinado de Luis VII. Recomiendo esta narración, muy culta, sobre esta batalla. Todo se contempla en el volumen, y las microhistorias siempre interesan. «Pars melior humani generis, totius orbi flos». Puedes comprar el libro en:
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