Ishmael Beah nació en Sierra Leona en 1980. Hoy en día es una activista y escritor muy reconocido en las letras anglosajonas. Aparte de Un largo camino, Beah ha publicado con éxito las también novelas Little Family y Radiance of tomorrow, además de un buen número de artículos relacionados con la utilización de niños en la guerra por parte de muchos países del orbe, tanto por los ejércitos regulares como por las guerrillas urbanas. Todo un despropósito se mire como se desee observar. En la actualidad, Ishmael Beah es miembro del Comité Asesor de la División de Derechos del Niño de Human Rights Watch.
Novela de corte autobiográfico, aunque nunca sabremos qué hay de realidad y cuánto de ficción en la misma, Un largo camino relata en primera persona, los avatares que Ishmael Beah soportaría a partir de 1993, cuando contaba con doce años de edad, y la población de Mattru Jong (Sierra Leona) sufrió un ataque de soldados rebeldes, viéndose obligado a refugiarse en la selva junto con otros niños de su edad, después de esquivar como pudieron los cuerpos abatidos de multitud de personas que fueron acribilladas a balazo limpio por los insurrectos. Comienza así un éxodo en busca de su familia, hasta comprobar algo más tarde que todos habían fallecido. Posteriormente, justo un año después y tras vagabundear por la selva y sobrevivir alimentándose de lo que podían, Ishmael Beah junto a sus compañeros, son reclutados por las fuerzas armadas del gobierno, adiestrados para la guerra a pesar de su edad, y armados con un AK-47 además de drogados con marihuana, cocaína, anfetaminas y otros productos, tuvieron que optar para poder comer y salvar la vida, por pelear en nombre de su país, matando a cuanto enemigo se les pusiera por delante.
La novela Un largo camino obtuvo un enorme éxito editorial, e incluso fue recomendada en las páginas culturales del The New York Time, The Washington Post o The Boston Globe, entre otros diarios.
No me ha interesado la novela tanto por la calidad literaria de lo que se cuenta, sino por lo que se cuenta y cómo se cuenta. Por la crudeza existente en sus páginas. Por el horror de la guerra. Por lo que pasaron estos niños soldados en semejante contienda. Por la capacidad de subsistencia del ser humano, aunque fueren niños, cuando de salvar la vida se trata. Por la capacidad de adaptación al medio. Por la ignominia que representa la utilización de seres humanos de tan corta edad, para semejantes tareas. La novela parece increíble hasta que compruebas, indagando por la Red, esa alcahueta, que lo que se dice en la misma, al menos gran parte de ello es cierto. Que transcurrió así o de manera semejante. Que Ishmael Beah y sus compañeros, se convirtieron en soldados regulares -en su caso a los trece años-, hasta que fue seleccionado por azar tres años después, para que contara su experiencia vital ante representantes de la Unión Europea, Naciones Unidas, Unicef y varias ONG, en Nueva York, con objeto de analizar de qué manera podría solventarse la situación de los niños en Sierra Leona, alistados tanto en el ejército regular como en el insurgente. Toda una odisea. Un despropósito.
La novela es muy cruda, ya lo dije. Pero, debe ser leída para comprobar en primera persona, cómo las estructuras organizativas de muchos países hacen uso de la infancia para tareas tan innobles y punitivas como la guerra. Ishmael Beah pudo salir con vida de esa infernal rueda y terminar licenciándose en Ciencias Políticas. El azar así lo propició. Pero, en la actualidad, y esto es de mi cosecha, según bicheo por la Red, hay en torno a 300.000 niños -de los diez años en adelante- vestidos de uniforme y matando a todo aquel que se le ordena. Y lo curioso es, que las armas que portan están fabricadas en los llamados países “desarrollados” o industrializados, entre ellos, España, que es el noveno país exportador de armamento del mundo.
En fin, lea la novela si siente curiosidad.
Puedes comprar el libro en:
Si (
No(
