Licenciando en Psicopedagogía, ha transitado su vida profesional impartiendo consejas a los alumnos como profesor de Lengua Castellana y Literatura en diversos lugares.
Con anterioridad a De la imperturbable inocencia de los vencejos, este vate, afortunadamente renacido para las letras impresas, nos había entregado Mar de ausencias, Versos de un viajero confuso y De la percepción de la lluvia y otros poemas.
El texto del que hablamos está dividido en cuatro partes: “…del poeta y de la poesía”, “…del paisaje”, “…de ella” y “…a Federico García Lorca”, una interesante oda dramática para tres voces, dedicada al maestro de Fuente Vaqueros, para terminar con un poema-epílogo que reproduciré: “¿Qué tienen en común / los vencejos y los poetas? / Ambos duermen en las nubes / con su imperturbable inocencia, / nidifican cerca de sus depredadores, / paren palabras o cantos, / palabras que conforman versos, / notas que vuelan y duermen bajo el cielo azul, / mueren de ingenuidad / y vuelven, siempre vuelven, / como un joven Horus o como el Ave Fénix / con la llegada de la nueva aurora.”
Javier Sánchez Durán, al que conozco tiempo ha, entiende que la palabra, el verbo, no solo condiciona el devenir de las personas y la mayor calidez y enjundia de las sociedades en que habitamos -y por eso ha dedicado su vida a la instrucción y a la enseñanza-, sino que, además, dentro de esa línea transmisora de saberes elementales, en los que habría que incluir los experienciales, claro está, se van solidificando en cada cual, las ideas y los conceptos al más puro estilo helénico si lo desean, y que de todas las artes a nuestra disposición, es la poesía, de las armas más nobles y certeras, para contribuir a ese proceso necesario e imprescindible que supone el cambiar el estado de los seres y de las cosas: “Porque hay palabras que caminan / sobre sendas que otros llaman peligrosas, / estad atentos. / No pueden ser enjauladas / porque en ellas está la leche caliente del poema / y nacen del angustioso frenesí del silencio. / Como hormigas andan trastabilladas / de acá para allá / buscando los ojos abiertos de las piedras. / Entran en ellos y nidifican. / Con la puesta de huevos, / escondidos en el alma más profunda / de los guijarros tímidos de las torrenteras, / nacerá, irreconocible, el verso / vestido con el vuelo inmaduro / de los pájaros nuevos. / Nacerá ciego como los gatos. / Cuando abra sus ojos al mundo / atrapará la voz profunda del poeta.”
Un interesante poemario este De la imperturbable inocencia de los vencejos de Javier Sánchez Durán, que debe ser leído sin la rigidez que a veces aportan las reglas gramaticales, porque, las más de las veces, la armonía con la que los ojos del bardo observan el mundo, nada tiene que ver con la del resto de mortales.
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