Filacterias, título formado por una sola palabra, tal como ocurre en todos los poemarios de Pedro López Lara, es un libro compuesto por poemas breves que van de uno a nueve versos, y con un mayor predominio de los de dos, tres y cuatro versos. Un libro que patentiza la predilección del autor por el lenguaje preciso y la expresión resumida mostrada ya en los anteriores poemarios. Concreción que no oculta en absoluto la gran riqueza verbal y la diáfana armonía rítmica de las composiciones, escritas en un verso blanco que incluye la rima asonante en muchos de los poemas.
Se trata de un extenso libro de versos, constituido por ciento ochenta y cuatro poemas, recogidos en 201 páginas, pulcra y bellamente editado por Ediciones La Palma. Poesía intelectual, sobria, ajena a todo énfasis lírico y toda demasía retórica, que, por su laconismo, a veces extremado, podría relacionarse en cierto modo con la corriente hermética italiana de la primera mitad del siglo veinte, integrada por Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale o Salvatore Quasimodo. Es decir, una poesía que exige a menudo algún grado de aplicación hermenéutica para descifrar e interpretar debidamente el texto.
Son composiciones sumarias y de carácter esencial, que manifiestan estados de ánimo y reflexiones a través de un lenguaje de tono mesurado y razonable, pero no exento de afirmaciones críticas y abiertamente irónicas o, incluso, sarcásticas. Poesía de carácter introspectivo, que expresa un mundo personal y encerrado en sí mismo, que nos ofrece una visión realista y desencantada de la vida. Poemas escritos con un estilo culto, depurado y de indudable calidad.
La extensa temática abordada por los poemas incluidos en Filacterias constituye también otra marca definitoria de los libros de Pedro López Lara. Prevalecen en este poemario, por su número, las composiciones dedicadas a dos de las más importantes y más clásicas materias literarias: las perennes cuestiones de la vida y la muerte. Y he aquí, a modo de ejemplo, la original manera que tiene el poeta de expresar su mordaz pensamiento sobre la existencia: “Quienes no te conocen, los que ignoran / qué eres, quién has sido, / por qué, hace tiempo -fue por no ver-, / te sacaste los ojos. // Esos son los que te dicen: Tranquilo, míralo de otro modo" (‘Y no hay manera’). O bien, presentándolo de forma más escueta y no menos cáustica, como hace en el poema ‘Casi’: “La vida sigue siendo casi bella. / Estuvimos a punto".
Y de la vida, pasamos sin transición a su fatal antónimo, la muerte. Una muerte enjuiciada a veces con manifiesto humor negro: “Visité ayer mi nicho. / Y sí, estaba dentro. / Es el escepticismo / un vicio muy común entre los muertos” (‘Por si acaso’). Un final de recorrido, se quiera o no, previsto y que no cabe eludir: “Sé que viene por mí. / Sé que en cualquier momento llamará a la puerta. / Y voy a estar. Estaré aquí” (‘No huiré'). Aceptación racional y sin inútiles lamentaciones, tono elegíaco firme ya que no animoso: “Sea una orden nuestra muerte, / fundamentada: / -Es la hora. Partamos. / Nada queda pendiente”.
Otros temas tratados con amplitud en Filacterias son la memoria y la metapoesía; cuestiones muy habituales también en la poesía de Pedro López Lara. Así, en cuanto al recordar: “Es la memoria quien inventa el tiempo. / Luego coloca en él / melancolías, incidentes” (‘Atrezzo’). Y respecto a la destrucción del recuerdo: “Cuando memoria y voluntad se han detenido, algo / prosigue en nuestro cuerpo, autónomo, / acarreando sangre por las venas” (‘Ya no somos nosotros”).
El examen de la simbiótica relación poeta-poesía se muestra sin enmascaramientos: “Ya no las busco, pero condesciendo, / las raras ocasiones en que vienen, / a anotar lo que dicen / o aquello -ahora lo sé- que callan siempre” (‘Las voces’). Y también cuando el poeta reconoce: “Ya no tiemblo al leerlo, pero aún soy capaz / de reconocer por el tacto un buen poema. // De recorrer su piel y ver si tiembla” (‘El temblor’).
Pero Filacterias es un libro extenso y López Lara un poeta profundo; otros asuntos diversos atrapan su atención: el tiempo, el lenguaje, la incomunicación, el amor. Cito aquí, para cerrar esta reseña, un corto, peculiar y entrañable poema de amor filial: “No, no eras tú, mamá, era el vecino: / tú estás muerta. // Se lo dije en un sueño, y aún así fue duro” (‘La confesión’).
Sin exageraciones, un extraordinario poeta.
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