Edmundo nació y creció en Orense, estudió en Santiago de Compostela la carrera de Derecho, que nunca llegó a ejercer. Sí ha ejercido de periodista cultural, de poeta, de actor -bueno esto sería mucho decir- y de escritor. Aunque ahora quiere abandonar la escritura por los pocos réditos que obtiene y los muchos problemas que le da. Ha vivido en Madrid hasta que decidió, por cuestiones del amor, establecerse en Sevilla. En la novela, nos cuenta mucho sobre su periplo vital, pero sobre todo nos relata su relación con su madre Mary, modista de alta costura gallega. También detalla recuerdos sobre su padre Pegerto, su abuela y sus amoríos adolescentes. En el libro, se incluyen bastantes fotografías y las cartas que recibía su madre desde Barcelona de un admirador secreto. Algo así como lo que se cantaba en "Un ramito de violetas". ¿Están ya lo suficientemente intrigados? Pues lean la entrevista, que nos da muchas claves sobre la novela y la misma que le dejará patidifusos o, por lo menos, intrigados. En el libro explica cuando comenzó a escribir "Mamá", pero me gustaría saber el momento en que decidió llevar a cabo contar su historia en una novela. Después de la muerte de mi madre. Meses después. En aquel piso todo era ausencia tras la muerte de ella. Vívidos recuerdos. Mala conciencia, por mi parte. Una intensa necesidad de pedir perdón, pedirle perdón a ella. Por haber llegado tarde. Por haber sido un mal hijo. Un ingrato. Un incomprensivo. Un inmaduro. Me dije: escríbela, arráncate la historia del corazón. Que sangre. No te importe. Ella lo entenderá. Y entenderá que utilice todos los recursos a mi alcance para darle un tono literario a una historia real ¿Cómo definiría el estilo de su libro? ¿Es realmente una novela? MAMÁ no es una autobiografía; sino un texto de autoficción, una novela cuyos hechos son escrupulosamente reales en un 80%, o más; frente a un pequeño porcentaje que retoca lo sucedido, que apela a la fe y a la credulidad del lector. En cuanto a su estilo, la idea fue siempre que no entorpeciese la lectura intrigante y placentera, que, por la vía rápida, guiase a los lectores al rincón de las emociones. Frases cortas. Poco adjetivo. Recuperando el valor de las frases hechas. El tono casi infantil, al principio, va madurando a medida que el narrador crece y experimenta el dolor. Porque sólo el dolor madura, pienso. ¿Sentía que debía justificarse por tantos años de incomunicación con su madre? Nuestra relación fue tempestuosa. No entraré en detalles; pero ambos teníamos fuego en la sangre (risas suaves). Lo que no es de recibo es que, mientras una madre entrega lo mejor de sus esperanzas a su hijo, éste no reaccione, no comprenda, no justifique. ¿Qué es un libro, después de todo? Nada vale. Unas palabras en vida de ella habrían valido más; pero sólo me quedaron las páginas. "La memoria es una gran interesada. Criba, censura y selecciona a su conveniencia"La novela está escrita en primera persona. ¿Qué predomina más en "Mamá" la realidad o la ficción? Por descontado, la realidad. Pero esto tiene trampa. Porque la memoria es una gran interesada. Criba, censura y selecciona a su conveniencia. Cuenta las cosas en el orden y con el enfoque que más le consuela. ¿Cómo sucedieron en realidad las cosas? La realidad es poliédrica, ¿verdad? Y líquida. Se nos escurre entre los dedos. Por otro lado, mucho ojo: no confundir al autor con el narrador de MAMÁ. Y, sin embargo, yo colaboro en esta ceremonia de las confusiones: voy a invitar al lector a que sea valiente, a que tenga fe, a que los confunda, a que juegue y, con un poco de suerte, sueñe conmigo. Comienza "Mamá" en la actualidad para hacer una larga analepsis donde cuenta la relación con su madre. ¿Por qué se decidió por ese comienzo? Cierto: la analepsis o flashback. Adoro El hombre que mató a Liberty Valance. Me parecía que la historia de MAMÁ se ceñía como un guante a esa estructura. Porque la peripecia de MAMÁ contiene en su seno una estructura circular. De volver al principio. Revisionista. Con ansias de redención. Con ansias de confesión. Así lo vi. En toda la novela, sobrevuela un secreto familiar. Usted da su versión, pero no deja que la otra parte dé la suya. ¿Somos los hijos ingratos y duros con nuestros padres? Claro, la de mis padres no sería la misma versión. De ahí que me costase decidirme a escribir la historia. Todo novelista es un dictador. Veamos, en pocas palabras, tenemos a un adolescente que descubre las cartas de amor que oculta su madre, cartas escritas por un autor, años después consagrado. Y ese descubrimiento impulsa la intriga, la búsqueda de ese miserable seductor, la revelación de los secretos, la velocidad de la acción. En cuanto a su pregunta, diría que a menudo. Porque la vida corre por las venas de los hijos. Y la vida no es justa; pero está de su parte. La vida se abre paso a costa de lo que sea. O por lo menos, ¿usted lo fue? ¿Fui duro y crítico con ellos?: Lo fui. ¿Fui justo en mis críticas, comprensivo, amable, un buen hijo?: No y no. ¿Se arrepiente?: Una enormidad. ¿Lo superará? Nunca. ¡Vaya a un psicólogo!: Esto es lo que me recomendó una psicóloga el otro día, en una presentación. Barría para su casa. Seré elegante: omito la respuesta que le di.
La novela está llena de misterios y secretos. ¿Cree que ha escrito un thriller familiar de alto voltaje? Me disgusta el término thriller. Todo está perdido de thrillers. Me hace bostezar semejante saturación. Pero bueno, me atrevo a decir que MAMÁ no es una simple exposición de escenas, los paisajes familiares de una vida después de la batalla, digamos. Nada más lejos. Hay una peripecia muy concreta, una intriga que recorre de principio a fin el texto y vehicula las emociones de los personajes y la curiosidad del lector. De modo que creo entender su observación. Y se la agradezco. El libro consta de tres partes. En la segunda parte se muestra como un adolescente inmaduro, pero con muchos recursos. ¿No ha sido usted demasiado duro consigo mismo? ¡Venga! Nunca he sido lo suficientemente duro conmigo mismo. Soy hijo único. Hable usted con más hijos únicos. Verá que, en el fondo, se tratan de maravilla. El amor de los suyos les acompaña desde niños. Pero el tiempo da cierta perspectiva, ¿no? Un objetivo de MAMÁ era emplear esa perspectiva para la autocrítica, y hacerlo de manera implacable, sin contemplaciones. Y otra cosa: hacerlo con humor. Porque el humor es un arma que no tiene rival. El gran lubricante de las relaciones, sin el cual todo chirría y se oxida. ¿Qué significó su madre para usted en aquella época? El esfuerzo profesional y el sacrificio, por un lado. La encarnación de la persona que busca cumplir un sueño, por otro. Ella inculcó en mí esa búsqueda. Quería ser una gran modista de Alta Costura, y lo logró. Muchas de sus prendas, cuarenta y cincuenta años después, ha pervivido. Pero, sobre todo, era una soñadora. No he visto a nadie soñar despierta como soñaba mi madre; con excepción de su hijo, naturalmente. El libro, ¿es una larga carta de amor a su madre? En cierta medida, así es. Lo que no supe decirle en vida, se lo digo ahora, tonto de mí. Ahora, que es tan tarde. Cuando las luces se apagan y no queda nadie en el teatro. Poco voy a Ourense, desde luego. Pero, cuando voy, distingo su fantasma paseando por la Plaza Mayor o por el mercado de abastos o por la calle del Paseo y me digo: no pude hacer más que escribir este libro. Qué poco. Qué poquísimo he podido dar de mí. ¿Cómo se le ocurrió viajar solo a Barcelona con menos de 16 años? ¿Le sorprende? No es ninguna proeza. Ya no era un niño. Tenía que encontrar al miserable seductor, al corresponsal de mi madre, el amante secreto. Tenía que mirarlo a los ojos y preguntarle cómo había sido capaz, qué le estaba haciendo a mi madre, a mi padre y, sobre todo, quería decirle: ¡Déjela en paz! ¡Deje en paz su vida! ¡Deje en paz a mis padres! "Mi madre me enseñó a tener hambre y a soñar"Echando la vista atrás, ¿su madre le ha influido más de lo que creyó en aquel entonces? No hay duda. Nos amábamos, nos entendíamos a veces; y otras, no nos tolerábamos. No es nada excepcional, ¿verdad?, entre padres e hijos. Pero no por repetido deja de ser cierto que la juventud vuela lejos, y que la madurez reconsidera esos vuelos y esas lejanías, relativiza más. Mi madre me enseñó a tener hambre y a soñar. Es ahora cuando mejor lo sé. Estudiante de derecho, disciplina que aborrecía, actor de teatro alternativo, periodista. ¿Los fracasos nos forman más que los éxitos? Ay, querido amigo, me parece que los fracasos son la esencia del viaje, y hasta de la poesía y la memoria con mucha más propiedad que los éxitos. Convivimos con el fracaso y volveremos a él; sin embargo, qué es el éxito. Qué tontería el éxito, que modesto y engañoso. Qué inutilidad y cómo lo buscamos, pobres de nosotros. Es amor, amor adulterado lo que andamos buscando, sin saber. Y luego novelista de éxito, con diversos premios. Sin embargo, da la sensación que no aprecia mucho sus obras. ¿A qué se debe esta posición? Siendo un mal hijo, como he sido, lógico es que haya resultado ser un mal padre de mis libros. Más en serio, quizá no los aprecio mucho porque no están a la altura de mis exigencias. Pasa un tiempo y empiezo a desconfiar del libro publicado, lo miro de perfil. Pasa más tiempo, y me defrauda, lo miro mal. Al final, lo miro compasivamente. Es lo máximo a lo que llego. De los escritores que conoció como periodista. ¿Cuál ha influido más en su obra? Hubo varios. Si he de dar un nombre, diré Umbral. En verso, me parecía un poeta mediocre; pero su prosa, impulsada por los recursos del columnista, vuela por momentos, se expande, ilumina, te envuelve y te consuela. El personaje público es lo que menos me interesaba de él. Tampoco su narcisismo, que le impedía profundizar en otra cosa que no fuera la narrativa memorialista. Uno y otro lo consumían. Le restaban profundidad a su obra. Todo personaje, bien interpretado, consume energía. Y, claro, la energía es limitada.
¿La vida está llena de muchos malentendidos que no queremos solucionar? Nos malentendidos nos cercan. Quien diga lo contrario, o es joven. o bienintencionado. ¿Quién no ha experimentado el vértigo de los errores involuntarios con las personas queridas? Ahora bien, cuando los errores se suceden, y los silencios, y las interpretaciones sesgadas y el cansancio hace su aparición; diría más, cuando nos hartamos de equivocarnos y la imagen que nos devuelve la vida no es la que más nos favorece, ay, entonces viene el peligro: dejamos de intentar resolver, de intentar comprender, de luchar. Nos alzamos de hombros y decimos: Basta, me da igual. No me interesa. Por ahí van los tiros, creo. Al conocer, años después lo que sucedió. ¿Se sintió culpable por su comportamiento? Me he sentido culpable, hablemos en términos generales para ser muy respetuosos con las expectativas del lector, por no estar cuando debía haber estado, por no apartarme cuando debí haberlo hecho, por no hablar y callar en el momento justo. Por haberme equivocado demasiado con mis padres, y demasiado gravemente. Pero, sobre todo, por haber llegado tarde. Tarde para ellos. Tarde para mí. ¿Es difícil pedir perdón a los seres queridos? Las heridas familiares afectan a tejidos demasiado sensibles, ¿no? Tardan en curar, en cicatrizar. Y cuando la hacen, la cicatriz es siempre visible. No me importa reconocer que, después de esta novela, de esta especie de catarsis, me resulta más fácil que antes avergonzarme y pedir perdón por mis errores, mucho, muchísimo más abundantes que mis aciertos. Y para finalizar. ¿Ha sido "Mamá" su canto del cisne o está novelando su futuro? Yo, que escribía para vaciarme, y que pronto me llenaba. nunca pensé llegar a este estado. Me siento tan vacío, pero tanto, que oigo el eco dentro de mí (risas). Dice el narrador de MAMÁ que éste será su último libro. Narrador y autor se parecen de manera inquietante. Sus convicciones son, en este caso, mis inquietudes. Pero hay algo que me hace tener esperanza. Mi padre, de pura melancolía, soñaba hacia atrás, recordando el pasado, etc. Ah, pero mi madre, mi madre soñaba hacia delante. Y en eso, yo me parezco a ella. En eso y en los ojos, que son tan míos como suyos.
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