Si reales son las palabras escritas sobre el papel, después de que éstas formen parte de nuestra propia existencia y se conviertan en sueños, anhelos o simples recuerdos. En espacios oníricos que deambulan por ese otro mundo etéreo al que solemos denominar como VIDA sin más. Una vida fabricada con la argamasa del poder de los recuerdos y las heridas que éstos nos dejan en la memoria. Y ecos. Sí, muchos ecos que nos delatan sobre cómo fuimos o hemos sido en nuestra propia pirámide. Pirámide de vida y obra en la que en un determinado instante aparece la verdad. Esa necesidad de la verdad que se nos revela envuelta en imágenes de falsos recuerdos que necesitan del auxilio de la ficción. Verdad desordenada. Perversa. Poliédrica. Asesina. Realidad frente a ficción como mejor manera de seguir edificando pirámides sobre la vida propia y la ajena. Pirámides en forma de Babel. ¿Y Babel? Babel y su génesis. Babel como biblioteca, pero también como orden y zozobra de toda una vida. Como pirámide que guarda el mayor de los tesoros. Como ciudad. Recuerdo. Viaje en el tiempo a través de la literatura. Como experiencia de la que parte la aventura de la existencia, la palabra y su permanencia en el tiempo. Babel como libro, porque así nos lo apunta su autor, Hilario J. Rodríguez, casi al inicio de este inclasificable, por maravilloso, libro: «Me gusta. la idea de que los libros sean, además de libros, espacios y que en esos espacios quepan muchas cosas, no solo historias. Esa es mi idea de la literatura: la de los libros que dan forma a su propio género, la de los libros que no fundan una única memoria porque cada lector combina sus elementos de una forma distinta y los entiende a su manera». Babel. Construyendo Babel, como otra forma de hacer y crear literatura y contar al vida de una manera más abierta, ecléctica e híbrida.
Construyendo Babel es, además, la excusa perfecta con la que proteger a la realidad de la ficción y, a la inversa, desproteger a la ficción de una realidad siempre inesperada, por inconclusa, inabarcable e intangible. En las páginas de este libro realidad y ficción pernoctan en una misma habitación sin tener que disimular su atracción. Una cercanía atemperada por la intemperie del tiempo y su incesante transcurrir. Entonces, ¿qué es Construyendo Babel?, un libro-mundo. Libro-reseña. Libro-viaje. Libro-ensayo. Libro-novela. Libro-autobiografía. Libro de libros que funciona como un artefacto literario donde se dan la mano las confesiones personales con las literarias, lo que las convierten en metaliterarias, y donde muchos de sus capítulos -sobre todo los que contienen reseñas de los libros leídos- se nos adivinan como relatos breves donde la historia real, o aquella que se nos cuenta, da paso a la oculta, aquella que en verdad es la esencia de lo que se nos quiere contar. De esta fusión nace una escritura intrépida, inteligente, mordaz, y con un estilo literario que llega a la perfección sin apenas darnos cuenta, por lo bien planteadas y resueltas que están las historias que se nos narran, y por ese grado de sorpresa que poseen en muchos de sus finales. Un efecto con el que Hilario J. Rodríguez consigue perturbar al lector, lo que sin duda es una de las mejores armas literarias que posee quien escribe: la zozobra. Relatos que, a su vez, cuentan con esas listas que tanto le gusta crear al escritor gallego, y que todos aquellos que le siguen en las redes sociales, pueden disfrutar. Novelas, ensayos, películas, actores, viajes, ciudades..., nada le detiene a la hora de enumerar esa biblia existencial por la que ha transitado a lo largo de su vida nómada: «Si escritores como Hermann Broch, Thomas Mann, Robert Musil, James Joyce o José Saramago ejemplifican, cada uno a su modo, una época concreta, Véronique Olmi, Katherine Mansfield, Jean Rhys, Natalia Ginzburg, Agota Kristof, Alice Munro, Clarice Lispector o Fleur Jaeggy ejemplifican, cada una a su modo, una manera de ver al ser humano, atrapado en las constantes paradojas en las que cae la sociedad para avanzar a cualquier precio, a veces a costa de la inocencia, de la seguridad o de la estabilidad emocional de las personas, dejando despojos allí donde uno cree estar viendo a sus semejantes cuando pasea por las calles de su ciudad.»
Construyendo Babel como historia de vida. La real y la imaginada. De ficciones y recuerdos que nos llevan siempre a un libro. Un libro de libros que por sí solo es toda una biblioteca. La de nuestra vida sustentada en aquello que nadie entiende más que uno mismo. Como nos dice su hermana Veli: «Nuestra patria era una biblioteca que todavía no estaba registrada en ningún mapa». Y de ahí, surge de nuevo el eco. Aquel que de nuevo nos traslada al principio, y nos lleva a repetir aquello de que una biblioteca, con el transcurrir de los días, viene representada por el orden y la zozobra de toda una vida. Como la pirámide que guarda el mayor de los tesoros. Como ciudad. Recuerdo. Viaje en el tiempo a través de la literatura. Como experiencia de la que parte la aventura de la existencia, la palabra y su permanencia en el tiempo. Construyendo Babel como símil perfecto sobre el que construir pirámides sobre la vida propia y la ajena.
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