La novela de Steinbeck describe las apocalípticas tormentas de polvo negro -Dust Blow- que siguieron a la Gran Depresión. No hay literatura que describa la Gran Sequía de 1976 en Europa pero la suple un estudio de lectura obligada, 'Colapse: how the societies choose to fail or succed' - Colapso, como las sociedades eligen fracasar o triunfar-. "Las sociedades urbanas se derrumban por dos razones -escribe Jared Diamond-: por la forma en que gestionan el agua y por el impacto de los fenómenos climáticos".
Volvamos a aquel 1976. A comienzos de primavera un frente de altas presiones se ancla sobre media Europa. En mayo y en Arcachon, a dos horas de Donostia, se registran temperaturas que alcanzan los 40º. No es nada comparado con lo que sucede en el interior de Francia: se estima una pérdida de veinte millones de quintales en las cosechas, los precios de los alimentos se disparan, la producción de electricidad cae un 30%, se multiplican los incendios forestales, el agua se raciona. En París los conductores de autobús se declaran en huelga -50º al volante-. La más drástica es la que sigue a la decisión del presidente Giscard: arbitra un Impuesto Excepcional, el de la Sequía, por solidaridad nacional. Los sindicatos incendian las calles, fuerzan la dimisión del primer ministro, Chirac.
En Inglaterra se lo tomaron con su prescriptivo humor británico. La pegatina más popular en ese año se traducía así: "Ahorra agua, dúchate con un amigo". Siempre entre amigos, su graciosa majestad creó un nuevo ministerio: el de la Sequía. Su titular, Denis Howell, amenazó con restricciones hasta diciembre. Pero en octubre llegaron las lluvias torrenciales y Howell pasó a ser celebrado como el ministro de las Inundaciones.
De entonces a hoy sabemos que España es ya el país más árido de Europa, y que el periodo más seco de los últimos tres siglos es el que comenzó en 2012. ¿Qué hemos hecho en todo este tiempo? Lo que mejor se les da a nuestros gobiernos: prometer y no cumplir. Nunca aprendemos nada.
Puedes comprar su último libro en: