¿Pensabais en darle a Elsa Braumann una segunda oportunidad literaria cuando pusisteis el punto y final a La traductora? Jose Gil Romero. La traductora era una novela autoconclusiva y, aunque intuíamos que sus aventuras continuarían, no teníamos pensado nada concreto. Pasó de una manera natural, que a medida que pasaban los meses Elsa aparecía y aparecía en cada idea que se nos iba ocurriendo. Elsa Braumann se imponía, quería vivir más aventuras, ¡y mira que sufre en ellas, la pobre! ¿Cómo fue el reencuentro? ¿La encontrasteis cambiada? Goretti Irisarri. Al principio parecía la Elsa de siempre, una mujer de libros, tranquila, que huye de los problemas. Pero a medida que se introduce en este neblinoso mundo de espías nos asombró su transformación. no solo en una mujer más fuerte y llena de recursos, sino en. una Elsa muy sorprendente. ¿De qué manera uno, una, se da cuenta de que un personaje tiene más cosas que decir? JGR. Es un proceso bastante orgánico, diría yo. La cosa va de tripas, de abandonarse y dejarse llevar: escuchamos al personaje, sin más. Ocurre muchas veces que los personajes se imponen y quieren tomar caminos en los que tú ni siquiera habías pensado. ¿Hay ecos del pasado que recreáis en el presente en el que escribís? JGR. Cada día tenemos más la impresión de que los ecos que estamos recreando aquí son los del futuro. Goretti, te has llevado a Elsa a tu ciudad. GI. Yo siempre había oído hablar del Vigo alemán, desde niña. Me preguntaba: ¿esta comunidad no tendría que ver con los nazis? Pues en efecto: el Vigo de los 40 era un nudo de comunicaciones, espionaje y tráfico secreto de suministros para la Alemania de Hitler, un entorno increíble para una novela de espías. ¿Has tenido que trabajar mucho para recuperar ese Vigo que fue? GI. La verdad es que hemos tenido que exprimir las fuentes: charlas con expertos, rastreo de viejas imágenes, archivos empolvados en fundaciones, montañas de libros, y muchas conversaciones con familia y amigos en busca de esos recuerdos cotidianos que te hacen viajar en el tiempo: el tranvía, los anuncios de la radio, cafés desaparecidos, esa playa que mi padre bordeaba para ir al colegio y que hoy está enterrada bajo el asfalto. Escribiendo a dos manos, ¿cómo lográis una sola voz? JGR. A base de corregirnos al uno al otro y recorregirnos en un proceso que casi no tiene fin. Después de tantas reescrituras ha surgido un tercer escritor, que no somos ni Gore ni yo, sino alguien diferente que escribe con su propio estilo. GI. Sí, nos gusta mucho esa fantasía de Borges y de Bioy Casares cuando escribían juntos, que crearon un tercer escritor, Honorio Bustos Domecq. Jose y yo notamos a la espalda a esa tercera persona fantasmal: se nos aparece cuando escribimos.
¿Qué buscáis en la escritura de novelas, parecida y al mismo tiempo distinta de la de guiones? JGR. Son dos formas de comunicación diferentes. La ventaja de la novela es que es un fin en sí mismo, para que el lector lo disfrute. El guion, sin embargo, es una guía para que de él salga otra cosa: la película. La novela nos permite un control total, tenemos a nuestra disposición los mejores vestuarios, los mejores decorados, las mejores actuaciones, la mejor fotografía. ¿Qué ofrecéis al lector, o qué os gustaría que el lector encontrará? JGR. Queremos ofrecer un viaje inmersivo a 1941, que sientas que estás allí; aventuras, misterio, suspense, algo de romance; entretenimiento, evasión, puro disfrute. Y que deje después un poso más profundo: nos importan los personajes, grandes y carismáticos personajes en una historia que seas incapaz de abandonar. La España, la Europa del 41 resuena en la de hoy en día. ¿Qué lecciones extraéis de vuestro viaje al pasado? ¿Algo que aprender? GR: En la novela hemos explorado aquella sombra del miedo que se extendía a toda la población. «No hables de eso», «no se te ocurra protestar», «no te muevas». La lección es sencilla: cuando más nos dejemos dominar por el miedo más libertad perderemos. Puedes comprar el libro en:
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