Todoliteratura: ¡Qué ilusión poder realizar esta entrevista! Su libro está teniendo un éxito asombroso en España. ¿Qué se siente al haber escrito un libro que está asomándose a la popularidad, no solo aquí sino en todo el mundo?
Jonathan Freedland: No sé cómo se siente aún, la verdad. Lo que sí es gratificante es que se de a conocer la historia, más allá de lo que ya sabían historiadores, académicos y expertos. Siempre me ha sorprendido que no sea tan conocida. Me otorgaba la misión de colocar a Rudi Vrba en ese “podio”, junto a Anne Frank, Oskar Schindler… Junto a las personas cuyas historias componen nuestra comprensión del Holocausto.
T: La primera vez que se cruza con el personaje de Rudi Vrba fue cuando tenía diecinueve años, en un documental de nueve horas en Londres. ¿Qué le lleva hasta ahí?
JF: Me encantaría decir que fue algo muy profundo, serio; yo tenía diecinueve, era una película larga, la tuve que ver en dos partes; Fue, de alguna manera, algo superficial.
T: ¿Qué había en su personaje que se le quedó grabado?
JF: En este filme antiguo y gris, sin esperarlo, aparece esta persona, completamente diferente y carismática, produciendo una especie de explosión en la gran pantalla. Tan solo era un adolescente durante su estancia en Auschwitz; escapó con la edad que yo tenía cuando vi el documental. A veces suelo decir que me recuerda a Al Pacino en Scarface [ríe]. Parecía alguien de nuestro mundo, en lugar de alguien de aquel otro mundo, el del pasado. Sabía lo suficiente acerca de aquello como para ser consciente de que escasamente se producía una fuga de algún judío de Auschwitz; casi nunca ocurría. Así fue, nunca olvidé su nombre ni su historia.
T: ¿Qué otra documentación oficial sigue a aquella película? ¿Por dónde retomó el hilo, tantos años después?
JF: Hice dos cosas a la vez: en primer lugar, había una abundancia de material escrito descomunal, más de la que me esperaba. Además, existía la transcripción de aquel documental de nueve horas; pero también de otros. También fue un testigo habitual en juicios sobre crímenes de guerra, de modo que pude encontrar páginas y páginas de transcripciones sobre aquello. No obstante, mi planteamiento nunca fue leer toda la documentación y después producir la segunda mitad; sabía que también debía procurar encontrar a personas que tuviesen alguna relación con Rudi Vrba.
T: Su familia…
JF: Con diligencia averigüé que su viuda y segunda esposa, con la que se llevaba veintiséis años, aún vivía; concretamente en América del Norte. A raíz de aquello supe que contrajo matrimonio, antes, con otra mujer. Creo recordar haber leído que su primera esposa vivió en Inglaterra y comencé a indagar en su historia. Descubrí, no sin asombro, que vivía en un barrio de Londres que estaba, tan solo, a veinte minutos de donde yo vivía. Me invitó a visitarla y al acudir a aquella cita, en cuestión de minutos, hallé que ella era, de hecho, su amor adolescente antes de Auschwitz.
T: ¿Amor entre cartas?
JF: Más o menos. Las cartas iban dirigidas a sus hijas, que crecieron en Inglaterra. La mayoría de ellas escritas en inglés, me facilitó de forma inmensa la investigación. Hay cartas desde los años sesenta hasta el año de su muerte (2006). Eran extremadamente personales, repletas de intimidad; me permitieron abordar ciertos episodios de la vida de Vrba, así como su persona, en general. Lo que manifestaban estas cartas no se puede entrever en ningún otro lugar. Creo que aquello fue lo que me permitió escribir el libro entero; me permitieron describir a una persona, en lugar de una figura histórica.
T: ¿Cómo le afectó personalmente? ¿Y como escritor?
JF: Desde luego dejó una marca en mí. Tengo un fuerte sentimiento de cercanía hacia esta persona que, de hecho, es extraño; le conozco sin haberle realmente conocido. Al leerlas, a veces sentía estar entrometiéndome en una conversación familiar que no estaba destinada a oídos de nadie que no formase parte de aquel núcleo consanguíneo. Me desconsuela, de alguna manera, que tan poca gente lo reconozca por lo que hizo. Así que estoy completamente comprometido a asegurar que se le contemple en la manera en la que se debería.
T: Todo esto, ¿ha transformado su noción de responsabilidad con respecto a Rudi Vrba, el Holocausto y la causa de los judíos?
JF: Siendo sinceros siempre me he sentido responsable. Visité Auschwitz por primera vez a mis veinte años, en 1987, un año después de haber visto aquella película de la que hablábamos y, de alguna manera mi sentido de la responsabilidad con respecto a esta cuestión ha estado presente a lo largo de toda mi carrera. Es, además, correcto emplear ese término porque fue lo que me concedió una especie de obligación tocante a “El Maestro de la fuga”: quería ser fiel a los hechos y a la verdad. Así que, a pesar de haber escrito nueve novelas cuyas tramas eran inventadas, no quise tomarme ninguna libertad con ésta. Esto conllevó que el proceso de escribir fuese lentísimo, me paraba cada cinco o seis palabras para comprobar que lo que estaba contando era cierto.
T: Hablando de los otros libros que ha escrito, ¿por qué, a diferencia de aquellos que firma bajo pseudónimo, decide firmar éste bajo su propio nombre?
JF: Nunca planteé otra alternativa. Lo que firmo bajo mi nombre es Periodismo, datos. Ésta la forma más pura de indicar que el libro no era una novela de ficción.
T: Volviendo a Rudi Vrba. ¿Qué puede aprender la juventud de hoy en día este joven?
JF: [Rudi] entendía que la Verdad es lo más importante que tenemos y que, la diferencia entre la Verdad y las mentiras puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Hoy en día es muy complejo luchar por la Verdad, la juventud de hoy encuentra más ardua esta tarea. Vivimos en una era de desinformación y subinformación, y a veces resulta tentador rendirse y asumir que “las cosas son así”. La historia de Rudi nos recuerda por qué no debemos hacer eso, porque la Verdad realmente importa.
T: La misión vital de Vrba no solo era escapar sino contarle al mundo lo que allí sucedía. ¿Fue aquella experiencia la que le hizo ser quien era; o, más bien, ¿su personalidad estaba forjada desde un inicio?
JF: Con él no hay respuestas simples, todo es complicado. Su primera mujer me confesó que todo el mundo lo creía paranoico por lo que había vivido en Auschwitch. Ella, creía que [Rudi] pudo sobrevivir a aquello, precisamente, por aquella paranoia que lo caracterizaba. Es la combinación de lo que somos y aquello que nos pasa, lo que nos moldea. Además, se caracterizaba por ser muy posesivo de su propia libertad; esto explica sus tentativas de fuga.
T: Historias de fugas. ¿Qué tiene ésta que otras no tengan?
JF: He leído muchas, pero esta es la más emocionante del periodo de la Segunda Guerra Mundial. Lo digo porque se les recluía en las más crueles circunstancias; ser un judío en Auschwitz significaba estar bajo el yugo del régimen más cruel y severo de la Historia. Ponían tanto en juego con tentativas como esas. Fugarse de aquello requería más valor, atrevimiento e ingenio que cualquier otra fuga.
T: ¿Alguna otra cosa que nos puede desvelar el título acerca de la historia de Rudi?
JF: No fue su primera fuga, tampoco la última. [Rudi] insiste constantemente en su libertad, en escapar continuamente: su primer matrimonio, su país natal, su nombre… Aunque nunca pudo escapar del todo. Ni siquiera el Maestro de la Fuga más célebre, Harry Houdini, pudo escapar la sombra de Auschwitz y el Holocausto. Nadie hubiese podido. Y la imposibilidad de escapar de esta sombra es lo que matiza el título. Y la historia.
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