LLÉVAME A BENIDORM Vivir en una metáfora

Por Alberto Morate

viernes 17 de febrero de 2023, 16:00h

Llévame a Benidorm antes de que se me olviden todos los recuerdos. Sácame del encierro que tengo por dentro.

No lo hemos tenido fácil, las mujeres nunca lo tenemos fácil. Y ahora nos vemos recluidas aquí, esperando nada. Aún así, ponemos nuestra mejor cara y nos contamos las anécdotas que ya nos sabemos, porque nos hacen bien las palabras, la compañía, la pizca de ilusión que todavía podríamos tener, aunque solo sea para viajar a Benidorm, cementerio de la senectud, dicen, pero que está aquí cerca, a dos patadas.

Dos mujeres, amigas, casi hermanas, que se creen actrices de cine, al menos, en apariencia, porque solo esos argumentos cinematográficos nos sacarán de esta rutina apelmazada.

Escribe el texto Josi Alvarado, con dirección de Celia Morán, y ahí nos van desgranando temas de la actualidad cotidiana: llegar a ancianas, aguantar parejas que de nosotras pasan, soportar el peso de una familia que no es familia ni es nada, sonreír sin ganas, mientras se van quedando en el camino ilusiones gastadas, vivir sin prisa y sin agobios, denunciar que aunque no estemos presas, estamos en una jaula.

Como ahora, en una residencia, mientras Mila y Luisa, los personajes, valoran, no lo que pasó, sino lo que, a partir de ahora, quieren que suceda y que no sean solo bravatas. Se equiparan a Thelma y Louise, a Susan Sarandon, a Rita Haywort, quieren vivir en una metáfora.

Las interpretan, con gran sentido de la comicidad, Rocío Solís y Alejandra Guiol, complementándose, sin un plan preconcebido, hasta que las dos lleguen a una conclusión final, a un mismo destino, quizás a un mismo desatino, a que ya nada tiene importancia.

Llévame a Benidorm, a tirar una botella al mar, a crear nuevos recuerdos, porque los anteriores ya están enterrados en la arena de la playa.

Todo esto nos hace plantearnos, también, la situación de las residencias, más concretamente de las gentes que las habitan, del olvido, no de esas personas, sino de los familiares, que nunca tienen tiempo para ir a visitarlas, del alzheimer, de la ilusión que les mueve a seguir viviendo aunque sea en condiciones precarias, del quererse siendo del mismo sexo, de la soledad, de los amores que no vivieron, de la entrega a la que estaban acostumbradas y de cómo eran pagadas. Salid a bailar, aunque os hayan dado ya las doce campanadas.