Mercedes no da abasto con su trabajo de maestra, tres niños y un marido que trabaja en la capital, así que, para ocuparse de las tareas domésticas y especialmente de su hijo más pequeño, se lleva a vivir a su casa a la sorda del pueblo, Emérita, una mujer pobre y marginada que tuvo que vivir lo que nadie debería vivir, porque en la vida es muy importante la suerte, y ella nunca la tuvo y nunca la tendrá. Inmediatamente, entre el niño y ella se establece una relación tan estrecha que muchas veces David no sabe si quiere más a su madre o a Eme, como llama cariñosamente a este personaje inolvidable que llega directamente al corazón del lector y, al menor en mi caso, le hará derramar muchas lágrimas.
La vida de David transcurre, como la de cualquier otro niño de la España rural en las décadas de los 70 y 80, entre el colegio, en el que le llaman el enchufado, los asesinatos de gatos, las peleas con los amigos en la era, los chicles Cheiw Junior y esa tienda de ultramarinos que no tenía productos de ultramar, mientras sus ojos se van despertando al cambio político del país con las primeras elecciones democráticas, el sexo o la crisis en el matrimonio de sus padres, con la que por primera vez tiene que sufrir el desgarro que supone un abandono, al tiempo que se van mudando de pueblo en pueblo, porque éramos las fichas pequeñas del tablero, las que acompañaban a las grandes, y nuestra suerte dependía de los dados de mamá, porque papá ya había llegado al final del juego.
En este camino de la infancia, de esa geografía de surcos, la señora Emérita, sorda y analfabeta, nunca soltará la mano de su Currete y querrá al niño de una forma suicida y primitiva: se habría metido sin dudar en una casa en llamas solo para sacarme de allí, se habría tirado en plancha a la laguna para rescatarme, aun sabiendo que no sabía nadar, hasta que Mercedes logre su sueño de un puesto de trabajo en Madrid. El día en que la familia parte a la capital dejando a Emérita detrás, David, que no sabía cómo era la vida de un condenado a muerte el día en que lo van a ahorcar se pregunta si en la garganta, cuando al reo le ponían la soga alrededor del cuello, se le hacía un nudo tan gordo como el que él tenía.
El Premio Primavera de Novela 2021 es el retrato agridulce de la generación que venía de las paredes de adobe e iba al papel pintado aspirando a ser gotelé, pero sin mirar atrás, sin dar las gracias a esa otra generación de los que se bañaron en sangre, de muchas tuberculosis o de una maleta de cartón en un coche de línea. Pero, sobre todo, Los ingratos es un enternecedor relato escrito con una prosa preciosa de los aromas que te abrieron los ojos, los sabores que tuviste en la boca de niño y las cosas que escuchaste y se quedaron allí, dentro de la cabeza, con un eco de por vida.
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