En primer lugar, NO SOLO existieron comuneros en el Reino de Castilla, además de que la urbe de Burgos, la referencia castellana por antonomasia, estuvo, por el vil metal, en el bando del emperador Carlos V; por lo que el aserto calificativo de ‘Comunidades de Castilla’ me parece representar a la típica y anihistórica prepotencia castellanista, que debe ser revisada y corregida. En segundo lugar, también existen comuneros, yo tengo documentados más de 50, pertenecientes al Reino de León, y en ningún caso fueron castellanos, sino leoneses, ya que León NUNCA ha sido Castilla, por lo que definir como castellana a la ciudad de León con sus Guzmanes, y al resto de la Corona de León, es una aberración histórica inmarcesible. En tercer lugar, prof. Álvarez Junco: las tres provincias leonesas de Salamanca, Zamora y León enseguida se desmarcaron del Pacto Federal Castellano, para reivindicar su leonesidad, inclusive con la adhesión de Valladolid; sin olvidar que Medina del Campo fue muchas veces la ciudad leonesa donde se reunieron las Cortes del Reino de León. Además, de que nunca el leonesismo (52.000 votos en febrero-2022; en el País-llionés= León+Bierzo+Zamora+Salamanca) ha aceptado la fiesta autonómica, en Villalar de los Comuneros, de la Autonomía de Lleón y Castiella como propia (pág. 17), y así seguirá, e in crescendo, mientras Castilla no nos respete y acepté la diferenciación.
«La guerra civil que se inició en la segunda mitad de 1519, y finalizó en 1521 con la derrota de los comuneros en Villalar, constituye la primera rebelión de carácter moderno en España y probablemente en Europa, mucho más cercana a los movimientos de esa nueva era que a las revueltas gremiales de la Baja Edad Media. ‘Las comunidades de Castilla’ no trata de ofrecer una secuencia de hechos sino analizar los factores que movieron internamente los acontecimientos, las causas que los provocaron y los fines que sucesivamente fueron inspirándolos. Una línea de pensamiento político fluye por debajo del movimiento y le da sentido, sin perjuicio del progresivo desplazamiento de la ideología de la revolución comunera a medida que ésta avanza hacia posiciones más radicales. aunque no quepa atribuir a los comuneros una doctrina sistemática sobre la organización de la sociedad humana, sus planteamientos políticos poseen coherencia y novedad. José Antonio Maravall, además de incluir un estudio sobre la imagen de las comunidades de Castilla dentro de una tipología social de los movimientos revolucionarios, aborda también las resonancias del movimiento comunero que siguieron vivas unas décadas después de su derrota en la opinión de movimientos populares y rurales. Esta obra de José Antonio Maravall, que Alianza Editorial vuelve a publicar con motivo del quinto centenario de la derrota de los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521, alteró de manera sustancial las interpretaciones tradicionales sobre la rebelión de las comunidades de Castilla y abrió el camino para posteriores investigaciones que no han hecho sino confirmar el acierto de este nuevo enfoque. la presente edición lleva un prólogo de José Álvarez Junco».
El movimiento de las Comunidades de los Reinos de León y de Castilla, según las fechas en las que se produce, está conformado por un sincretismo o, como mínimo, un entrecruzamiento entre elementos del Bajo Medioevo y del naciente Renacimiento, todo ello concatenando sentimientos de los actores, su procedencia social y la disparidad de sus diversas aspiraciones, producen un más que complejo significado. Los cronistas se dividen en los dos partidos o grupos de opinión que son obvios, unos a favor como: Sepúlveda o Mexía, y otros proclives al movimiento, destacando entre otros de mayor o menor enjundia: Alonso de Castrillo, Santa Cruz, López de Gomara, Sandoval, etc. Existen autores, como el supuesto conde Juan Amor de Soria; quien, en el año 1741, sostiene que con la derrota de Villalar el absolutismo imperial carolino triunfó, aplastando y cortando de raíz las aspiraciones de libertad de aquellas ciudades de Castilla y de León. Aunque otros historiadores, como Danvila y Menéndez Pelayo difunden la tesis, que el historiador y médico Gregorio Marañón hace suya indicando que los comuneros lucharían para el mantenimiento de las normas y tradiciones medievales, que yo no considero que sea nada retrógrado, ni mucho menos, frente a la idea de modernidad impuesta, que traía consigo el emperador Carlos V, lo que tampoco acepto, ya que si la modernidad, del momento histórico, estaba conformada por monarcas como Francisco I de Francia, y Enrique VIII de Inglaterra, todo ello nada más lejos de la realidad. “El movimiento comunero no fue, según Marañón, progresivo y liberal, sino reaccionario, nota que se le achaca en relación, principalmente, a su carácter xenófobo: animadversión contra un rey extranjero y sus colaboradores flamencos, acentuada por la reacción contra la actitud revisionista y tolerante de los mismos”. Este texto nos indica, sin ambages, que la nobleza urbana defendía sus privilegios particulares, como residuos del feudalismo medieval, contra la tendencia a la unidad y al universalismo carolino.
En primer lugar, el feudalismo medieval hispano es casi nulo; en segundo lugar, la unidad homogeneizante no es nunca positiva; y para acabar, el sentido globalizante de Carlos V sería un desastre económico pavoroso para las Españas y, sobre todo, para los Reinos de Castilla, de León y de Portugal, defendiendo los intereses borgoñones, nunca hispanos, de los Habsburgo. Corominas indica, por otro lado, que el movimiento de los comuneros presentaba un carácter totalmente político, anticipador de muchas ideas de modernidad: la proclamación de la libertad, lo mismo para la soberanía popular, y el amor democrático a la patria. Por consiguiente, esta guerra de las comunidades fue el anticipo de las ideas más modernas posibles, estas anunciarían, y servirían, para ser el núcleo precursor de las revoluciones inglesa (de Oliver Cronwell) y francesa (de Robespierre, Danton, Marat, etc.). Los representantes de los Reinos de León y de Castilla, estimo modestamente, que conocían la idiosincrasia política del emperador Carlos V y, por lo tanto, sabían que este soberano no gozaba de las simpatías de Fernando “el Católico”. Sea como sea, recomiendo grandemente esta obra de referencia. «Arma virumque cano. ET. Fidem erga populum punicum».
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