El título de la artista y crítica que firma el libro expresa, desde el título, el deseo -diríase- de una voluntad constructiva y definidora de una totalidad, pues la obra atribuida a ese nombre ya universal, Banksy, guarda en sí la obra, la voluntad, la intención de considerar al observador como una totalidad donde se guardan las dotes de la humano: en todos los sentidos, como intención y como transgresión, como bien y como mal, pero sobre todo como legatario de una obra que va a aludir a él, a ese observador –tantas veces anónimo- que por su actuación diaria define una forma de vida, de pensar, de actuar.
Banksy, el que sea, ya es de todos en estos momentos, donde distintas paredes o soportes del mundo custodian en su superficie el mensaje tan intenso como mudo de un hombre que piensa en ese mundo y se solidariza con él como una forma de comprensión; y lo hace de una manera crítica, como debe ser (En el comienzo de su obra está ese destino crítico: he visto en la pared de Bristol donde apareció su primer graffiti una respuesta-atentado a su figura en la pared, deliberadamente beligerante, con pretensión anuladora; eso quiere decir, desde luego, que el artista acertó en su intención delatora. Y en la respuesta del que se haya sentido aludido o agredido por una u otra razón, justifica que la obra es necesaria como expresión; para que cada cual se posicione.
En estos mismos días, una mañana, sobre los restos de algunas paredes del Kiev bombardeado, han aparecido algunos graffitis de nuestro autor desconocido: en uno una gimnasta equilibrista hace un alarde de pericia y valentía tomando como apoyo unos cascotes; en otro una figura mínima de un aparente judoka derriba a otra figura grande que cae como un peso baldío, representando ésta a Putin. En el tercero, una elegante figura de gimnasta parece elaborar en el aire una deliciosa figura imaginaria de equilibrio y belleza con su cinta… Qué poco contenido material para destruir, con la realidad de la imaginación a un poder tan grotesco, inhumano y absurdo, para vencer y desmerecer al opresor, al agresor repugnante que, con su carga de miedo atávico (Orlando Figes dixit), quiere destruir a su vecino y hermano de raza.
Con ello, con estos ejemplos diseminados por tantas paredes del mundo donde hay un motivo por el que alzarse contra cualquier forma de barbarie u opresión, allí están las manos y el sentido de justicia de este (¿joven?) que lucha, con sus armas incruentas, contra tantos desatinos como el hombre comete contra el hombre.
¿No era también de origen inglés aquel que escribió un día ‘Homo homini lupus est’? Sí, y la historia continúa, pero el hombre con sentido de la belleza y la dignidad también. Por el bien de todos nosotros.
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