Lo que importa, sin duda, es la naturaleza, el origen, la esencia de la civilización. Y, en ello, ¿por qué no considerar, tan minuciosa y detalladamente como aquí se hace, en la importancia del tejido como origen primigenio de cultura? La propia autora lo expone de manera muy sencilla en el Prefacio: “Hacer telas es una labor creativa, análoga a otras labores creativas. Es una prueba de maestría y refinamiento. ‘¿Podemos esperar que un Gobierno sea bien modelado por un pueblo que desconozca la manera de fabricar una rueca o utilizar sabiamente un telar?’, escribió el filósofo David Hume en 1742. El conocimiento es poco menos que universal. Raro es el pueblo que no hila o teje, y rara, también, la sociedad que no se embarca en negocios relacionados con los textiles”. He aquí, pues, que adentrándonos en el libro, iremos topándonos con constancias reales de esa relación tan poética o ‘modo de tejer la historia’ Un viaje fascinante, sí, del que no renegaremos; antes al contrario, un paso animará al otro:”Cada nueva fibra ideada termina confrontándose con la verdad fundamental que pesa sobre los textiles: antiguos y omnipresentes, encarnan los experimentos de incontables generaciones. Durante decenas de miles de años, el hombre no ha dejado de perfeccionar las fibras”. En un momento determinado incluso, la autora alude a un arte distinto que, desde sí, confirma esta realidad de la ‘trama’ en la historia: “En los frescos que pintó en las paredes de las iglesias florentinas, Domenico Ghirlandaio incluyó muchos retratos de ciudadanos eminentes, representándolos como testigos de sucesos sagrados. Gracias a estas pinturas conocemos los rostros de algunos humanistas y banqueros, y sus parientes, del siglo XV. También sabemos que les encantaba el rojo” ¿Y qué relación tiene, se dirá el lector tal vez, esta expresión artística con la trama y el tejido. Sí, importantísima: la aparición de la relevancia del color, algo propio y definitorio del tejido, y que luego elaboraría con el tiempo todo un código simbólico de la importancia social del que se revestía el tal color como predominante. En un pasaje más adelante leemos: “Cuando Rosetti publicó (1548) el primer manual profesional de teñido, el mayor número de recetas –treinta y cinco- eran fórmulas para obtener el rojo. Le seguía el negro, con veintiuna” Qué maravilla: el color de/en la historia y su vinculación con el entramado social. Recordemos también que Zhu, fundador de la dinastía Ming en China, tuvo como una de sus primeras acciones el ‘establecer un código de vestuario’ como referente de definición social (Es constatable ya que existe alguna publicación interesantísima dando preferencia en otro caso a los aromas, también como ‘elementos partícipes’ de esa historia entrañable que es la historia cotidiana, la más humana. En fin, a modo de justificación o resumen, la autora da razón de su rico y enjundioso estudio: “Estudiar los textiles me ha permitido adentrarme en sorprendentes fenómenos naturales como la rarísima química del índigo y la genética improbable del algodón. Me mostró el ingenio y el cuidado que hay tras las artesanías y la industria: los cordeles que contienen los motivos de un telar laosiano y el nailon de que están hechos, las múltiples etapas del black printing de la India y los miles de metros que discurren por una tintorería de Los Ángeles. Me hizo agradecer el tesoro de hebras de la Revolución Industrial y el tiempo de libertad que estas concedieron a las mujeres”. Pasen y lean. https://ricardomartinez-conde.esPuedes comprar el libro en:
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