Una novela coral frente a otra basada en un personaje real que socavó los cimientos de la moral política no hace mucho tiempo. Buena literatura, ambiente distendido y cómplice fueron los ingredientes necesarios para conseguir el interés de un público entregado. El vértigo del trapecista relata la última función de un circo centenario, El Salerno, narrado por el ultimo de la dinastía, Mateo Salerno, que decide abandonarlo junto a su hermana y su madre dejando al padre solo en todos los sentidos porque con su marcha, este circo no va a tener continuidad. "Ese es el vértigo de la novela, la soledad frente a lo que había sido su vida y la de sus progenitores", cuenta Juan Ramón, que ha utilizado el apellido de sus bisabuelas para firmar esta obra. El protagonista de la novela quiere saldar la deuda que contrajo con su padre al abandonarlo recopilando historias a modo de maestro de ceremonias, asumiendo el rol que en el circo representa el jefe de pista. "Cada capítulo es un número de circo", señaló el autor malagueño. Posiblemente tiene la culpa Manhattan Transfer -la novela de John Dos Passos- del amor que siente por las novelas corales; la suya lo es, con muchas voces, porque considera que en un circo tiene que participar toda la compañía. "Me gustan las novelas que me hacen participar, formular hipótesis, que me hagan meterte dentro", apuntó. Azuar Romero "El libro se escribe a medias, lo hacen el autor y el lector. El lector pone la partitura y el lector la interpreta con sus instrumentos, circunstancias, emociones...""El circo no está en decadencia, la crisis confirmó que no fue fiel a sí mismo", afirma rotundo Azuar Romero ante la acertada pregunta del presentador; ha realizado una amplia labor de documentación para abordar fielmente esta novela y sentirse cómodo a la hora de escribir, lo avalan las escuelas que hay en varias provincias españolas. Aún no se explica cómo creó esta historia alguien que no tiene nada que ver con los trapecios ni la doma. La historia se le metió sin saber cómo a un autor que se siente un poco escribano, a modo de copista medieval, aunque pone de su parte la manera de narrarlo. "La historia es la que te escoge", subraya. El humor es importante para Juan Ramón, este autor que se dedica a la enseñanza y es padre de cinco hijos; en su novela no podía faltar, aunque lo utiliza con sutileza. Las confabulaciones, título corto y rotundo según Oliaga, "es una historia que está en manos del narrador", aseverá Ignacio Miquel, son las memorias de un hombre rana -cómo dicen algunas madres de manera poco afortunada para apabullar a sus vástagos con eso de “me has salido rana como tu padre”- porque son sus peripecias, las que él vive y cómo llega a una conclusión final. Ambientada en el Madrid de los noventa, en un marco histórico y en un tiempo real, el autor nos muestra a un perplejo antihéroe reñido con el mundo, con aspiraciones literarias, siendo el azar el que le lleva a conseguir un premio que no le corresponde y que será el desencadenante para descubrir quién es y qué es lo que hay detrás de su vida. Ese es el enigma de Las confabulaciones.
La historia está enmarcada en el momento en que sucede; Ignacio Miquel parte de un personaje real, maestro de la impostura, Luis Roldán, creando una novela donde todo es impostura, utilizando un juego de espejos de impostores a lo largo de toda esta obra con tintes de novela negra, como vuelve a apuntar Oliaga, porque acaba siendo una investigación sobre su vida, sobre los porqués y sobre sí mismo. "Utiliza los recursos de la novela negra para hacer un descubrimiento interior. El descubrimiento de uno mismo es la mayor aventura de novela negra", rubrica el escritor madrileño. Confiesa que el personaje le atrapó y le sirve de generador de historias y marca por dónde continúa la trama, pero hay que sentarse a que se te ocurran las anécdotas. Miquel sabe mirar cuando no está escribiendo y apunta todo lo que le ocurre a él o a otros y que, más tarde, puede aprovechar para contar una historia o vestir a un personaje. Para que la novela de humor sea más seria, la llena de reflexiones serias, contestando Gastón que es una novela sarcástica que no deja títeres con cabeza. "Novela castiza con tintes de humor británico", según apunta Oliaga. Ambos destacan y reivindican el humor en la literatura, empezando por El Quijote, citando a autores importantes que lo han utilizado en sus obras, como Baroja o Valle Inclán, seña de identidad de la literatura española, aunque le pese a Wenceslao Fernández Florez, según Miquel, y a pesar de que la literatura con humor está denostada y arrinconada. "Los novelistas no somos nada", apunta Gastón Segura citando a Vázquez-Azpiri, "somos un médium entre el lector y el personaje. Si tienes el personaje tienes la novela". ¿Habían pensado en ir a coger setas al campo este puente de Todos los Santos? ¡ni se les ocurra! que ha llovido poco y no han salido todavía; quédense en casa con la manta en el sofá disfrutando de estas dos joyas de buena literatura, Las confabulaciones y El vértigo del trapecista. Me agradecerán el consejo, porque, aunque no se lo crea querido lector, la literatura es cosa de dos. Puedes comprar los libros en:
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