1. Ocurre con las novelas como con las drogas. Cuantas más te metes en el cuerpo, más fuertes tienen que ser las dosis siguientes para hacer efecto. Quiero decir con esto que leído cierto número de novelas dar con una obra que te sorprenda o emocione es cada vez más difícil. Pues bien, está novela de Coetzee es, siguiendo con el símil, droga dura. Consigue atrapar, sorprender y, desde su propuesta de máxima expresión con el menor número de palabras, emocionar.
2. El gran mérito de esta novela, su gran triunfo, es el lenguaje (deslucido, a veces, por una traducción a la que le hubiera hecho falta una edición más). Esta misma historia contada con menos contención, con más palabras, podría haber sido apenas una película de sobremesa de domingo. Es el lenguaje el que, al crear diferentes capas de sentido –a base de contención y austeridad expresiva−logra convertir esa trama que podría haber sido banal, en arte.
3. Por momentos, mientras lee, uno tiene la sensación de que Coetzee ha puesto mucho de sí en el personaje del pianista polaco, quizá de ahí la necesidad de contención, de no abrirse demasiado en canal. Es imposible no pensar en la prosa áspera e impersonal de Coetzee al leer sobre la manera de ejecutar Chopin del pianista, ese frío que emana de él y "que cancela cualquier frivolidad". La misma idea de pertenecer a otra época, de ser ya piezas de museo y sin embargo seguir vivos, trabajando y deseando, parece pertenecer también al propio Coetzee y estaba ya presente en algunas de sus últimas novelas.
4. El hecho de que los parágrafos estén numerados, determina, para bien, la forma de leer, con múltiples elipsis que se aceptan naturalmente. Las escenas fluyen con facilidad y el libro entero transmite una sensación, así, de trabajo directo, desapasionado, sin voluntad literaria –en el sentido de que no se busca la artificialidad o el adorno−. Lo que logra, por supuesto, es hacer así una mejor literatura.
5. Una de las lecturas que tiene la novela es la de ser una reflexión sobre la traducción en un sentido literal y en otro metafórico. Sobre la lengua del amor y sobre el inglés como lengua franca, de frontera global: “un espectáculo cómico, ellos dos haciendo el amor en inglés, una lengua cuyos alcances eróticos son desconocidos para ambos”, dice la novela.
6. Otra lectura: la novela es el acta de defunción del amor romántico en la literatura. Un amor que comenzó con Dante y Beatrice y que, parece decir Coetzee, ya solo permanece vivo en la literatura: "el polaco mismo es una reliquia de la historia y de una época en que el deseo debía estar teñido de lo inalcanzable antes de ser considerado algo auténtico ". El único pero que se le puede poner a la novela es que este mensaje, que había quedado sutilmente disuelto en la narración, está demasiado explícito en el capítulo final, cuyo único propósito parece ser explicar esto. Sin esas pocas páginas finales la novela hubiera sido, tal vez, todavía mejor.
7. Beatriz se niega a ser la Beatrice de Dante. Quiere ser cortejada pero no escrita, le incomoda su papel de musa.
8. Cuando uno acaba la novela no puede evitar volver a los cuatro primeros puntos del capítulo inicial. Allí habla un narrador y lo hace sobre el narrador que va a contar la novela,: de dónde han salido los personajes, qué sabe de ellos al principio, ¿ha llegado su hora de ser escritos? Este inicio –que recuerda a Conrad− es magnífico y abre sutilmente la novela a su dimensión de artefacto literario, sin esconderlo pero a la vez, sin que eso impida la inmersión del lector en la fábula, su credulidad.
9. El amor de Dante por Beatriz o el de Chopin por George Sand, las historias en fin que configuran nuestra mitología del amor, funcionan aquí como espejos en los que se miran tanto los personajes −para aceptar o rechazar ese amor convertido en cultura− como la propia novela, que contrapone el pragmatismo, realista, del amor contemporáneo –representado por Beatriz− a esos mitos que aún viven en el pianista polaco. Todo ello para interrogarse acerca de su vigencia y de su poder actual, para preguntarnos, tal vez, cómo de útiles nos siguen siendo para explicar este mundo. El pastiche como técnica posmoderna toma aquí un aspecto sutil, menos evidente, pero es clave para el mensaje metaliterario.
10. Esta es una gran novela.
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