Donde nos quieran bien

Ya desde el título, la autora nos confronta a la paradoja que supone la ligerísima identidad de que somos dotados en lo que Milan Kundera llamaría La insoportable levedad del ser. Esta insignificancia nuestra en el vasto océano de la existencia remite para la poeta al enigma marino de lo transparente. ¿Se puede una biografía escribir con el grafismo sencillo de la espuma? Este poemario así lo prueba. “Bebes viento, masticas viento, / y terminas por escribir viento/ cada día de tu vida escrita, / o sea, siempre.”

Otra gran poeta, la prologuista del libro y presidenta de la asociación cultural Concilyarte, Mila Villanueva, alude al impacto de la sencillez propia de los versos de este poemario, de clara influencia oriental en su forma y esencia, señalando la belleza etérea de las imágenes que se pincelan, con el minimalismo japonés de un haiku. Para Alamar “Hay todo un mundo en la gota de agua marina que nos incluye” y reivindica el amor deseando “que nuestro tiempo nos sepa a cerezos en flor”. Y es que la poeta nos lleva al misticismo clave en los elementos más naturales y humildes. Hojas, árboles, grillos, chicharras, mosquitos, macetas y geranios conforman el universo viviente de una escritora natural, de sólida trayectoria literaria, que confiesa tener “También sueños como montañas,/ siempre a la intemperie”.

Esta poética de los símbolos elementales unifica la estructura del poemario diferenciada en su tetraespacialidad: Olas de Tierra, Olas de Agua, Olas de Fuego y Olas de Aire. Afirma contundente Alamar: “No necesito/ más que tierra, aire, / sal y fuego/ para ser como un gato/ y vivir en libertad.”

Con su jugosa paleta de pintora, la autora de Biografía de Olas, concilia sus dones vehementes mientras reflexiona: “Quizá que nací azul y moriré azul/ sobre todas las cosas:/ azul eléctrico, cobalto, sin límites”. Desde el faro solitario que comprende la creación artística como entrega al otro, se comparte el misterio sobra la propia escritura de esa biografía que se despliega a sí misma: “…por qué escribo,/mi lugar escribo, mi tiempo escribo,/ mi sino escribo/ y si puedo me reescribo”.

Es entonces escribir poesía una búsqueda del orden imposible de las olas “sin poder alcanzar/, de momento, ningún cielo” para regresar siempre a la belleza del aware, el asombro de quien mira el paisaje con ojos nuevos y no ha renunciado a la gratitud por la vida: “Para regresar/ a casa elegí el camino/ de las mil flores”. Nos deja este poemario un honda esperanza de hallar sentido reflejado el entorno: “Tambien un día/ las aguas subterráneas/ encontrarán su cauce” y la argumenta con imágenes bellísimas. “Algo soñarán los árboles/ cuando tanto y tan bien/agitan sus copas bajo el cielo/ para beber agua de lluvia.”

El mar emerge como obsesión y compañero… “Me apoyaré en el mar que llevo dentro” junto a la permeabilidad hipersensible del agua, que se deja atravesar por la luz “mientras circula por mis venas/la sangre de un poema incierto” y no ofrece resistencia ni siquiera a los opuestos dialécticos. Una poesía ritual que da origen a corrientes de flujo entre los extremos que se diluyen: “Adelante, luz;/ adelante, sombra, / me dije, hágase en mí/ vuestro claroscuro”.

Con sobriedad, Alamar destila el enigmático malabarismo de la maya, el mundo ilusorio y sus coordenadas: “Al refugio de las dobles lluvias/ y de las dobles olas, me hallo./ Y desde ese lugar/ recompongo/mi taza roja de jade/ para beberme/ poco a poco/ mi tiempo”. Sin embargo, lo hace desde un lenguaje próximo y familiar. ¿Quién no ha sentido esa fragilidad crujiente de un puñado de arena entre los dedos, la punzada de unas pocas conchas rotas, con su belleza intacta y salvaje. Alamar nos la ofrece en su mirada: “Casi transparente, al posarse sobre las aguas, la libélula.”

Un ritmo interno de sal y remolino, impávido en medio del caos diario, una cadencia constante como el rumor del litoral. Un paseo afable cerca de la orilla. Así de fluida, diluida en el alma y dúctil es la poética de esta Biografía de olas.

En suma, una delicia donde la fusión de la voz poética y los versos, desnudos de artificio, dejan al raso cada poema desprovisto de ego como anhelaría un verdadero haiyin, casi imperceptible, desapegado y oculto a pura humildad tras su obra.

Concluyo esta reseña con la brisa de estos versos donde la autora de la voz translúcida se hermana al lector tan cercana como sabe: “Donde nos quieran bien, / miren por nosotros/ y nos hagan crecer:/ ahí estar, vivir, ser.”

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9788418759895