Antes, y cuando digo “antes”, quiero decir antes del covid, antes de que supiéramos que una señora como Irene Montero podía ser ministra, o que el hombre de la camiseta verde se llamaba Zelenski. Incluso antes de que se jodiera el Perú (y Europa). Antes, o sea, cuando eramos felices, para mostrar asombro o desconcierto, decíamos “me rompe los esquemas”.
Vale, éramos unos pardillos, pero esa expresión tenía una enjundia, tío. Ahora, que tenemos la ley del “Si, es sí”, que somos socios “premium” de la OTAN y que estamos al borde de la tercera guerra mundial, cuando algo nos acojona o nos maravilla, con decir “alucino” o “me flipa”, está todo dicho.
Pero la vorágine del tiempo nos arrastra. El “alucino” y el “me flipa” se han quedado “out” y ya no sabes dónde puede saltar la liebre o se va a producir una nueva mutación genética. Pues bien, ha ocurrido. El arquetipo de la especie invasora es Mónica Oltra y nos ha cambiado la vida, la retórica y los silogismos. Acaba de confesar delante de un juez que fue un “estallido emocional”, lo que le llevó a declarar en falso en la causa de los menores abusados. Esto es como un antes y un después del Big-Bang. Mónica Oltra es una supernova que ha estallado para formar su propio universo, lleno de hombres buenos de valores intachables como Chaves y Griñán. Seguro que se los lleva de guardianes de la galaxia. Tío, yo lo flipo.
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