Leonor López de Córdoba y Carrillo, biógrafa histórica de las convulsiones entre los siglos XIV y XV

Leonor López de Córdoba y Carrillo, nació alrededor de 1362 en Calatayud y sobresalió para bien y para mal por su labor política como valida de Catalina de Lancaster, regente de Juan II de Castilla.

Sus apellidos de ringorrango favorecen sus primeros años de educación en ambientes palaciegos, hasta que por vicisitudes políticas es encarcelada junto con su marido; conmutada la pena, su vida será una humillación por parte de una facción nobiliaria que la aparta del favor real durante las décadas finales del siglo XIV.

Pronto se “estrena” como biógrafa, una de las primeras y más reconocidas literatas en lengua castellana, aunque hay discrepancia en la crítica sobre el valor de sus escritos.

Murió en Córdoba en 1430.

En el famoso relato que hace de su vida, constata las penurias que padecieron ella y su familia: apoyar a uno u otro bando en esa época tenía su precio. Se trata de una narración que supera el ámbito familiar y trasciende al social y al político de aquel entonces.

Madre protectora y quejosa por el infortunio que le deparaban esos años, cuenta con extrema dureza el sufrimiento de su hijo, fallecido de peste, la injusticia social cometida con su familia y la pérdida de su patrimonio hasta que recobró nuevamente el favor real: fue una mujer de poderosa influencia que se crece ante las desgracias; deja fehaciente muestra de su perseverancia en sus crónicas, siempre velando por el futuro de los suyos, incluidos sus regios benefactores. Un nuevo revés político la coloca en clara posición desfavorable para su tranquilidad vital y profesional. Sin prebendas cortesanas, asume su destierro en Córdoba bajo amenaza de pena de muerte en la hoguera.

Sus escritos poseen una gran plasticidad y una hábil técnica descriptiva; semejan pinturas y retratos que muestran emociones y sentimientos, desaires y esperanzas; todo un mosaico íntimo en el decurso de unos tiempos violentos y placenteros según venían dadas.

Fiel amanuense de las circunstancias que le tocó padecer y disfrutar, en "Las Memorias de doña Leonor López de Córdoba" utiliza su pluma de cronista, compiladora de hechos y aconteceres que luego conocería la historia posterior. Adopta el género de la autobiografía, en primera persona fingida -como si de un notario, levantando acta se tratara- dando fe a través de este subterfugio literario de que ella y solo ella es la auténtica responsable del contenido de su escritura, lleno de una gran variedad léxica y acomodando el estilo al registro idiomático propio del argumento. Observamos desde la piedad personal hasta la defensa familiar de su origen nobiliario indiscutible por nacimiento.

Su vida, de gran atracción para algunos autores, la eleva a personaje protagonista de alguna novela durante la presente centuria.

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