Brassens es un individuo muy distinguido en el mundo del arte por ser uno de los mayores exponentes de la chanson française y, también, de lo que posteriormente se vendría a denominar la trova anarquista del siglo XX, pero, es menos conocido por ser uno de los grandes exponentes de la poesía francesa posterior a la segunda gran guerra mundial, razón por la que fue agasajado con el Premio Nacional de Poesía de la Academia francesa.
Como cantautor puso música a multitud de poemas -entre otros- de Louis Aragon, François Villon, Víctor Hugo o Jean Richepin, aparte de los propios. Pero, volvamos al texto del que hablamos. Poco a nada conocido es en España, excepto para expertos, el hecho de que Georges Brassens se inició ejerciendo el periodismo, especialmente en Le Libertaire, aunque también lo hizo en otros semanarios y rotativos anarquistas franceses.
“Escritos libertarios” viene a recuperar esa faceta desconocida del autor, incluyendo dieciocho artículos -diría que asombrosos- publicados entre diciembre de 1946 y abril de 1947.
Sanromán introduce en el prólogo parte de una conversación que Brassens mantuvo con Jacques Brel y Léo Ferré en 1969, donde viene a decir: “Lo que tiene de inspirador la anarquía es que no existe un verdadero dogma. Es una moral, una forma de concebir la vida.”
Continúa Sanromán: “El antiestatismo, el antimilitarismo, el anticapitalismo, el igualitarismo y el individualismo serán, en efecto, líneas maestras a las que Brassens se mantendrá fiel tanto en su corta carrera periodística como en su producción como escritor. Pero tal vez sea la defensa a ultranza de la autonomía y la libertad del individuo el aspecto fundamental de su moral libertaria.”
Uno, urbanita del incierto siglo XXI en que vivimos, cuando lee los artículos de Brassens editados en este libro, que, recordemos, se publicaron en prensa en 1946 y 1947 en Francia, justo después de la segunda gran guerra, aparte de quedarse atónito, debe inquirirse también a qué lugares fueron a parar las libertades de prensa y de expresión, esas que están recogidas en la mayoría de las Constituciones y también en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque, en nuestros días, y no solo en España sino en toda Europa y el orbe, con seguridad, hoy no podría escribirse así; o sea, que los artículos de Brassens no serían aceptados por revista o periódico alguno.
Sin entrar en el fondo de los mismos, lo que resulta curioso es que dichos artículos, que suponen un ataque frontal contra los parlamentarios, los políticos en sentido genérico, el ejército, la policía, la religión, la banca, y cualquier otro sistema organizativo que cosificara al individuo -al entender de los anarquistas-, pudieran reproducirse en periódicos y revistas de la época. Y, sin embargo, se hizo. Y “Escritos libertarios” contiene dieciocho ejemplos, como se dijo, que puede que sorprendan a algunos y, además, por supuesto, escandalizarán e incluso aterrorizarán a otros.
Brassens en otra época hubiera sido quemado en la hoguera en plaza pública, junto con los directores de los periódicos, los editores de sus libros, sus instrumentos musicales, y todo aquello que tuviera algún trazo de sus ideas políticas, sociales y económicas.
Como hoy sabemos, la digitalización pareciera que nos hubiera abierto un camino hacia la libertad de expresión, pero, la cantidad de información suministrada cada segundo, por un lado, y los sistemas algorítmicos por otro, han acallado por siempre la posibilidad de disentir, e, incluso, han asentado el pensamiento único de forma uniforme: ese que ha sido elaborado por los orfebres que controlan la opinión circulante.
“Escritos libertarios” es un interesante libro para conocer dos cosas: la libertad de expresión existente hace ochenta años (en Francia, en España el dictador no lo hubiera permitido) y una faceta desconocida para muchos del cantautor Georges Brassens.
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