Lo que comenzó hace veinte años como una válvula de escape de J. M. Guelbenzu se ha convertido en la serie más longeva de nuestra literatura criminal. “Empezé a escribir sobre la jueza Mariana de Marco en 2001. En esos momentos era algo novedoso porque había pocas mujeres, por no decir ninguna, investigadoras y mucho menos juezas, y también porque como me di cuenta que las únicas mujeres que podían investigar en España eran las juezas de instrucción”, apunta el autor en una de las rotondas del Botánico en una soleada, quizá demasiado soleada, mañana de julio o del ferragosto madrileño. J. M. Guelbenzu es socio de la Asociación de Amigos del Jardín Botánico. Le gusta pasear entre las flores y plantas, le relaja y le debe de inspirar. Pero no le gustaría tanto cuando decidió escribir sobre un asesinato entre palmeras. ¡Mira que si le da mala fama al Jardín! Un jardín que guarda muchos secretos. “Siempre ha sido un lugar entrañable para mí, donde poder pasear y meditar”, reconoce. Uno de los responsables del parque nos dice sottovoce que: “no tenemos plantas carnívoras, pero si algunas peligrosas como la cicuta”. Planta muy popular entre los emperadores romanos. Espero que nadie la encuentra porque si no puede que se cometa de verdad algún crimen. Son 10 las novelas de Guelbenzu ha escrito protagonizadas por la jueza Mariana de Marco. “Es una mujerona bastante alta, fuerte, poco agraciada, pero con buena pinta y que impone a los hombres. Ya me dijo mi amigo Juan García Hortelano -al que dedica la novela- que los hombres que tienen novias más altas se suelen reir de ellos”, recuerda el autor, que ha sido y es lector de novelas policiacas y que está bastante harto de los detectives de la novela negra europea. “Esos detectives son muy pesimistas, no acaban de creer en la justicia y a casi todos se la pegan sus mujeres”, analiza certeramente. “Sin embargo Mariana de Marco es una mujer optimista que cree en la justicia”, retrata a su protagonista que ahora abandona porque “no tiene nada más decir o que contar”. Cuando la conoció J. M. tenía unos 39 años y ahora acaba de cumplir los 49. Para terminar la serie, ha dado a la jueza un final duro. “Pero sin acabar con ella”, no tiemblen sus seguidores. Pero tampoco la va a resucitar como hizo Conan Doyle con Holmes. J. M. Guelbenzu ha sabido crear un tipo de novela no convencional a diferencia de casi todas las novelas negras escandinavas. Durante la presentación quiso analizar cómo fue el pasado y el presente de este género que empezó a popularizarse en el periodo de entreguerras. “Muchas veces la novela negra ha girado hacia la denuncia social, lo que dice poco de la imaginación de los escritores”, señala. “Entre el prestigio y la popularidad, me quedo con la popularidad”El autor juega con dos voces en su novela, la de la jueza –siempre en tiempo presente- y la del novio periodista. Por fin Mariana ligó. “Y he querido terminar la serie en Madrid después de un periplo por el norte de la península”, puntualiza el que ha sido crítico literario y editor, y que ha escrito varias novelas policiacas y también de humor. “El humor cada vez me gusta más”, agrega.
Para J. M. Guelbenzu “las ideas de un autor de un modo u otro aparecen en las novelas, sobre todo en la autoficción, pero se tiene que ver como un personaje, no como un apéndice del escritor”. El autor siempre ha sabido conjugar distintos estilos literarios y lo raro es que lo hace siempre con una calidad incuestionable. Lástima que la jueza de Marco se jubile tan pronto, con menos de 50 años. Desde luego toda una privilegiada para los tiempos que corren. UN CADAVER ENTRE LAS PALMASEl cadáver de Concepción Rivera, una mujer de mediana edad, aparece escondido detrás de una hermosa palma real en el Jardín Botánico de Madrid, junto a un ramillete de acónito y un botellín de whisky. Secretaria del Club de Amigos de los Jardines, (no confundir con la Asociación de Amigos del Jardín Botánico, oficial) formado por un grupo de pintorescos personajes entusiastas de la jardinería, había acudido al Jardín a escasos minutos de su cierre. ¿Quién la acompañaba y cómo pudo salir sin ser visto? ¿La envenenó su acompañante? ¿Cómo consiguió que bebiera el veneno? ¿Cómo escapó el asesino del Jardín cerrado? Junto a la mujer se encuentra un ramillete de acónito y un botellín de muestra de whisky. ¿Por qué se encontró junto a ella un ramillete de acónito, origen del veneno? y, sobre todo: ¿Por qué asesinarla en un lugar como el Jardín Botánico justo antes del cierre? De no ser por el desagradable rictus de su rostro, habría parecido una bella durmiente. Lo único que no acababa de casar era el lugar donde recibió la muerte. Un jardín botánico es un jardín de vida. Además el lugar escogido por el asesino, a escasos metros de los pocos viandantes que circulasen, por la acera del paseo, al otro lado de la verja, en la calle donde se alineaban las casetas de los libreros de la cuesta de Moyano. Nada hace sospechar que alguien de su entorno pueda estar implicado, a pesar de que todos los miembros del club poseían la flor venenosa del acónito como ornamento. La perspicaz juez Mariana de Marco, ya instalada de Madrid, en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, inicia la instrucción del caso mientras su compañero sentimental, el periodista Javier Goitia, en paro por la fuerte crisis que azota a la prensa en papel, decide narrar la investigación en forma de crónica periodística. Este hecho los enfrentará en una extraña rivalidad amorosa que se enconará peligrosamente. Cada uno decidirá actuar por su cuenta: Javier narrando la historia según transcurre y la juez, acompañada por su secretaria judicial, comenzando los interrogatorios. El caso se complica a medida que la investigación se oscurece hasta parecer irresoluble. Pero la juez, una vez más, utilizando su intuición y su perspicacia para separar los indicios superfluos de los significativos, atará todos los cabos sueltos para dar lugar a un sorprendente y dramático final. J. M. Guelbenzu (Madrid, 1944) estudió en el colegio Areneros de Madrid y luego Derecho en la Complutense. Entre 1964 y 1969 trabajó en la recién fundada Cuadernos para el Diálogo y en la actualidad colabora regularmente en el diario El País como crítico literario. En 1967 quedó finalista del Premio Biblioteca Breve con El mercurio, su primera novela. Fue director de Taurus y Alfaguara. Entre los libros que ha publicado hasta la fecha están La noche en casa (1977), El río de la luna (1981) —que recibió el Premio de la Crítica—, El esperado (1984), La mirada (1987), La Tierra Prometida (1991) —ganadora del Premio Plaza & Janés—, El sentimiento (1995), Un peso en el mundo (1999), Esta pared de hielo (2005) y El amor verdadero (2010). Bajo la firma J. M. Guelbenzu es autor de seis novelas policíacas: No acosen al asesino (2001), La muerte viene de lejos (2004), El cadáver arrepentido (2007), Un asesinato piadoso (2008), El hermano pequeño (2011) —ganadora del Premio Torrente Ballester—, Muerte en primera clase (2012), Nunca ayudes a una extraña (2014), El asesino desconsolado (2017) y O calle para siempre (2019), todas ellas protagonizadas por la juez Mariana de Marco. Puedes comprar el libro en:
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